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domingo, 18 de septiembre de 2016

RELFEXIÓN DE DON MANUEL PARA EL DÍA DE HOY


DOMINGO XXV DEL TEIMPO ORDINARIO “C”
         Queridos hermanos vivimos en una sociedad que valora excesivamente el dinero y lo material cuyas consecuencias son las grandes injusticias de este mundo, los casos de corrupción política y financiera…que están produciendo males y desgracias en muchas personas y hogares que han perdido  sus propiedades o sus trabajos… Otras personas e instituciones están paliando muchos problemas…

               Ante esta realidad social, el Señor en su Palabra es muy tajante: “Ningún siervo puede servir a dos amos... No podéis servir a Dios y al dinero”. El Señor presupone que nuestra vida, que nuestro corazón ha sido hecho para amar y ser amado, para la entrega, para la dedicación, para el servicio, para hacer posible la vida…

         Quienes sirven al dinero.

         La primera lectura proclamada es una denuncia, y nos ha mostrado el modus operandi de quienes idolatran el dinero: Son egoístas, sólo piensan en enriquecerse, incluso robando o engañando a los demás: “despojáis a los miserables”; disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanza con trampas”. Viven a su capricho..., pero Dios eso no lo pasa por alto, no lo tolera.

         Quienes sirvan a Dios.

              Jesús nos propone un camino, el que ha vivido él mismo y han vivido y viven tantos hermanos nuestros, para ser feliz: “han puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo” (oración de la Misa). Lo que nos llena de verdad, lo que nos hace mirar el mundo con otros ojos, lo que nos hace realmente ser personas y felices es Dios, es su amor.
 
         Podemos decir que en la vida del cristiano, también en la nuestra, hay como un antes y un después de haber conocido a Dios, a Jesucristo. Así nos lo ha mostrado la Parábola del Evangelio:

          Dios es ese Señor que nos ha entregado los bienes de la tierra para que seamos buenos administradores de ellos. Pero, ¿qué ocurre? Que antes de conocerlo a Dios bien, antes de tener la experiencia de su amor...  solíamos  vivir para el señor dinero, para lo material, para uno mismo, derrochando,  explotando,  aprovechándose, buscando  el negocio... con los bienes recibidos. Podemos decir que servir al  dios dinero (lo material...), nos hacia insensibles a Dios, al amor y a los hermanos. Podíamos decir que  jugábamos y vivíamos a nuestro capricho. Todo daba lo mismo con tal de obtener bienes.

        Es aquello que decía cierto empresario: “Las leyes de la economía obligan a preocuparse más del dinero que de las personas”. Y como decía el Padre Claret: “La sed de los bienes materiales está secando el corazón y las entrañas del mundo moderno”.

         Ahora bien, el que ha conocido a Dios...y ha tenido la experiencia de su amor, ya no vive así; ha de vivir como “hijo de la luz”. Ha de jugar fuerte en granjearse amigos, haciendo uso inteligente de los bienes acumulados injustamente, para no perder el bien único absoluto: Dios y su Reino; la vida, la felicidad, la vida eterna.

         Después de encontrarnos con Jesús..., hemos de imitar a Zaqueo, compartiendo con los pobres a manos llenas, creando vida, puestos de trabajo..., poniendo nuestras vidas, lo que somos y tenemos al servicio de Dios y de los hombres, de los hermanos más humildes...

         Usar los bienes, los talentos recibidos de tal forma que la fraternidad, la que depende de ti, vaya siendo cada vez más posible: solidaridad sistemática con los pobres.

         Utilizar los bienes recibidos o acumulados, recordando el mandamiento de “ayudar a la Iglesia en sus necesidades”  pastorales y económicas. Y ello concretado en compromisos personales...

           Hagamos, pues, hoy un balance de nuestra vida y preguntémonos: Recibimos mucho de Dios y de los demás, pero, ¿damos?, ¿nos damos? ¿Hacemos fructificar los talentos recibidos de Dios en todo los que hacemos? Testimonios y detalles...

         Es el momento de mirar al futuro siendo realistas y listos. Si hemos malgastado lo recibido, viviendo para nosotros mismos..., hemos de ser astutos, listos y granjearnos la amistad de Dios y de todos los hermanos  con la entrega de nuestra vida y con los bienes que nos corresponden incluso justamente, pues así experimentaremos que hay más alegría en dar que en recibir... Que el que siembra generosamente, generosamente recoge

       Al celebrar la Eucaristía queremos llenar nuestro corazón, a ejemplo de La Virgen, de los valores de Dios y de su Reino.



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