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domingo, 4 de octubre de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL


DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO “B”

Hermana Mayor y Junta de Gobierno de la Cofradía del Santísimo Cristo del Descendimiento y María Santísima en su Quinta Angustia, las tres Marías. Hermanos Mayores y Cofrades; queridos hermanos y hermanas todos. ¡Qué alegría produce ver a las hermanas y hermanos unidos en torno al altar para celebrar el acontecimiento trascendental de nuestra vida: la victoria de Cristo sobre nuestro pecado y sobre nuestra muerte! Sí. Ese acontecimiento lo celebramos cada Domingo en la Eucaristía. Y hoy de una manera especial  en la Fiesta de vuestros Titulares en su Descendimiento de la Cruz por parte de sus amigos y discípulos, José de Arimatea y Nicodemo, sostenidos por la oración y la contemplación de María su Madre, de Juan  y la de las tres Marías, sus amigas.

Estremecedora escena que se actualiza aquí hoy entre nosotros, sus discípulos, en la Eucaristía. Y en la Eucaristía Jesús, el Maestro, nos da su Palabra que hemos proclamado.

 

      En su camino hacia Jerusalén, donde entregará la vida, Jesús se encuentra con la pregunta maliciosa de los Fariseos, “¿le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Después de una breve disquisición con ellos, Jesús les recuerda EL PLAN DE DIOS SOBRE LA PAREJA, QUE EL ELEVA A SACRAMENTO:

“Abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”

 

      Después sus discípulos en intimidad con el Maestro le vuelven a preguntar sobre la familia y sobre el divorcio. Y Jesús les insiste en la unidad del matrimonio, en la fidelidad de los casados. Este es el ideal que Jesús da a entender a sus discípulos. Este es el proyecto de Dios para la pareja y elevado por Jesús a sacramento.
                

       Hermanos, estas son las palabras de Jesús sobre la pareja, sobre el matrimonio. Cuando nuestro país… está viviendo una verdadera ofensiva contra el matrimonio y la familia: La supresión de la institución matrimonial en el Código Civil, la agilización de los procesos de divorcio, la equiparación de las uniones entre parejas del mismo sexo con el matrimonio, el adoctrinamiento sistemático…    

       También cuando la Iglesia del Cristo en el Sínodo de Obispos reflexiona para dar soluciones a “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”.
 

    Volviendo el argumento que Jesús expone para su afirmación es realmente difícil de rebatir, pues Jesús apoya su afirmación en la voluntad divina en la creación. Jesús nos esclarece esta voluntad creadora al recordarnos que fuimos creados para el amor, para vivir el uno para el otro.

      Y esta unidad de vida en el amor no se da sólo por voluntad humana, sino que Dios también expresa su amor a través  de esta unidad. Por eso Jesús dice: “Lo que Dios unió”. Es decir, que si el matrimonio está llamado  a vivir para siempre, es porque Dios ha fortalecido ese vínculo con su amor (gracia) y su bendición.   

       Y es que el amor entre los esposos no es un amor cualquiera, sino el mismo amor que Dios nos ha comunicado y que se comparte. Amor que está tomando siempre la iniciativa de amar, aunque la respuesta del otro sea débil o inexistente; amor que llena mucho más cuando uno gozosamente se sacrifica para que el otro sea feliz. Por eso,  San Pablo, después de describir el amor cristiano, dice: “El amor  no morirá jamás”. Si muere, no es cristiano.

       A pesar de la dificultad y del sufrimiento que atraviesan muchos miembros de parejas casados y abandonados injustamente por el otro, como comunidad cristiana y como Iglesia no podemos dejar perder este ideal de la fidelidad y comunión matrimonial, como un gran tesoro que hemos de defender. Pero entendiendo también cada una de las realidades que se dan y que sufre cada uno de los hijos de Dios. Hay situaciones difíciles que solo Dios es capar de juzgar. Por eso conviene que recemos por las familias y las ayudemos, que recemos por el Papa y los Obispos en este Sínodo, para que traigan la luz del Espíritu en estos momentos en los que se vive aún más el drama del divorcio y de las separaciones. Que como comunidad cristiana sepamos estar al lado de los que más sufren en estos casos. Y que no nos cansemos de recordar que el proyecto de Dios empieza en el amor

       Según esto, es una pena: Ver derrumbarse en guerra civil un edificio singular, o destruida una gran obra de arte por un insensato, cuando se piensa en los esfuerzos que costó. Igual que el derrumbe de un matrimonio o de una familia no deja de ser un desastre o un fracaso. Pero que hermoso es, en cambio, ir construyendo día a día, el futuro familiar con esfuerzo, con diálogo, con voluntad de ir superando las dificultades, bajo la mirada amorosa de Dios.

       Dicen que el vino viejo tiene mejor sabor; y así ocurre con el amor entre los esposos... La convivencia en lugar de erosionar el amor, lo hace más sólido, más firme, más hermoso, más bello. Para ello hay que alimentarlo. Un fuego sin leña, se va apagando. Los esposos han de mantener este fuego sagrado que viene de Dios.

       Acerquémonos con humildad y sencillez a Dios reconociendo que para vivir tal fidelidad se necesita de su gracia y de su amor. Acerquémonos todos, pues, a Dios para vivir nuestra vocación al amor con plenitud.


       Abramos nuestro corazón y démonos cuenta de que somos limitados, que para vivir plenamente como seres humanos, necesitamos de la esperanza que Dios nos brinda. Abrámonos también a nuestra pareja con sinceridad para ir progresando juntos  en el respeto, la libertad mutua, el diálogo, la comprensión, la confianza.

       Sois los esposos cristianos los que debéis anunciar al mundo, con vuestro modo de vivir que el pensamiento de Jesús no es una utopía irrealizable, sino la fuente de la verdadera felicidad. Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Que todos, viendo vuestro modo de vivir, glorifiquen al Padre del Cielo. Y digamos con Chesterton “quienes hablan contra el matrimonio y la familia no saben lo que hacen porque no saben lo deshacen”.

       Oremos esta semana por todos los matrimonios con dificultades, oremos también por los que no tienen dificultades, para que encontrando el amor y la misericordia de Dios, entiendan mejor su vocación al amor sincero y la felicidad profunda.

       La Eucaristía sea nuestro alimento para construir, vivir, mantener y superar las dificultades... 

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