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domingo, 10 de julio de 2016


SAN CRISTOBAL, PATRONO DE LOS CONDUCTORES


       “LA MISERICORDIA EN LA CARRETERA”

       “Bienaventurados los misericordiosos”, es el lema de este año para el Día de la Responsabilidad en el Tráfico, con motivo de la Fiesta de San Cristóbal.

        Y es que la Misericordia, nos dice el Papa Francisco “es el acto último y supremo con el que Dios viene a nuestro encuentro”. Y el Diccionario de la Real Academia define la misericordia como la “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimiento y miserias ajenos”.

       Por ello, en pleno Año Jubilar de la Misericordia, también nosotros queremos hacernos eco de las palabras del Papa y proclamar con el Señor y con San Cristóbal por todas nuestras carreteras y calles: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”.

       Esta Bienaventuranza nos llena de alegría y nos compromete a vivir en consecuencia. A todos nos gusta que los demás sean misericordiosos, indulgentes, pacientes y comprensivos con nosotros, a pesar de nuestros fallos y faltas. Ello debe llevarnos a ser humildes, a reconocer que perfecto solo es Dios y a ser misericordiosos con los demás, si queremos alcanzar misericordia.

       En la carretera o en la calle, en el coche o como peatones, no podemos perder los modales y ser jueces inmisericordes con todos los que se cruzan en nuestro camino y hacen -o dejan de hacer- una maniobra o adoptan una actitud inadecuada.

       El lema “Misericordiosos como el Padre”, no invita a no juzgar, a no condenar, sino a perdonar y ser misericordiosos. “Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz”, nos dice el Papa Francisco.

       La parábola del Buen Samaritano de San Lucas es una magnífica manifestación de Dios misericordioso, que se revela en su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que se compadece, levanta y cura al hermano herido y abandonado, lo lleva a la posada y asume los costes de sus cuidados.

       También hoy podemos encontrarnos con personas heridas, por accidentes de diversa naturaleza. Pero puede que vayamos cada uno a lo nuestro, ocupados en nuestras cosas y problemas… Por otro lado, pararse a ver lo que ha pasado, y ayudar en lo que se necesite nos puede complicar la vida, perder tiempo, dinero… y tenemos la tentación de pasar de largo.

       Pero todo cristiano, como el Buen Samaritano, se compadece, se para, atiende y ayuda al herido, aunque sea a costa de todo…

       El Papa Francisco nos recomienda como acciones prácticas las catorce obras de misericordia, será un modo de despertar nuestra conciencia.

       Con frecuencia el ejercicio de las obras de misericordia está relacionado con los desplazamientos. Por ejemplo, para visitar a los enfermos, a los presos, para llevar alimentos, ropa o medicinas, para acompañar en un entierro… Tanto el ejercicio de estas obras corporales como el de las espirituales, exige de nosotros disponibilidad para servir, para aconsejar, para enseñar al que no sabe, para corregir al que comete una infracción, para perdonar las ofensas que otros puedan hacernos, para soportar las molestias que otros nos originen.

       La carretera va asociada a la muerte de personas que pierden la vida en un accidente de tráfico. La última obra de misericordia es: “Orar a Dios por los vivos y los difuntos”. En nuestros desplazamientos, hay tiempo para todo, también para pedir a Dios por nuestra familia, por nuestras necesidades, por las de otras personas, por los vivos y por los difuntos. O para darle gracias a Dios por su ayuda y misericordia.

       A la Virgen la invocamos como Madre de la Misericordia y en la Salve le decimos “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. Pongamos en sus manos a todos los conductores –profesionales o no- para que los guarde en todos sus caminos con su misericordia maternal.

     Feliz Fiesta de San Cristóbal, con la Eucaristía, la bendición de los vehículos, y la convivencia familiar y fraterna.

 

     Manuel Peláez Juárez, párroco de San Pablo 


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