*Domingo XVIII del Tiempo Ordinario*
🪔 Jn 6,24-35
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús les dijo: "Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él". Le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?" Jesús les contestó: "La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado". "¿Y qué señal puedes darnos -le preguntaron- para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del cielo."" Jesús les contestó: "Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo". Ellos le pidieron: "Señor, danos siempre ese pan". Y Jesús les dijo: "Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed".
*Meditación:*
Aunque pueda parecer un juego de palabras, la distancia entre "te quiero porque te necesito" y "te necesito porque te quiero" es abismal y no siempre la tenemos clara. Empezamos a querer a los otros en la medida en que no los buscamos para rellenar nuestros huecos o cubrir nuestras necesidades, sino por ellos mismos. También los discípulos de Jesús tenemos que hacer esta transición, como muestra este texto del evangelio. El Galileo sabe que le siguen porque ha saciado su hambre, pero no porque aún hayan descubierto que Él es el verdadero alimento que nutre por dentro y otorga una vida desbordante. Dejemos que Dios haga en nosotros ese cambio esencial.
*Oración:*
Solo tú, Señor, sacias mi hambre y mi sed. No me dejes sin ti.
*Acción:*
No olvides agradecer el alimento que recibes y bendecir la mesa antes de tomarlo.
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