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miércoles, 25 de febrero de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

HERMANO COFRADE, ¿QUIÉN ES JESÚS PARA TI?
 
     El conocimiento de la persona de Jesús ordinariamente se nos ha transmitido a través de nuestros padres u familiares, de la parroquia, de la catequesis, de la escuela… Jesús ha sido reconocido por la mayoría de nosotros, ya desde niños, como el Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres; lo hemos reconocido como Señor de la vida y de la historia; sobre todo, lo hemos reconocido como amigo íntimo y de verdad.
     Nuestra vida de fe en Jesús, es toda una historia de amor que llevamos dentro. Nuestra fe era muy infantil mientras éramos niños, pero ha ido adquiriendo madurez a medida que hemos llegado a adultos.
    JESÚS JUNTO A TI
     En nuestro encuentro con Jesús estos días, hemos de ser muy nobles y sinceros. Ni ser autosuficientes, ni situarnos a la defensiva, como no queriendo asumir las responsabilidades derivadas de un encuentro verdadero y amistoso con Él.
     Se trata de un encuentro de amistad con quien dio su vida por ti; este hecho no puede quedar en un segundo plano. Esto lo has de tener siempre muy presente. Pero es que, además, tu vida y la de cualquiera no tiene salida al margen de Jesús; otra cuestión es que quieras verlo o no. Pero ahí está Jesús junto a ti ofreciéndote su amistad abierta a ti y a los demás. Es lógico que te tomes en serio su amistad, que cambies cantidad de cosas que pueda haber en tu vida y que no estén en sintonía con dicha amistad.
 
                                            
     El problema no está en si te cuesta o no tu fidelidad a la amistad que Jesús te ofrece; el problema está en si aceptas o no, su amistad; está en si la aceptas en serio y en si quieres, de verdad, ser fiel a la misma. Este es el problema. Y hay dos caminos abiertos ante ti: jugar con esa amistad que te ofrece o tomártela en serio. No hay más. Ahí está tu responsabilidad.
     TU ENCUENTRO CON JESÚS
     Si tomas en serio tu encuentro con Jesús, todo en tu vida puede cambiar. Tú aportas lo que eres, tus proyectos, tus ilusiones, el sentido o sin sentido que vas encontrando a tu vida. Él aporta su vida dada, entregada por todos nosotros. Aporta en su encuentro contigo, el amor entrañable que te tiene; y si tú le correspondes también con un amor entrañable, nacerá entre los dos una íntima amistad que llegará a formar entre ambos una estrecha unidad de vida.
     En tu encuentro con Jesús, si te abres con sinceridad a Él, descubrirás el plan que Él tiene sobre ti; habrás descubierto lo que puede dar sentido a tu vida, algo que quizás estabas buscando y no acababas de encontrar. Puede que, con motivo de este encuentro con Él, tu vida empiece a tener otro sentido. Puede que empieces a darle otra orientación como tantos otros se la han dado y no se han arrepentido; al contrario, se han encontrado a sí mismos y han empezado a vivir de verdad.
 
    VOLVER A JESÚS
     -Es necesario, pues, volver a Jesús como raíz de la gracia y de la fuerza; pero es necesario volver a Él con ojos limpios, devolviéndole el protagonismo que el Padre le ha dado en la obra de la salvación.
     -Es necesario volver al protagonismo de la cruz del Señor, fuerza y sabiduría de Dios, aunque muchos la consideren debilidad y escándalo.
     -Es necesario volver al gozo del Espíritu a pesar de las incomprensiones de unos y otros, volviendo a la humildad, a la constancia, a la oración, a la comunión.
     -Es necesario situarnos en nuestro verdadero puesto y situar a Jesús en el suyo, porque únicamente así podremos avanzar en el cumplimiento de nuestras responsabilidades, empezando a ser las personas verdaderamente nuevas que necesitan nuestra Iglesia y nuestro mundo.


lunes, 23 de febrero de 2015


REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA “B”
                    Queridos hermanos todos: Un saludo especial  para la Junta de Gobierno y los cofrades de Jesús en su Entrada triunfal a Jerusalén, en este día tan especial para vosotros en que celebráis la Fiesta de vuestro Titular, que es para vosotros vuestro Modelo, Maestro y Señor.
             1.   Un año más, conducidos al desierto, caminamos hacia la Pascua. El Espíritu conduce de nuevo a la Iglesia al desierto. La Cuaresma que iniciamos es la gran invitación a dejarnos conducir al desierto, seducidos por Dios, para que nos hable amorosamente. No perdemos de vista que caminamos hacia la Pascua, para renovar nuestra fe, para renovarnos interiormente y llevar una vida nueva, allí donde cada uno actúa y vive.
                    “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios”, nos ha urgido Jesús en el Evangelio. Debemos, pues, saber y querer aprovechar este tiempo favorable y dar frutos de conversión: “Convertios y creed”, nos reclama Jesús.
                    ¿ Cómo podemos creer, si no escuchamos?; y ¿cómo escucharemos si no hacemos silencio en lo hondo de nuestro corazón? Es necesario hacer callar muchas voces, mucho ruido cotidiano, para oír la llamada de Jesús a cambiar, a renovarnos, a revivir la gracia de nuestro bautismo, a morir y resucitar con Él. Esta es la experiencia del desierto, de reflexión, de ayuno, de caridad y de oración que se nos vuelve a proponer para celebrar la Pascua de verdad.
                    ¿Por qué no intentamos cambiar? Ya se que nos cuesta; parece difícil o imposible. Quizá lo hemos intentado otras veces... ¡Fiémonos de Dios! Para Él nada hay imposible. Cristo nos ayudará a realizar un proceso de conversión auténtica. Tengamos confianza y dejémonos conducir hacia el desierto para concienciarnos de nuestro mal, de todo lo que impide que seamos auténticos hijos de Dios. El nos ayudará
                    Debemos pedir la gracia de darnos cuenta más claramente de todo lo que nos aleja de Dios y del prójimo. Darnos cuenta del desorden que puede haber en nosotros y ordenarnos según los criterios del Evangelio. Esta es la gracia más grande que debe producir en nosotros la Cuaresma.
                    Quiero hacer caso de Cristo. Quiero escuchar su predicación, acoger su Reino y creer de verdad. Dejemos que cale hondo la predicación de Jesús. No nos hagamos el sordo.
                   2. Ser favorecedores de la vida
                    Esta conversión tiene un proceso e intentaremos irla concretando a lo largo de los Domingos de Cuaresma, en algunos puntos que puedan servir para nuestra reflexión personal y comunitaria. Hoy nos fijamos en el fondo de la primera lectura: DIOS ES AMIGO DE LA VIDA, Dios de vivos no de muertos. Un Dios que asegura: “el Diluvio no volverá a destruir la vida...”
                    Hoy vemos a mucha gente metida de lleno en una cultura del vacío, de la muerte. Conformados con un mundo sin sentido, de opresión, de violencia, de guerra, carrera de armamentos, de odio, de muerte... Indiferente ante la pobreza de tanta gente, ante su soledad...
                    Ante este mundo que muchos insatisfechos quisieran destruir, huir de él, Dios nos recuerda que Él ama la vida y el mundo. Que los quiere y desea hacer un pacto perpetuo de amor y de vida: -   El mal no tiene la última palabra.
-         Él interviene en este mundo por Jesucristo para salvar, liberar, potenciar y elevar la vida.
-         Se nos revela como el Dios que está siempre al lado del hombre y en oposición al mal que lo oprime, lo desintegra y lo deshumaniza. El Dios que desea el bien de la persona.
                   3. ¿CÓMO LLEGAR A SER CREYENTES HOY EN ESTE DIOS, AMIGO DE LA VIDA? ¿CÓMO HACERLA POSIBLE?
-         Luchando como Jesús contra toda clase de ídolos que conducen a la persona hacia la muerte. Toda cosa, persona o ideología que ocupe el lugar de Dios, que arrastre al hombre al vacío y rompa la comunión y el amor, es un ídolo. Hay que luchar contra todos los ídolos. Cuaresma es un tiempo importante para descubrir los ídolos que puede haber en nuestro vivir personal y comunitario: indiferencia, pereza, apatía, dinero, diversión...
-         Pero no basta con esto. Hay que favorecer todo lo que es vida para el mundo, para las personas. Ser amigo de la vida, como lo es Dios.
-         Crear vida donde estamos. Ayudar a la debilidad de los demás, para mejorar la vida de todo el mundo...
-         Dedicar tiempo, esfuerzo, dinero a favorecer proyectos 
que hagan nacer, conservar y enaltecer la vida.                     
Este es el camino cuaresmal hacia la Pascua de la Resurrección.

viernes, 20 de febrero de 2015

MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA

Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.
Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.
Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen "parte" con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos.
Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia.
La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31).
Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: "Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Vaticano, 4 de octubre de 2014
Fiesta de san Francisco de Asís
FRANCISCUS PP.

lunes, 16 de febrero de 2015



TARSICIOS DEL MES DE FEBRERO


Reunión de Tarsicios de este mes de febrero. Tras estar un ratito con el Señor, Eucaristía y rezar. Tanto los pequeños como los mayores vieron una película sobre el PERDÓN, intruduciendolos en el próximo tiempo de cuaresma.
A continuación en un globo escribieron la palabra PERDÓN y estuvieron jugando con ellos.
Damos gracias a Dios por su fidelidad.

domingo, 15 de febrero de 2015


PASTORAL LITURGICA

                Mi querido-a hermano-a y amigo-a del grupo Pastoral litúrgica de nuestra querida Parroquia de San Pablo: Te deseo que la paz y el amor de Jesucristo, muerto y resucitado, presida tu vida.

               Siguiendo el plan que nos trazamos a comienzo de curso, te convoco a la reunión mensual que celebraremos, Dios mediante, el PRÓXIMO MARTES, DÍA 17 DE FEBRERO, DE 17,00 A 18, 30  HORAS, PARA PREPARAR LA LITURGIA Y LAS CELEBRACIÓNES DE CUARESMA  EN NUESTRA PARROQUIA, con el siguiente orden del día:

         1.- Saludos, oración propia del grupo de liturgia; y lectura y reflexión del evangelio de día.

         2.- Breve lectura de los acuerdos de nuestra reunión del mes de Diciembre pasado.

         3.­­ El sentido y la importancia del tiempo litúrgico de Cuaresma

         4.- Recordar y actualizar las tareas que cada miembro de nuestro grupo ha de realizar en nuestra Parroquia (en sus celebraciones).

         5.- Utilización práctica de los libros litúrgicos…
                 
        6.- Informaciones, ruegos y preguntas.

        7.- Oración a la Virgen y despedida.

           Recibe mi gratitud y  mis oraciones.            Manuel

REFLEXIÓN PARA ESTE DOMINGO DE DON MANUEL


DOMINGO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

     Queridos hermanos a todos nos habrá conmovido la maldición lanzada sobre el leproso en la primera lectura; “El sacerdote lo declarará impuro… andará arapiento y despeinado… y voceando ¡impuro, impuro! Se trata de una maldición social, religiosa y auto maldición.; el mismo tendrá que gritar su impureza.

      La lepra era un caso típico de exclusión para defensa de la sociedad, porque era contagiosa. La persona enferma no tenía ninguna defensa, solo le quedaba pudrirse…Es más se consideraba como castigo de Dios por su pecado.

 

       Nuestros y nuevos leprosos. Hoy existen doce millones de leprosos, aunque ya no son considerados impuros y pecadores, pero es una verguenza, pues hay medicinas y medios para acabar… y dejamos que se siga contagiando, como otras enfermedades contagiosas como el ébola.

      Hoy también existe otro tipo de lepra que le llamamos los excluidos. Son los que el mundo olvida y son echados de nuestros recintos saludables y acomodados, los que no admitimos en nuestras abundantes mesas del bienestar, lo que no llegan a engancharse en el tren del desarrollo, los que fracasan en la competencia de cada día; viven en la calle, en las zonas periféricas de las grandes ciudades, en chabolas, cárceles, albergues, residencias, clínicas mentales, en campos de refugiados, en hospitales…

      Muchos de estos excluidos sienten sobre sí la misma maldición de los antiguos leproso, el rechazo social, el desprecio, la soledad y el miedo, la falta de calor humano, la falta de esperanza…

 

      Ante esta realidad, QUIERO es la gran palabra de Cristo-Dios al leproso, a todos los leprosos. Es el sí de Dios al leproso, a todos. Es la respuesta afirmativa de Cristo-Dios a la súplica del leproso de entonces y de todos los tiempos. Porque Cristo-Dios es el que escucha los gritos del hombre, de  todos los hombres. La Palabra y el gesto de Jesús va a significar un cambio radical en las relaciones humanas. Dios ha llegado hasta nosotros. Nos amó primero.

      Dice el Evangelio: “Se acercó Jesús a un leproso”. Estaba prohibido, pero estaba desesperado, se jugaba la vida. Había oído hablar de Jesús y había puesto su fe en Él. Jesús sería su único y su último refugio.

      “Suplicando de rodillas”, “Su quieres puedes limpiarme”

Caer de rodillas, es el último paso, y lo explica con la palabra: Puedes curarme, basta que quieras, para ti nada hay imposible, eres Dios.

      “Sintiendo lástima”. Es la más hermosa revelación sobre el misterio de Dios. Jesús escuchó la súplica, no hizo oídos sordos, no dio un rodeo, ni mandó que lo alejaran. Jesús lo escuchó, lo miró y se compadeció de él. Jesús trajo la gran luz de la misericordia a este mundo inmisericorde. Esta misericordia divina es como un rio de bendiciones que riega a la humanidad de generación en generación. Por eso, Dios será siempre nuestro último y nuestro único refugio.

       “Extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio”. Este gesto de Jesús significa la superación de todas las barreras excluyentes que separan a los hombres. Triunfa la misericordia sobre la ley, la costumbre, la estructura. Jesús no solo lo quiere, sino que lo libera de su dolorosa y humillante situación.

      “Quiero y te quiero”. Queda limpio, recupera tu belleza y dignidad. Sé persona y que nadie te menosprecie. Vuelve a tu familia, a los tuyos y no te olvides de alabar y dar gracias a Dios. Ya sabes que El es tu último y único refugio.

      Ante la situación de los nuevos leprosos, el discípulo de Jesús debe repetir sus sentimientos, sus palabras y sus gestos. Sigámonos compadeciendo  de los leprosos y excluidos de la sociedad, y prestándoles la ayuda cercana y liberadora. Que ellos puedan ver también en nosotros su apoyo y su refugio o signos de liberación.

domingo, 8 de febrero de 2015


PASTORAL DE LA SALUD


                 Mis queridos hermanos-as: Te deseo que el amor y la paz de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, presida tu vida.

                   Te cito de nuevo para seguir  realizando nuestra hermosa labor de atender y cuidar a los hermanos enfermos e impedidos.
                

                  Para ello, sirvan estas palabras para convocarte a la  reunión que  celebraremos el próximo Martes día 10 de Febrero, de 17 a 18,30 horas, en el salón parroquial, con  el siguiente orden del día:


                  1.-  Saludos y oración propia del Grupo de salud.

                          Reflexión del Evangelio del día.                         
                 

                   2.- Lectura de los acuerdos y compromisos de la reunión celebrada el mes de Diciembre pasado.
 
                   3.- Como van las visitas conjuntas de visitadoras y ministras de la Comunión y  preparar la Celebración del Día del Enfermo con motivo de la Fiesta de la Virgen de Lourdes, mañana día once.        

                   4.- Palabras del Papa Francisco en la Exhortación “La Alegría del Evangelio, referidas a nuestra actuación pastoral sobre los enfermos e impedidos..

                    5.- Ruegos y preguntas. Oración del enfermo y despedida.               

                   Recibid un fuerte abrazo de vuestro sacerdote, Manuel

REFLEXIÓN PARA HOY DE DON MANUEL


DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

LUCHAMOS CONTRA LA POBREZA. ¿TE APUNTAS?

         Este es el lema que Manos unidas ha escogido para la Campaña de lucha contra el hambre en el mundo, que este año hace la número 56. Este año Manos Unidas, ONG católica analiza los Objetivos de Desarrollo del Milenio y, sobre todo, nos invita a seguir luchando por un mundo más justo.  

           “Todo el mundo te busca”. Le dicen Simón y sus compañeros a Jesús. También nosotros le buscamos, venimos a su encuentro cada Domingo. Y es que quien entra en contacto directo con Jesús de Nazaret cambia su vida, ya nada vuelve a ser lo mismo…Es feliz.

         Así lo venimos comprobando en los Evangelios de estos Domingos. Hoy se nos ha narrado la curación de la suegra de Pedro con estas palabras: “Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó…”

          A lo largo de su vida, Jesús fue testigo ocular de grandes tragedias, sufrimientos y dolencias; del panorama desolador del hombre. A Jesús no le fue ajeno el dolor de los hombres y mujeres con quienes vivió y se relacionó: La suegra de Pedro, enfermos de todo tipo, endemoniados y poseídos. Para todos tuvo una palabra, un gesto y una atención.

          Ninguna pedagogía como la suya para desterrar y dejar atrás camillas, muletas, bastones o sillas de ruedas. Su fuerza era arrolladora, inyectaba vida y confianza en el hombre enfermo… Por eso, “la población entera se agolpaba a su puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males”. Jesús es el hombre que cura, sana, salva y levanta de la postración. Es el hombre que fascina, que admira, que resucita las ganas de vivir a cualquiera que se cruza en su camino. “Sintió lástima de ellos, se le abrieron sus entrañas de misericordia”. “Cristo tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades”

          Esa fue, es y será su misión y tarea: salvar al hombre, aplicarles la mejor medicina: el amor divino. ¡Ofrecer gratuitamente calidad de vida! Es la respuesta de Dios al sufrimiento y al mal en el mundo y en el hombre. Dios no se queda quieto, indiferente, ni resignado ante el mal. Jesús nos invita simultáneamente a luchar  contra el mal y a poner nuestro destino en las manos de Dios. Es la respuesta del Salmo 146 que se convierte en nuestra plegaria: “Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados”.

          La reacción de la mujer curada, como la de tantas personas curadas por Jesús fue ponerse a serviles. Es como la conclusión de la vocación del discípulo: El que ha comprendido en profundidad el mensaje de Jesús, se convierte él mismo en quien proclama y vive radicalmente la entrega generosa a los demás.

          Así lo entendió y vivió su apóstol Pablo que decía “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! No tengo más remedio”. Pablo ha tenido la experiencia profunda de la misericordia gratuita de Dios. Esta experiencia lo ha cambiado y lo ha fortalecido ante cualquier dificultad que se le presente. Pablo ha entendido que entregarse al servicio del Evangelio, al anuncio del amor compasivo y misericordioso de Dios en Cristo, es lo mismo que experimentar el gozo de la salvación.

          Nuestra vida, la vida de todo cristiano, ¿no debería ser lo mismo? Por eso, deberíamos preguntarnos: ¿Es así mi vida: aliviar, curar, ser medicina para el dolor ajeno? ¿Siento que mi fe es fuente de consuelo y fortaleza en mis momentos de dolor, angustia y prueba? ¿Qué dolor produce en mí el sufrimiento de las demás personas?

         Hoy, miles, millones de ojos siguen clavando en ti su mirada, Señor; aguardando un gesto, un alivio, mejora en vidas tan destrozadas y exprimidas. Sus oraciones, plegarias y gritos solo piden ¡salud y vida en abundancia! Yo, por mi parte, solo pedirte que el dolor del mundo, de mis hermanos los hombres, nunca me sea indiferente. Su grito y dolor te los presento hoy… y contigo y por ti a Dios Padre, cuya voluntad es que todos sus hijos tengan vida y vida abundante.  ¡Oh, Señor! Bálsamo, aceite, óleo sanador para nuestro mundo. Haznos, Señor, tener tus mismos sentimientos para que siempre luchemos contra la pobreza, a favor de la vida de todos los seres humanos nuestros hermanos.

jueves, 5 de febrero de 2015

DESDE LA AGRUPACIÓN A LAS COFRADÍAS

El pasado día 2 de febrero en la reunión celebrada por el Consejo de Cáritas Interparroquial  de Baeza, se constató la necesidad de alimentos.
Ante esta llamada la Agrupación Arciprestal de Cofradías ha estimado realizar una RECOGIDA EXTRAORDINARIA DE ALIMENTOS.
Esta tendrá lugar el próximo lunes día 16 de febrero de 6 a 9 de la tarde en la Sede de dicha Agrupación.
A cada cofradía se le ha asignado un tipo de alimentos para atender de forma más eficaz esta demanda.
Estos son por ejemplo: leche, aceite, legumbres.....
GRACIAS A TODOS POR VUESTRA SOLIDARIDAD
La Cofradía del Santísimo Cristo de la Columna y María Santísima de la Salud, Amargura y Esperanza, Nuestra Señora de las Lágrimas, organiza su XVII Exaltación Cofrade, a cargo de D. Ramón Escavias de Carvajal Palomares, Hermando de esta Cofradía. A continuación tendrá lugar el Concierto de la Agrupación Musical "Stmo. Cristo de la Columna y Ntra. Sra. de las Lágrimas". Este acto se celebrará el Domingo 15 de Febrero de 2015 en el Teatro-Cine Montemar, a las 13.00 horas. La entrada es libre hasta completar aforo, pudiendo recogerse las invitaciones en Joyería de la Poza, en la Casa de Hermandad de la Columna o en el Teatro-Cine Montemar.

domingo, 1 de febrero de 2015


REUNIÓN GENERAL DE CATEQUISTAS

          Mis queridos-as hermanos-as catequistas: Que el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo esté con vosotros-as.

          Nos reunimos de nuevo para fortalecer nuestra labor catequética con los niños y niñas que con interés  vienen a  catequesis. La reunión será el día 3 de Febrero, Martes, de 17,00   a 18,30 horas, El orden de la reunión a seguir será:

1º.- Oración propia del grupo de catequesis y reflexión del Evangelio del Domingo, Marcos 1,21-28, aplicado a la catequesis.

2º.- Cuales son las dificultades que encuentras en tu acción catequética. Cómo resolverlas. Dialogar sobre aquellas que son comunes y más importantes.

3º.- Tema de formación: Sobre la Carta Pastoral del Papa Francisco “La alegría del Evangelio”. Capítulo tercero: EL ANUNCIO DEL EVANGELIO Y NUESTRA CATEQUESIS.


4º.- Importancia de la LITURGIA DE CUARESMA EN NUESTRA LABOR CATEQUETICA
         

5º.- Ruegos y preguntas. Oración a la Virgen.


          Esperando tu puntual asistencia, recibe mi oración y  un fuerte abrazo.
      

                                 Manuel

REFLEXIÓN DE DON MANUEL PARA ESTE DOMINGO


DOMINGO IV DEL TIEMPO LITÚRGICO ORDINARIO

                    INTRODUCCIÓN: Queridos hermanos celebramos un nuevo encuentro con Jesús, nuestro Maestro y lo vamos conociendo mejor. Siguiendo a Marcos, después de la vocación de la vocación de los primeros discípulos, nos encontramos hoy con la descripción de cómo Jesús enseñaba al pueblo su doctrina y proclamaba su mensaje: El Evangelio nos ha dicho que lo hacía “CON AUTORIDAD”.  Conviene que reflexionemos sobre el sentido que tiene para nosotros la autoridad de Jesús, y también sobre la manera cómo la Iglesia, los cristianos, debemos ejercer nuestra autoridad...

                   1.- LA AUTORIDAD DE JESÚS EN SU PALABRA.

                    Se nos presenta Jesús practicando su religión, actuando en la Sinagoga de Cafarnaún. Y dice que sus oyentes “quedaron asombrados de su enseñanza, porque nos enseñaba como los letrados, sino con autoridad”.

                    ¿Cómo enseñaban los letrados? Se limitaban a repetir los que estaba escrito, sin ninguna convención personal. Jesús mismo los había acusado de que “hablaban correctamente, pero no vivían lo que decían”

                   Jesús habla por sí mismo; como quien tiene la verdad y la proclama, en virtud de la conciencia que tiene de transmitir la misma voluntad de Dios: “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado”.

                   La autoridad de Jesús está unida a su vida, a su modo de proceder, de vivir: Libre e independiente; no atado a poder alguno. Sus enemigos le decían: “Maestro sabemos que eres sincero y que enseñas de verdad el camino de Dios y no te importa de nadie, pues no miras la personalidad de los hombres”.

                

                   Su doctrina era nueva; así lo captaba el pueblo: Frente al legalismo de la religión oficial, él predicaba el amor y ponía al hombre por encima del sábado. Apuntaba a una vida nueva y a un mundo nuevo. No era un repetidor, sino un creador, en su hablar y vivir. Irradiaba una fuerza nueva, interpelaba, hacia definirse, verdadero desafío para aquella sociedad y sus dirigentes.

 

                   Jesús enseñaba y lo vivía: Su palabra es eficaz y liberadora. El pueblo contemplaba cómo Jesús expulsaba a los demonios y les hacia callar. Ante la enfermedad y el mal, el poder de Jesús brillaba como ser humano y divino. El poder de Dios estaba con Él.

                  2.- LA AUTORIDAD DE JESÚS HOY Y LA NUESTRA

                   Así lo sentimos y lo proclamamos cantidad de cristianos a través del tiempo y hoy en nuestra Iglesia en el mundo entero. Su Palabra sigue teniendo autoridad. Es eficaz, liberadora, da vida. Los que la hemos experimentado, no podemos limitarnos sólo a admirar a Jesús, como sus contemporáneos. Debemos tener la misma autoridad de Jesús.

                   Por el bautismo somos profetas en el pueblo de Dios. Y siempre que hablamos en el nombre de Dios, siempre que somos fieles a su Palabra, hablamos con autoridad. Es la misma autoridad de Dios la que da fuerza a nuestras palabras. Siempre que actuamos en catequesis, en conversaciones, testimoniando nuestra fe, Dios está hablando a través de nosotros, y nuestras palabras y gestos participan (deben) de aquella autoridad con que hablaba y actuaba Jesús, nuestro Maestro.

                   Una vez más su Palabra se hace carne en esta Eucaristía; nos enardece su testimonio y nos convierte en testigos de su amor, de su vida en el mundo. Esa será nuestra mayor autoridad en nuestra sociedad.