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domingo, 21 de abril de 2019

HOMILIA DE LA VIGILIA PASCUAL Y DE RESURRECCIÓN


        Queridos hermanos y hermanas. ¡Felicidades! ¡Enhorabuena! CRISTO HA RESUCITADO.

1.- LA VICTORIA DE LA PASCUA

         Esta noche pascual, noche gozosa y santa  (Este día) es el sol de nuestra vida. Hoy celebramos el paso de Dios entre nosotros, manifestado en Jesús de Nazaret. Este paso lo ha dejado  sembrado todos de amor, de esperanza y de vida.

         El mensaje que hoy recibimos es de alegría y de victoria. “No tengáis miedo, ya no hay nada que temer. No os preocupéis más ni de guardias, ni de losas sepulcrales. El sepulcro ha florecido. Fuera, una vez más, miedos y tristezas. ¿Tenéis algún miedo todavía? ¿Hay alguna tristeza que os domine? ¿Pesa alguna losa sobre vosotros? En esta noche (En este día), Cristo resucitado está junto a vosotros y os habla al corazón: Yo soy tu alegría perfecta. Yo soy tu paz y tu victoria”.
            
         La Pascua de Jesucristo es el punto culminante de la historia y el principio de una nueva historia. La pascua de resurrección es la clave para interpretar el sentido de la vida. Ya no existe un ritmo binario: vida-muerte, nacer para morir, sino un ritmo ternario: vida-muerte-más vida, morimos para vivir. La última palabra no es la muerte, sino Cristo resucitado. La paz vence a la guerra, el amor vence al egoísmo, la vida vence a la muerte. Por eso, hoy adornamos nuestros templos con las más hermosas flores de primavera.
         Cristo ha resucitado. Cristo vive y ya no morirá. Aquel cuerpo roto y ensangrentado, varón de dolores, sin atractivo ni belleza; aquel que fue despreciado y desechado por los hombres... ha florecido gloriosamente y su cuerpo resplandece de hermosura. Cristo vive y está aquí con nosotros, y nos habla al corazón.

         ¿Qué supondría para una familia que ha perdido a un ser muy querido, que éste volviera a la vida? Pues Cristo es de nuestra familia, el amigo universal, el Hermano mayor.                                                                             
         La resurrección de Jesucristo fue obra de Dios“Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”. Los primeros testigos hablan siempre de que “Dios le ha resucitado”. Podríamos imaginarlo como un beso de Dios al cadáver de su Hijo por medio de su Espíritu. Dios iría besando cada una de sus heridas, y en cada beso comunicaba la plenitud de su Espíritu. Y en cada beso le iría diciendo: “Si, Hijo. Todo lo hiciste bien. Todo fue bien”.

2.- LA PASCUA CONTINUA.

         Cristo ha resucitado, pero no basta. Ahora, Cristo quiere que todos participemos de su resurrección cada día, que vivamos ya resucitados. Es como si Dios siguiera besando a cada uno de nosotros, infundiéndonos su Espíritu. “Sí, hijo, yo te quiero y estoy contigo. Yo soy tu fuerza y tu riqueza. Yo soy tu alegría”. Algún día, no muy lejano, nos veremos cara a cara y nuestro abrazo será transformante. Mientras tanto, lucha, como mi Hijo, por la justicia”.

         Si celebramos en verdad la Pascua, tiene que notarse en nosotros sus efectos, que son los signos de la vida nueva. Debemos empezar a ser: 
         Hombres nuevos; es decir hombres purificados. A lo largo de la Cuaresma hemos ido muriendo a nuestras tristezas. En la Cruz de Cristo hemos clavado nuestros pecados. En el sepulcro de Cristo hemos encerrado nuestras semillas de muerte. Ahora tenemos que revestirnos de Cristo y gozar de los sabrosos frutos del Espíritu.
         Hombres de esperanza. La resurrección de Cristo es un sí a la vida y al hombre. Nuestras más profundas aspiraciones pueden cumplirse y nuestros mejores deseos pueden llegar a realizarse. Tenemos derecho a esperar un mundo nuevo, en el que todo sea distinto.
         Hombres alegres. La alegría es la huella que deja Dios a su paso. No es alegría barata y divertida, sino don alcanzado por Cristo con su Pascua. Es una alegría muy profunda.
         Hombres que viven en el amor. La vida nueva que brota del sepulcro está dinamizada por el amor. El amor es la vida. Vivir pascualmente es vivir el amor hasta el fin. Pero el que no ama sigue en el sepulcro.

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