Así lo hemos pedido en la oración a Dios: “...concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”. Y así nos lo ha recomendado San Pablo: “Estad siempre alegres”.
Pero, ¿ podemos vivir hoy alegres? ¿Tenemos derecho a estar alegres? Cuando en nuestro mundo hay tantos problemas: Inseguridad, hambre, violencia, muertes, guerras, pisoteada la dignidad de muchas personas... ¿Podemos ser felices cuando tantas personas lo pasan mal? Quizá nosotros mismos.
A pesar de todo San Pablo, desde la cárcel, nos ha repetido: “Estad siempre alegres”. Lo que significa que la alegría es posible siempre; y que debemos vivirla tocando con los pies en el suelo, es decir, sin olvidarnos de los problemas que tengamos y nos rodean, sin evadirnos de ellos. Los cristianos, pues, debemos vivir y reivindicar siempre la alegría, porque creemos y tenemos esperanza, y nuestra fe no se cimienta artificialmente. ¿De dónde saca, pues, el cristiano su alegría, en medio de los problemas...? ¿Dónde esta su fuente?
La alegría del cristiano es una actitud permanente que brota de su fe, de poseer en su vida al Señor. Así lo expresa hoy la Palabra de Dios: “Regocíjate... alégrate, gózate de todo corazón... El Señor será el Rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás... El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva...”
Así pues, la esperanza, el gozo y la alegría los cristianos la ponemos en el Señor que viene, que ya llega, la fundamentamos y la garantizamos en Jesús, en la certeza de su presencia entre nosotros como Salvador. Le esperamos y ya está en medio de nosotros. Como nos dice el profeta Sofonías: “El Señor, tu Dios, en medio de ti”. Signos: La Eucaristía. En la sociedad de hoy, descubrimos su acción salvadora en todo lo que hay de bueno en el mundo, progresos, justicia...
“ESTAD SIEMPRE ALEGRES”
Quien vive consciente de la presencia de Dios en él, en la humanidad
entera, vive su vida lleno de confianza, porque se sabe bien acompañado, porque
se siente en buenas manos. Y nunca pierde la ilusión ni la esperanza en que
Dios continúe ejerciendo su acción salvadora.
Esa confianza que es fe, y esa ilusión que es esperanza, son los
fundamentos de la alegría que hemos de vivir y transmitir. Y hemos de reconocer
que no siempre, ni todos los cristianos, somos personas alegres y capaces de
compartir la alegría con los demás.
Hoy hay muchas personas que viven angustiadas, inquietas, nerviosas,
llenas de miedo, acuciados por los males y problemas que tienen y les rodean.
También los hay que están ya ahogados o se han evadido en falsas alegrías e
ilusiones. Los cristianos debemos hacer el buen servicio de transmitir y
comunicar verdadera esperanza,, confianza, ilusión y alegría. Y en esta tarea
“no han de desfallecer nuestras manos”, como afirma el profeta Sofonías.
¿QUÉ HACEMOS?
Tres veces se repite en el
Evangelio de hoy esta pregunta. ¿Qué tenemos que hacer para que todos vean la
salvación que viene de Dios? Juan Bautista les decía y nos dice con un lenguaje
sencillo y concreto: ama, ayuda a los demás, comparte lo que tienes y lo que te
sobre con quien no tiene; sé honrado, haz el bien aquello que tiene que hacer,
respetando a todos, sin manipular ni coaccionar ni violentar a nadie. Si obras
así, dando ejemplo con estos gestos testimoniales, harás que la fe de los
cristianos sea más creíble en este mundo incrédulo e indiferente.; y que la
esperanza que comunicamos se vea acrecentada por nuestro comportamiento, por
nuestro amor sincero en bien de los demás.
“SACAREIS AGUA CON GOZO DE LAS FUENTES DE LA SALVACIÓN”
En la Eucaristía hallamos al
mismo Jesús convertido en pan de vida para nosotros. En Él tenemos el alimento
y la fuerza para ser capaces de llevar a buen fin lo que tenemos que hacer. En
la Eucaristía hallamos presente a Jesús, Dios Salvador, que despierte en
nosotros la esperanza, la alegría, que nos anima para seguir caminando con los
que tenemos al lado construyendo un futuro mejor para todos...
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