DOMINGO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
Queridos hermanos a
todos nos habrá conmovido la maldición lanzada sobre el leproso en la primera
lectura; “El sacerdote lo declarará impuro… andará arapiento y despeinado… y
voceando ¡impuro, impuro! Se trata de una maldición social, religiosa y
auto maldición.; el mismo tendrá que gritar su impureza.
La lepra era un
caso típico de exclusión para defensa de la sociedad, porque era contagiosa. La
persona enferma no tenía ninguna defensa, solo le quedaba pudrirse…Es más se
consideraba como castigo de Dios por su pecado.
Nuestros y
nuevos leprosos. Hoy existen doce millones de leprosos, aunque ya no son
considerados impuros y pecadores, pero es una verguenza, pues hay medicinas y
medios para acabar… y dejamos que se siga contagiando, como otras enfermedades
contagiosas como el ébola.
Hoy también
existe otro tipo de lepra que le llamamos los excluidos. Son los que el mundo
olvida y son echados de nuestros recintos saludables y acomodados, los que no
admitimos en nuestras abundantes mesas del bienestar, lo que no llegan a
engancharse en el tren del desarrollo, los que fracasan en la competencia de
cada día; viven en la calle, en las zonas periféricas de las grandes ciudades,
en chabolas, cárceles, albergues, residencias, clínicas mentales, en campos de
refugiados, en hospitales…
Muchos de estos
excluidos sienten sobre sí la misma maldición de los antiguos leproso, el
rechazo social, el desprecio, la soledad y el miedo, la falta de calor humano,
la falta de esperanza…
Ante esta
realidad, QUIERO es la gran palabra de Cristo-Dios al leproso, a todos
los leprosos. Es el sí de Dios al leproso, a todos. Es la respuesta afirmativa
de Cristo-Dios a la súplica del leproso de entonces y de todos los tiempos.
Porque Cristo-Dios es el que escucha los gritos del hombre, de todos los
hombres. La Palabra y el gesto de Jesús va a significar un cambio radical en
las relaciones humanas. Dios ha llegado hasta nosotros. Nos amó primero.
Dice el
Evangelio: “Se acercó Jesús a un leproso”. Estaba prohibido, pero estaba
desesperado, se jugaba la vida. Había oído hablar de Jesús y había puesto su fe
en Él. Jesús sería su único y su último refugio.
“Suplicando de
rodillas”, “Su quieres puedes limpiarme”
Caer de rodillas, es el último paso, y lo
explica con la palabra: Puedes curarme, basta que quieras, para ti nada hay
imposible, eres Dios.
“Sintiendo
lástima”. Es la más hermosa revelación sobre el misterio de Dios. Jesús
escuchó la súplica, no hizo oídos sordos, no dio un rodeo, ni mandó que lo
alejaran. Jesús lo escuchó, lo miró y se compadeció de él. Jesús trajo la gran
luz de la misericordia a este mundo inmisericorde. Esta misericordia divina es
como un rio de bendiciones que riega a la humanidad de generación en
generación. Por eso, Dios será siempre nuestro último y nuestro único refugio.
“Extendió
la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio”. Este gesto de Jesús
significa la superación de todas las barreras excluyentes que separan a los
hombres. Triunfa la misericordia sobre la ley, la costumbre, la estructura.
Jesús no solo lo quiere, sino que lo libera de su dolorosa y humillante
situación.
“Quiero y te quiero”. Queda limpio, recupera tu belleza y
dignidad. Sé persona y que nadie te menosprecie. Vuelve a tu familia, a los
tuyos y no te olvides de alabar y dar gracias a Dios. Ya sabes que El es tu
último y único refugio.
Ante la situación de los nuevos leprosos, el discípulo de Jesús debe repetir
sus sentimientos, sus palabras y sus gestos. Sigámonos compadeciendo de
los leprosos y excluidos de la sociedad, y prestándoles la ayuda cercana y
liberadora. Que ellos puedan ver también en nosotros su apoyo y su refugio o
signos de liberación.
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