DOMINGO V DEL TIEMPO
ORDINARIO CICLO B
“Todo
el mundo te busca”. Le dicen Simón y sus compañeros a Jesús. También
nosotros le buscamos, venimos a su encuentro cada Domingo. Y es que
quien entra en contacto directo con Jesús de Nazaret cambia su vida, ya
nada vuelve a ser lo mismo…
Así lo
venimos comprobando en los Evangelios de estos Domingos. Hoy se nos ha
narrado la curación de la suegra de Pedro con estas palabras: “Jesús se acercó, la cogió de la mano y la
levantó…”
A lo largo de su vida, Jesús fue testigo
ocular de grandes tragedias, sufrimientos y dolencias; del panorama
desolador del hombre. A Jesús no le fue ajeno el dolor de los hombres y
mujeres con quienes vivió y se relacionó: La suegra de Pedro, enfermos de
todo tipo, endemoniados y poseídos. Para todos tuvo una palabra, un gesto y
una atención.
Ninguna
pedagogía como la suya para desterrar y dejar atrás camillas, muletas,
bastones o sillas de ruedas. Su fuerza era arrolladora, Inyectaba vida y confianza
en el hombre enfermo… Por eso, ·”la
población entera se agolpaba a su puerta. Curó a muchos enfermos de diversos
males”. Jesús es el hombre que cura, sana, salva y levanta de la
postración. Es el hombre que fascina, que admira, que resucita las ganas
de vivir a cualquiera que se cruza en su camino. “Sintió lástima de ellos, se le abrieron sus entrañas de misericordia”.
“Cristo tomó nuestra dolencias y cargó con nuestras enfermedades”
Esa fue, es y será su misión y tarea:
salvar al hombre, aplicarles la mejor medicina: el amor divino. ¡Ofrecer
gratuitamente calidad de vida! Es la respuesta de Dios al sufrimiento y al mal
en el mundo y en el hombre. Dios no se queda quieto, indiferente, ni
resignado ante el mal. Jesús nos invita simultáneamente a luchar contra el mal y a poner nuestro destino en
las manos de Dios. Es la respuesta del Salmo 146 que se convierte en
nuestra plegaria: “Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados”.
La reacción de la mujer curada, como la de tantas personas curadas por Jesús fue ponerse a serviles. Es como la conclusión de la vocación del discípulo: El que ha comprendido en profundidad el mensaje de Jesús, se convierte él mismo en quien proclama y vive radicalmente la entrega generosa a los demás.
Así lo
entendió y vivió su apóstol Pablo que decía “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! No tengo más remedio”. Pablo
ha tenido la experiencia profunda de la misericordia gratuita de Dios. Esta
experiencia lo ha cambiado y lo ha fortalecido ante cualquier dificultad que se
le presente. Pablo ha entendido que entregarse al servicio del Evangelio, al
anuncio del amor compasivo y misericordioso de Dios en Cristo, es lo mismo que
experimentar el gozo de la salvación.
Nuestra
vida, la vida de todo cristiano, ¿no debería ser lo mismo? Por eso,
deberíamos preguntarnos: ¿Es así mi vida: aliviar, curar, ser medicina para
el dolor ajeno? ¿Siento que mi fe es fuente de consuelo y fortaleza en mis
momentos de dolor, angustia y prueba? ¿Qué dolor produce en mí el sufrimiento
de las demás personas?
Oración:
Hoy, miles, millones de ojos siguen
clavando en ti su mirada, Señor; aguardando un gesto, un alivio, mejora en
vidas tan destrozadas y exprimidas. Sus oraciones y plegarias solo piden ¡salud
y vida en abundancia! Yo, por mi parte, solo pedirte que el dolor del mundo, de
mis hermanos los hombres, nunca me sea indiferente. Su grito y dolor te los
presento hoy… y contigo, y por ti , y por la Virgen María a Dios Padre, cuya
voluntad es que todos sus hijos tengan vida y vida abundante. ¡Oh, Señor! Bálsamo, aceite, óleo sanador para
nuestro mundo.
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