DOMINGO II DESPUES DE NAVIDAD
INTRODUCCIÓN: Queridos hermanos y hermanas: Celebramos el Domingo
primero del año. Y la liturgia vuelve al acontecimiento central de este tiempo,
a la Navidad. Hoy es un día eminentemente contemplativo, día de aprender la
Sabiduría. El día de quedarnos quietos y mudos ante el misterio de Belén, ante
el amor de Dios, ante tanto amor de Dios.
A la vez necesitamos tener un corazón capaz de agradecer el amor, capaz
de maravillarse ante tanto amor.
1.- “EN LA PALABRA HABÍA VIDA”.
El
misterio de la Encarnación es la Palabra dicha, es Palabra-Dios. Es Dios mismo
expresándose ante nosotros. El Niño de Navidad es Dios explicado en carne. Ya
no es Dios alguien inaccesible al que no podemos llegar. Dios se ha hecho
palabra dicha.
TODO
HABIA SIDO HECHO POR ESTA PALABRA: Esta palabra ya venia siendo dicha desde la
creación, desde la historia del Pueblo elegido, de Israel, desde los
acontecimientos todos del mundo; pero hoy se ha dicho del todo. Es una Palabra
que ha vaciado a Dios en el mundo.
ES LA
PALABRA DE LA VIDA, LA PALABRA DE LA LUZ: Dios se ha hecho palabra para
hacernos vivir y para darnos la luz de la sabiduría. Podemos vivir, podemos
ver. Todo se ilumina, todo adquiere otra dimensión vital desde el amor que Dios
nos ha clavado en el corazón con este Niño recién nacido entre nosotros.
LA PALABRA
SE HA HECHO EFECTIVAMENTE CARNE, cercanía, presencia tangible. Se ha revestido
de nuestra humanidad. Y dentro de nuestra pobreza se ha introducido “SU
GLORIA”. Hemos contemplado su gloria. Hemos sido testigos del don de Dios y de
la verdad de Dios. Podemos gustar, paladear a Dios en nuestro corazón.
2.- “EL MUNDO NO LA CONOCIÓ”. Sin
embargo el mundo, muchas personas tienen un drama tremendo: “El mundo no la conoció”. Tanto amor,
tanto empeño, por parte
de Dios, ¡tanto vaciamiento! Y tanta cerrazón por
parte nuestra. ¡Tanta inconsciencia! “No
la recibieron”, “no la conoció”, son frases que expresan el dolor de Dios.
Es un amor abandonado, “El amor no es
amado” gritaba San Francisco de Asís. Es dolor de Dios. Y es pérdida de
nuestra vocación de plenitud. Porque si a Dios le duele nuestra inconsciencia,
a nosotros nos duele nuestra humanidad sin luz y sin vida.
3.- A
pesar de todo, está ahí como oferta de vida y de luz. Está en el Niño, dándonos
capacidad de ser hijos de Dios. Está dando el amor para que podamos nacer a una
dimensión nueva, a la dimensión de Dios. Para que podamos comenzar a vivir de
algo no hecho por mano humana, de algo no nacido de sangre ni de carne. Dios
llenará nuestro ser de su propia vida, y nuestro ser se desplegará en amor.
Debemos, pues, cuestionarnos en serio: ¿qué he hecho del amor de Dios
manifestado en el Niño de Belén? ¿Qué he hecho de su luz y de su vida? ¿Creemos
en su amor? LO QUE “SABEMOS Y VIVIMOS”: No
nos estamos jugando unas ideas o unos planteamientos morales. Nos estamos
jugando la sabiduría de la vida. Nosotros somos sabios “sabemos”, porque hemos gustado el amor de Dios. Y esa experiencia
creyente y profunda nos cambia la vida, porque nos cambia el corazón. Y AHORA
VIVIMOS.
“Bendito sea Dios”. Esa es la expresión
que nos nace del corazón. Bendito sea “porque nos ha bendecido”. “Nos eligió,
nos predestinó”. Nuestra vocación es vivir la vida de Dios en todo lo que
hacemos y sufrimos y gozamos cada día. Porque esta sabiduría de la vida no nos
aleja de las cosas y responsabilidades. Desde la vida Dios nos hace vivir cada
día y cada momento.
Es
verdaderamente hermoso colocarnos ante el misterio de Belén, y quedar
embelesados por lo que vemos. QUE ESTA EUCARISTÍA SEA UN GRAN CANTO DE
ADMIRACIÓN AL QUE NOS HA AMADO. “BENDITO
SEA DIOS”.
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