DOMINGO XXVII DEL
TIEMPO ORDINARIO “B”
Hermana Mayor y Junta de Gobierno de la
Cofradía del Santísimo Cristo del Descendimiento y María Santísima en su Quinta
Angustia, las tres Marías. Hermanos Mayores y Cofrades; queridos hermanos y
hermanas todos. ¡Qué alegría produce ver a las hermanas y hermanos unidos en
torno al altar para celebrar el acontecimiento trascendental de nuestra vida:
la victoria de Cristo sobre nuestro pecado y sobre nuestra muerte! Sí. Ese
acontecimiento lo celebramos cada Domingo en la Eucaristía. Y hoy de una manera
especial en la Fiesta de vuestros Titulares en su Descendimiento de la
Cruz por parte de sus amigos y discípulos, José de Arimatea y Nicodemo,
sostenidos por la oración y la contemplación de María su Madre, de Juan y
la de las tres Marías, sus amigas.
Estremecedora escena que se actualiza aquí
hoy entre nosotros, sus discípulos, en la Eucaristía. Y en la Eucaristía Jesús, el Maestro, nos da su Palabra que hemos
proclamado.
En su camino hacia
Jerusalén, donde entregará la vida,
Jesús se encuentra con la pregunta
maliciosa de los Fariseos, “¿le es
lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Después de una breve
disquisición con ellos, Jesús les recuerda EL PLAN DE DIOS SOBRE LA PAREJA, QUE
EL ELEVA A SACRAMENTO:
“Abandonará el hombre a su padre y a su
madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no
son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”
Después sus discípulos en intimidad con el Maestro le vuelven a preguntar
sobre la familia y sobre el divorcio. Y Jesús
les insiste en la unidad del matrimonio, en la fidelidad de los casados.
Este es el ideal que Jesús da a entender a sus discípulos. Este es el proyecto de Dios para la pareja y
elevado por Jesús a sacramento.
Hermanos, estas son las palabras de Jesús sobre la pareja, sobre el matrimonio.
Cuando nuestro país… está viviendo
una verdadera ofensiva contra el matrimonio y la familia: La supresión de la institución
matrimonial en el Código Civil, la agilización de los procesos de divorcio, la
equiparación de las uniones entre parejas del mismo sexo con el matrimonio, el
adoctrinamiento sistemático…
También cuando la Iglesia del Cristo en el Sínodo de Obispos reflexiona para
dar soluciones a “Los desafíos
pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”.
Volviendo el argumento que Jesús expone para su
afirmación es realmente difícil de rebatir, pues Jesús apoya su afirmación en
la voluntad divina en la creación. Jesús nos esclarece esta voluntad creadora
al recordarnos que fuimos creados para el amor, para vivir el uno para el otro.
Y esta unidad de vida en el amor no se
da sólo por voluntad humana, sino que Dios también expresa su amor a
través de esta unidad. Por eso Jesús dice: “Lo que Dios unió”. Es decir, que si
el matrimonio está llamado a vivir para siempre, es porque Dios ha
fortalecido ese vínculo con su amor (gracia) y su bendición.
Y es
que el amor entre los esposos no es
un amor cualquiera, sino el mismo amor
que Dios nos ha comunicado y que se comparte. Amor que está tomando siempre
la iniciativa de amar, aunque la respuesta del otro sea débil o inexistente;
amor que llena mucho más cuando uno gozosamente se sacrifica para que el otro
sea feliz. Por eso, San Pablo, después de describir el amor cristiano,
dice: “El amor no morirá jamás”. Si
muere, no es cristiano.
A
pesar de la dificultad y del sufrimiento que atraviesan muchos miembros de
parejas casados y abandonados injustamente por el otro, como comunidad
cristiana y como Iglesia no podemos dejar perder este ideal de la fidelidad y comunión matrimonial, como un gran tesoro
que hemos de defender. Pero entendiendo también cada una de las realidades que
se dan y que sufre cada uno de los hijos de Dios. Hay situaciones difíciles que
solo Dios es capar de juzgar. Por eso conviene que recemos por las familias y
las ayudemos, que recemos por el Papa y los Obispos en este Sínodo, para que
traigan la luz del Espíritu en estos momentos en los que se vive aún más el
drama del divorcio y de las separaciones. Que como comunidad cristiana sepamos
estar al lado de los que más sufren en estos casos. Y que no nos cansemos de
recordar que el proyecto de Dios empieza en el amor
Según esto, es una pena: Ver
derrumbarse en guerra civil un edificio singular, o destruida una gran obra de
arte por un insensato, cuando se piensa en los esfuerzos que costó. Igual que
el derrumbe de un matrimonio o de una familia no deja de ser un desastre o un
fracaso. Pero que hermoso es, en cambio, ir construyendo día a día, el futuro
familiar con esfuerzo, con diálogo, con voluntad de ir superando las dificultades,
bajo la mirada amorosa de Dios.
Dicen
que el vino viejo tiene mejor sabor; y así ocurre con el amor entre los
esposos... La convivencia en lugar de erosionar el amor, lo hace más sólido,
más firme, más hermoso, más bello. Para ello hay que alimentarlo. Un fuego sin
leña, se va apagando. Los esposos han de mantener este fuego sagrado que viene
de Dios.
Acerquémonos con humildad y sencillez a Dios reconociendo que para vivir tal fidelidad se necesita de su gracia y de su amor. Acerquémonos todos, pues, a Dios para vivir nuestra vocación al amor con plenitud.
Abramos nuestro corazón y démonos cuenta de que somos limitados, que para vivir
plenamente como seres humanos, necesitamos de la esperanza que Dios nos brinda. Abrámonos también a nuestra pareja
con sinceridad para ir progresando juntos en el respeto, la libertad
mutua, el diálogo, la comprensión, la confianza.
Sois los esposos cristianos los que debéis
anunciar al mundo, con vuestro modo de vivir que el pensamiento de Jesús no es una
utopía irrealizable, sino la fuente de la verdadera felicidad. Vosotros
sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Que todos, viendo vuestro modo de
vivir, glorifiquen al Padre del Cielo. Y digamos con Chesterton “quienes hablan contra el matrimonio y la
familia no saben lo que hacen porque no saben lo deshacen”.
Oremos esta semana por todos los
matrimonios con dificultades, oremos también por los que no tienen
dificultades, para que encontrando el amor y la misericordia de Dios, entiendan
mejor su vocación al amor sincero y la felicidad profunda.
La Eucaristía sea nuestro alimento
para construir, vivir, mantener y superar las dificultades...
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