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viernes, 30 de octubre de 2015

CARTA PASTORAL: MUERTE Y RESURRECCIÓN

Queridos fieles diocesanos:

1. Los cristianos solemos asociar este mes de Noviembre, de tardes cortas, a nuestros difuntos. Quien más, quien menos, desde cerca o desde lejos, recuerda a sus familiares difuntos y, si le es posible, se acerca al cementerio para depositar un ramo de flores y una oración, en señal de afecto y recuerdo.
Para quienes creemos en Jesucristo, sabemos que la muerte de los justos es un encuentro con Dios, que nos llama para sentarnos a la mesa de su Reino y hacernos partícipes de su Vida divina.

Es lo que Cristo nos promete cuando nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, el que cree en Mí, vivirá para siempre”. Él pasó por la experiencia de la muerte, murió verdaderamente, pero resucitó, convirtiéndose en vencedor de la muerte y en soberano de la Vida. Cuantos creemos en Él, tenemos la certeza de que participamos no sólo de la experiencia universal de la muerte, sino también de la gloria de la resurrección

2. Este sentimiento ha sido tan fuerte en el cristianismo, que ya los primeros cristianos borraron de su vocabulario los términos “muerte” y “necrópolis”. Los sustituyeron por los de “dormición” y “cementerio”. Creían firmemente que cuando un cristiano cierra los ojos a este mundo, los cierra de modo temporal, hasta el momento de su resurrección. Por eso al lugar donde los sepultaban no le llamaban necrópolis “ciudad de los muertos”, sino “dormitorio”, que es lo que significa cementerio.

¡Qué gratificante y consolador es pensar, iluminados por la fe, que nuestros seres queridos se han despedido de nosotros con un esperanzador “hasta luego”! Y que, aunque no estén a nuestro lado de forma física, ellos viven su propia identidad en la presencia de Dios e interceden por nosotros. Nada de lo que hay en el corazón humano deja Dios sin satisfacerlo, y nuestro ser añora la inmortalidad.

3. Desde esta fe cristiana ha nacido la piadosa costumbre de ofrecer sufragios por las almas de los difuntos. En el fondo estos sufragios no son otra cosa que una ferviente e insistente súplica a Dios para que tenga misericordia por quienes nos precedieron en la fe, los purifique con el fuego de su amor misericordioso y los introduzca, para siempre, en el reino de la luz y de la vida.
En una ocasión, un cristiano preguntó a San Agustín: “¿Cuánto rezarán por mí cuando me haya muerto?”. El sabio Obispo de Hipona le contestó: “eso depende de cuánto reces tú por los difuntos. Porque el Evangelio dice que la medida que cada uno emplee para dar a los demás, esa medida se empleará para nosotros”. Era una respuesta que le salía de muy adentro, porque su madre, Santa Mónica, le había dicho en Ostia-Italia, poco antes de morir: “No os preocupéis dónde me daréis sepultura, lo que os pido es que no os olvidéis de ofrecer oraciones por mí ante el altar de Dios”.

4. Todo ello nos recuerda, como creyentes cristianos, que mientras vivimos esta vida no hemos llegado aún a la meta, sino que somos caminantes que nos dirigimos a la Vida eterna. Esta peregrinación comienza el día de nuestro nacimiento y de nuestro Bautismo y concluirá en el encuentro con Dios, que nos acogerá por toda la eternidad en su gloria.
Nuestra fe en Jesucristo nos asegura que, si intentamos vivir de verdad, como Él vivió, moriremos con Él y resucitaremos con Él. Nuestra peregrinación, por tanto, está marcada por la esperanza. Es verdad que somos frágiles y pecadores, pero la misericordia de Dios nos llama sin cesar a la conversión, y nos perdona, nos renueva y alimenta con el pan de la Vida. El camino no lo hacemos solos: Jesucristo nos precede y nuestra Madre del Cielo nos lleva de su mano, junto con la gran familia de nuestra Madre la Iglesia.
Mi saludo en el Señor
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén



domingo, 25 de octubre de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO “B”
     Queridos hermanos la Palabra de Dios de este Domingo nos invita a la esperanza y a la alegría, a pesar de los males, que nos puedan aquejar.
     Ya desde la primera lectura 
se nos ha presentado un panorama lleno de gozo, porque Dios promete la curación de los enfermos y la liberación de todos los oprimidos. El Profeta Jeremías invitaba a los judíos que sufrían en el desierto, en una situación desesperada, a tener ánimo, porque Dios quería liberarles, y a todos los ciegos y cojos quería guiar por un camino llano en que no tropezaran.
     También el Salmo es optimista: “La boca se nos llenará de risas… porque el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.
     Todos nosotros somos invitados también sea cual sea nuestra situación, a confiar en Dios, porque Él no quiere la ceguera, la opresión de nadie, sino la luz, la alegría y la plenitud de vida y  felicidad para todos. Y eso que Él quiere, lo vemos hecho realidad cuando llega Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”.
     Así nos lo ha presentado el Evangelio de hoy con la curación del Ciego Bartimeo. Un ciego, sentado al borde del camino sin demasiada esperanza, que grita para que le atiendan. Algunos enfadados, molestos, le quieren hacer callar, pero Jesús sí que le atiende., manda que se lo traigan y entabla un diálogo con él: ¿Qué quieres? ¡Qué pueda ver! ¿Anda, tu fe te ha curado!
                                       
     Cristo manifiesta el amor y la solidaridad de Dios para con el hombre en las oscuridades, dolores e injusticias que sufre en toda la tierra. Por ello se acerca, le llama y le hace recobrar la vista. Con ella Jesús da a Bartimeo la capacidad de llegar a ser un hombre nuevo, un hombre que ha hallado en Cristo la luz interior que tanto esperaba.
     La escena se repite hoy: Jesús y Bartimeo es Jesús y cualquiera de nosotros que tiene grande dificultades para ver. Para ver el camino,  para encontrar el camino, para hacer y andar el camino, el camino de Dios, del amor, de la vida. Nosotros, como el ciego, queremos algo nuevo. No sabemos muy bien qué… felicidad. Pero sí sabemos una cosa, la única que vale la pena saber: Que en Cristo está la luz, que Él es el camino, la verdad y la vida.
     Sabemos que Él pasa a nuestro lado (en su Palabra, en los Sacramentos, en su comunidad, en el buen ejemplo de tantas personas que nos rodean), y tenemos una doble opción: a) Quedarnos sentadosal borde del camino, oyendo pasar a Jesús, sin interés alguno… b) O levantarnos, pedirle su ayuda, su luz,  la fe y echar a andar con Él.
     En la sinceridad de nuestro corazón, debemos todos preguntarnos que tendremos que hacer: .- Quedarnos sentados, sería no asumir nuestras responsabilidades, seria mirar hacia otro lado, hacer oídos sordos a las invitaciones que Dios nos dirige. 2.- Levantarnos y seguir a Jesús. Incorporados, seguiremos a Jesús en su camino hacia Jerusalén, ciudad de la Pasión, de la Cruz, del amor…, pero también de la Resurrección.
                                            
    Nosotros que seguimos a Jesús, que hoy somos sus amigos…, debemos estar atentos a cuántos están al borde del camino y quieren ver, y que gritan de distintas formas a Dios “Ten compasión de nosotros”. Debemos ayudarles a encontrarse con Jesús… Será nuestro mejor servicio en este año de la Misericordia, que vamos a comenzar.
     Hemos comenzado la Eucaristía pidiendo como el Ciego Bartimeo, “Señor, ten piedad”, reconociendo nuestra tiniebla, ceguera, nuestros pecados. En la Palabra de Dios- Evangelio, hemos oído el rumor del paso del Señor con el que hemos dialogado, y en la Fracción del Pan, en la Comunión, nos uniremos a Él y recibiremos su gracia, su divinidad. Todo ello para seguir y vivir su camino que conduce a la plenitud, a la nueva Jerusalén celeste.

sábado, 24 de octubre de 2015

domingo, 18 de octubre de 2015

TIRITAS


REFLEXIÓN DE ESTE DOMINGO DE NUESTRO PÁRROCO


DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO “B” DOMUND

     1.- DÍA DEL DOMUND. Queridos hermanos: Hoy es un día entrañable. Celebramos la Jornada Mundial de las Misiones: el Domund con el lema “Misioneros de la Misericordia”. Es una jornada que nos ayuda a pensar en los países y en el trabajo que realizan miles de misioneros y misioneras, cristianos de nuestra misma Iglesia. Recordamos su compromiso de fe con la justicia y la liberación integral de los pueblos del tercer mundo, y nos dejamos impactar por su valiente testimonio de entrega y de misericordia, a veces, hasta la muerte violenta, como Cristo, rico en misericordia.

     Este año proclamado Año de la Misericordia, el Domund nos invita a buscar el por qué de tanto esfuerzo y sacrificio, a buscar la raíz de la Misión de la Iglesia en el mundo. Y la respuesta es: “Jesucristo, compasivo y misericordioso”. “Misioneros de la misericordia”.              

     2.- NUESTRO MUNDO NECESITA A JESUCRISTO, Palabra, luz para todos los pueblos.  “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande…” decía el profeta.

     Y el Papa Juan Pablo II en su encíclica “Redemptoris Missio” nos decía que si miramos a nuestro mundo veremos “afianzarse en los pueblos los valores evangélicos que Jesús encarnó en su vida: paz, justicia, fraternidad, dedicación a los mas necesitados”.nº3                      Veremos también a millones de personas que buscan el sentido de su vida, de su sufrimiento, y de su muerte.

    Y en el Evangelio hay una respuesta: Jesús nos ha dicho que El “no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar la vida por todos los hombres”. Él quiere y puede satisfacer  la más intima esperanza de la humanidad.       

Así lo explicaba una cristiana: “Hace tres años que me hice cristiana. Y desde que encontré a Jesús todo se me ha vuelto alegría. Todo. No solo la oración o la relación con la Iglesia, sino también todos los quehaceres diarios, todas las preocupaciones y hasta las penas. Todo tiene un sentido nuevo. No puedo quitarme de encima esta alegría. Me sale de dentro, tan natural…”

     Pero, ¿quién hará posible el derecho de toda persona a conocer y amar a Jesucristo y a vivir los valores del Evangelio?

     3.-TODOS LOS CRISTIANOS SOMOS MISIONEROS.

  Anunciar el Evangelio, la Buena Noticia del amor de Dios, es una tarea confiada por Jesucristo a los Apóstoles y a todos los cristianos. Y es lógico: El gozoso anuncio de su amor, al tenerlo y disfrutarlo en nuestras vidas…, debemos darlo y llevarlo: En primer lugar, aquí en nuestro ambiente, trabajando en la “Nueva Evangelización” de nuestros hermanos que se han olvidado de Él y que tiene derecho a conocerle y amarle.

     En segundo lugar, es necesario llevarlo a millones de hombres y mujeres que aún desconocen a Jesucristo y su   mensaje. Pues el conocimiento del Señor les llevará a descubrir su dignidad de hijos amados del Padre, llamados a compartir la gloria de Jesús, el Hijo de Dios.

     La Iglesia, nuestra Iglesia envía misioneros a los pueblos lejanos con el encargo de ofrecerles la Buena Noticia de la Misericordia de Dios mostrada en Jesucristo, su Hijo; los misioneros anuncian a Jesús, reúnen a los creyentes, y así se va construyendo la Iglesia que promueve los valores del Reino de Dios en todo el mundo.  No tienen miedo de dar la vida por aquellos a quienes sirven. Realizan la gran tarea de la Iglesia de Cristo.

     Nosotros los hemos de imitar, evangelizando a nuestros hermanos descristianizados; hemos de interesarnos y cooperar en la misión universal, para que hombres y mujeres de todos los pueblos tengan el derecho cumplido de conocer y amar a Jesucristo.

     4.- LA SANGRE DE CRISTO DERRAMADA POR NOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES.

     Continuemos nuestra celebración recordando las palabras escuchadas hoy en la carta a los Hebreos:“Acerquémonos con seguridad al trono de la Gracia, para alcanzar misericordia. Jesús ofrecerá al Padre su sangre por nosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”


domingo, 11 de octubre de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL


DOMINGO XXVIII ORDINARIO “B”

               Queridos hermanos y hermanas, comenzamos un nuevo curso de pastoral. Como en otros ámbitos de la vida, realizamos nuestros planes, nos damos nuestros objetivos y señalamos las actividades para conseguirlos. Nuestra Parroquia de San Pablo, siguiendo las orientaciones de la Iglesia y en concreto de nuestra Diócesis, nos hemos propuesto presentar “LA ALEGRIA QUE RENACE DE JESUCRISTO MISERICORDIOSO COMO EL PADRE”.

                 Y para ello, hemos de centrar nuestro trabajo en los tres campos de pastoral que siempre han sostenido a la Iglesia: El de la Evangelización…El de la Caridad…. Y el de la Liturgia… (Explicar brevemente estos tres campos).

              Este Domingo la Palabra de Dios nos puede ayudar a centrar nuestra labor pastoral de ya hemos comenzado y que hoy pedimos que el Señor la bendiga.

             “La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo...”  Y hoy, como otras veces, nos deja fuera de combate. Como los apóstoles, hemos quedado tan sorprendidos que nos hemos preguntado: Entonces, ¿quién puede salvarse?, ¿Quién puede vivir esto? Porque dejarlo todo, vender lo que tenemos y darlo a los pobres, es demasiado. Está contra lo que hace la mayoría de las personas.

               Situar en primer lugar de nuestra vida el seguimiento de Jesús y el anuncio del Evangelio, preferir la sabiduría que procede de Dios a las piedras más preciosas... es algo que no nace espontáneamente de nuestro interior. Nos cuesta vivirlo. Porque cada uno tiene sus cosas, sus bienes, sus ahorros, su casa, su plan... Y es cierto que cada uno intenta ser honesto y buena persona. Pero de ahí a darlo todo y dedicarnos a vivir y realizar el mensaje de Jesús hay una distancia inmensa.

              SENTIDO DE LAS PALABRAS DE JESÚS.

              Pero entonces, ¿qué tenemos que hacer? Porque la pregunta es de toda persona y se da en toda vida humana ¿Cómo ser feliz?, ¿Qué hacer para vivir bien y  más?

              Y Jesús nos responde que uno sólo es la vida, el bien y la bondad: Dios. Por eso, vivir consiste en dejarlo todo y venirse conmigo. Y la propuesta de Jesús es para todos, pues el evangelio se refiere a la actitud más radical de cada hombre y de cada grupo humano ante las riquezas y la vida.
 

              Dejarlo todo es vivir una actitud clarividente ante las cosas; es entender y vivir (sabiduría) que las riquezas no constituyen el gran valor de la vida humana; que el hombre no se define por lo que tiene; que uno no es más, si tiene más, o vale más, si posee más.


               Seguir a Jesús significa vivir según Dios, amando como él ama. Jesús con su palabra y con su vida nos dice: “No pongáis vuestra seguridad en las cosas perecederas, o en el dinero... pues la única riqueza es Dios”. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”

              Y en el fondo, aunque a veces algo tarde... llegamos a comprender que nada hay en el mundo que colme la sed de nuestro corazón. Y damos la razón a San Agustín que decía: “Señor, hemos sido creados para ti, y nuestro corazón no descansa hasta que descansa en ti”


              Para llegar a ello se nos pide una actitud de fe. Fiarnos de la palabra de Jesús y llegaremos a tener la verdadera sabiduría. Experimentaremos que cuando somos capaces de dejar casa... por Cristo y para anunciar el Evangelio, recibimos ya en el tiempo presente cien veces más... y en el futuro la vida eterna. Testigos de esto: Maria... Aquí: sacerdotes, religiosos as, catequistas, voluntarios de caritas...

             DOS FORMAS O POSIBILIDADES DE VIVIR ESTO


A)   De forma total y radical: Hemos de preguntarnos y ver si Jesús nos llama a nosotros a vivir personalmente esta radicalidad del Evangelio de hoy, como lo están viviendo testigos, misioneros, sacerdotes, religiosos as y seglares. Nuestro mundo necesitan personas que se decidan a vivir como Jesús. Personas que dejen todo y se dediquen a servir a Jesús en los pobres... Es una llamada real, verdadera que Jesús puede hacer a algunos de nosotros. Pregúntese cada uno, si me la hace a mí.

B)   Otra posibilidad: Plantearse esto con la radicalidad que cada uno sea capaz. Y que en nuestra situación, en tu situación... escuches a Jesús, que juzgue tu vida y que seas valiente, para preguntarte: ¿Qué debo hacer?. ¿qué debo cambiar? Concretar...

EUCARISTÍA.   Lo que Jesús nos pide, es lo que Él hizo para darnos vida: Entregarse absolutamente. La Eucaristía es la presencia de esa entrega, de ese amor total suyo. Llenémonos de él y demos gracias de vivirlo.   

sábado, 10 de octubre de 2015


(PEJ 2015) PEREGRINACIÓN DE JÓVENES A LA VIRGEN DE LA CABEZA

Os presentamos la Peregrinación de los Jóvenes a la Virgen de la Cabeza que tendrá lugar los días 23, 24 y 25 de octubre.
En los enlaces que tenéis más abajo podéis acceder a la información, descargarla y hacer las incripciones. Os recordamos que aquellos que no estéis inscritos todavía en nuestra base de datos, tenéis que seguir todo el proceso de inscripción y finalmente marcar la casilla de la PEJ'2015.
Os animamos a participar y os pedimos como siempre que le deis la máxima difusión.

 


Aquí tenéis toda la información de la PEJ'15

- Inscripciones
- Cartel 
- Díptico
- Autorización para menores

Delegación Episcopal de Juventud

www.descubre.es

CARTA DE VUESTRO PÁRROCO


            Mis queridos Colaboradores apostólicos y feligreses: Os deseo paz y bien.
            

            Después del paréntesis del verano, el Señor nos concede un nuevo curso de pastoral, para seguir haciendo presente su Reino en nuestro mundo.


            Siempre nos cuesta comenzar la actividad pastoral, sin embargo es el mismo Señor el que nos alienta, nos anima y nos fortalece con su Espíritu, recordándonos que “hay más alegría en dar que en recibir”.

            Él cuenta con todos y cada uno de nosotros para trabajar en su viña, poniendo el carisma recibido del Espíritu Santo al servicio del bien común: Unos como grupo de oración, otros como catequistas, otros como visitadores de enfermos, otros como adoradores nocturnos, otros como cofrades, otros como animadores de la Liturgia, otros como servidores de los pobres...

            Este curso lo comenzaremos EL DÍA 11 DE OCTUBRE, DOMINGO, A LAS 20 HORAS CELEBRANDO TODOS LA EUCARISTIA.

       ¡PROCURA NO FALTAR E INVITA A LOS TUYOS!


      Que Dios os bendiga y os pague  vuestro esfuerzo.

 
       Baeza a 8 de Octubre de 2.015.


                                                           Fdo. Manuel Peláez J.

domingo, 4 de octubre de 2015

INTENSOS MOMENTOS VIVIDOS JUNTO A NUESTRA PATRONA LA VIRGEN DEL ALCAZAR DE REGRESO A SU TEMPLO







REFLEXIÓN DE DON MANUEL


DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO “B”

Hermana Mayor y Junta de Gobierno de la Cofradía del Santísimo Cristo del Descendimiento y María Santísima en su Quinta Angustia, las tres Marías. Hermanos Mayores y Cofrades; queridos hermanos y hermanas todos. ¡Qué alegría produce ver a las hermanas y hermanos unidos en torno al altar para celebrar el acontecimiento trascendental de nuestra vida: la victoria de Cristo sobre nuestro pecado y sobre nuestra muerte! Sí. Ese acontecimiento lo celebramos cada Domingo en la Eucaristía. Y hoy de una manera especial  en la Fiesta de vuestros Titulares en su Descendimiento de la Cruz por parte de sus amigos y discípulos, José de Arimatea y Nicodemo, sostenidos por la oración y la contemplación de María su Madre, de Juan  y la de las tres Marías, sus amigas.

Estremecedora escena que se actualiza aquí hoy entre nosotros, sus discípulos, en la Eucaristía. Y en la Eucaristía Jesús, el Maestro, nos da su Palabra que hemos proclamado.

 

      En su camino hacia Jerusalén, donde entregará la vida, Jesús se encuentra con la pregunta maliciosa de los Fariseos, “¿le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Después de una breve disquisición con ellos, Jesús les recuerda EL PLAN DE DIOS SOBRE LA PAREJA, QUE EL ELEVA A SACRAMENTO:

“Abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”

 

      Después sus discípulos en intimidad con el Maestro le vuelven a preguntar sobre la familia y sobre el divorcio. Y Jesús les insiste en la unidad del matrimonio, en la fidelidad de los casados. Este es el ideal que Jesús da a entender a sus discípulos. Este es el proyecto de Dios para la pareja y elevado por Jesús a sacramento.
                

       Hermanos, estas son las palabras de Jesús sobre la pareja, sobre el matrimonio. Cuando nuestro país… está viviendo una verdadera ofensiva contra el matrimonio y la familia: La supresión de la institución matrimonial en el Código Civil, la agilización de los procesos de divorcio, la equiparación de las uniones entre parejas del mismo sexo con el matrimonio, el adoctrinamiento sistemático…    

       También cuando la Iglesia del Cristo en el Sínodo de Obispos reflexiona para dar soluciones a “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”.
 

    Volviendo el argumento que Jesús expone para su afirmación es realmente difícil de rebatir, pues Jesús apoya su afirmación en la voluntad divina en la creación. Jesús nos esclarece esta voluntad creadora al recordarnos que fuimos creados para el amor, para vivir el uno para el otro.

      Y esta unidad de vida en el amor no se da sólo por voluntad humana, sino que Dios también expresa su amor a través  de esta unidad. Por eso Jesús dice: “Lo que Dios unió”. Es decir, que si el matrimonio está llamado  a vivir para siempre, es porque Dios ha fortalecido ese vínculo con su amor (gracia) y su bendición.   

       Y es que el amor entre los esposos no es un amor cualquiera, sino el mismo amor que Dios nos ha comunicado y que se comparte. Amor que está tomando siempre la iniciativa de amar, aunque la respuesta del otro sea débil o inexistente; amor que llena mucho más cuando uno gozosamente se sacrifica para que el otro sea feliz. Por eso,  San Pablo, después de describir el amor cristiano, dice: “El amor  no morirá jamás”. Si muere, no es cristiano.

       A pesar de la dificultad y del sufrimiento que atraviesan muchos miembros de parejas casados y abandonados injustamente por el otro, como comunidad cristiana y como Iglesia no podemos dejar perder este ideal de la fidelidad y comunión matrimonial, como un gran tesoro que hemos de defender. Pero entendiendo también cada una de las realidades que se dan y que sufre cada uno de los hijos de Dios. Hay situaciones difíciles que solo Dios es capar de juzgar. Por eso conviene que recemos por las familias y las ayudemos, que recemos por el Papa y los Obispos en este Sínodo, para que traigan la luz del Espíritu en estos momentos en los que se vive aún más el drama del divorcio y de las separaciones. Que como comunidad cristiana sepamos estar al lado de los que más sufren en estos casos. Y que no nos cansemos de recordar que el proyecto de Dios empieza en el amor

       Según esto, es una pena: Ver derrumbarse en guerra civil un edificio singular, o destruida una gran obra de arte por un insensato, cuando se piensa en los esfuerzos que costó. Igual que el derrumbe de un matrimonio o de una familia no deja de ser un desastre o un fracaso. Pero que hermoso es, en cambio, ir construyendo día a día, el futuro familiar con esfuerzo, con diálogo, con voluntad de ir superando las dificultades, bajo la mirada amorosa de Dios.

       Dicen que el vino viejo tiene mejor sabor; y así ocurre con el amor entre los esposos... La convivencia en lugar de erosionar el amor, lo hace más sólido, más firme, más hermoso, más bello. Para ello hay que alimentarlo. Un fuego sin leña, se va apagando. Los esposos han de mantener este fuego sagrado que viene de Dios.

       Acerquémonos con humildad y sencillez a Dios reconociendo que para vivir tal fidelidad se necesita de su gracia y de su amor. Acerquémonos todos, pues, a Dios para vivir nuestra vocación al amor con plenitud.


       Abramos nuestro corazón y démonos cuenta de que somos limitados, que para vivir plenamente como seres humanos, necesitamos de la esperanza que Dios nos brinda. Abrámonos también a nuestra pareja con sinceridad para ir progresando juntos  en el respeto, la libertad mutua, el diálogo, la comprensión, la confianza.

       Sois los esposos cristianos los que debéis anunciar al mundo, con vuestro modo de vivir que el pensamiento de Jesús no es una utopía irrealizable, sino la fuente de la verdadera felicidad. Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Que todos, viendo vuestro modo de vivir, glorifiquen al Padre del Cielo. Y digamos con Chesterton “quienes hablan contra el matrimonio y la familia no saben lo que hacen porque no saben lo deshacen”.

       Oremos esta semana por todos los matrimonios con dificultades, oremos también por los que no tienen dificultades, para que encontrando el amor y la misericordia de Dios, entiendan mejor su vocación al amor sincero y la felicidad profunda.

       La Eucaristía sea nuestro alimento para construir, vivir, mantener y superar las dificultades...