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domingo, 25 de marzo de 2018

                   DOMINGO DE RAMOS, 
              PORTICO DE LA SEMANA SANTA

     Queridos hermanos y hermanas…

    Nos dice la Liturgia: “Seis días antes de la Solemnidad de la Pascua, cuando el Señor subía a la ciudad de Jerusalén, los niños, con ramos de palmas, salieron a su encuentro, y con júbilo proclamaban: ¡Hosanna en el cielo! ¡Bendito tú que vienes y nos traes la misericordia de Dios!”
   Sí, así fue el primer Domingo de Ramos, cuando Cristo inició su gran procesión, su marcha hacia Jerusalén. Jesús sube a Jerusalén porque quiere encontrarse con su pueblo. Ama a su pueblo y quiere protegerle y llenarle de bendiciones. Jesús quiere que se produzca un verdadero encuentro, que lo reconozcan y lo acojan. Jesús camina con la paz en sus manos, ofreciendo a salud, gracia, vida, plenitud... a todos.

   Marchas a la cabeza de los que te acompañan, montas en un borrico, y te dejas aclamar por la gente sencilla. Tres gestos que necesitamos sus seguidores: caminas a la cabeza, vas montado sobre la paz que simboliza el borrico, y compartes la alegría de los que te aclaman. Es todo un símbolo para tu pueblo: grupo de creyentes, que, contigo a la cabeza, caminamos pacificando y alegrando la vida; así adelantamos la resurrección prometida.

     Sin embargo, la marcha de Jesús no ha terminado; ahora continua caminando hacia nuestro pueblo de Baeza, porque quiere estar cerca de todos. El Señor quiere estar cerca de los jóvenes, de los obreros, de los enfermos, de los ancianos, de los pobres y de los niños que son sus preferidos.
               
    El Señor camina también hacia ti. Quiere encontrarse contigo. Quiere que sepas reconocerle y acogerlo, porque quiere cenar en tu casa. El gusta siempre de la cercanía y de la intimidad. Y debes salir a su encuentro, no le puedes defraudar.

   Así pues, coge una palma o un pequeño ramo de olivo para recibir a Jesús, en el comienzo de esta Semana Santa, para blandir a su paso tu adhesión a Él, para acompañarlo en fidelidad. El te ayudará a penetrar en el sentido profundo de los acontecimientos que se van a precipitar a lo largo de la semana.
                  
     Solo una advertencia, que Él no quiere limitarse a una relación amistosa, no quiere quedarse a la puerta, quiere llegar más adentro, más intimidad, quiere llegar a tu corazón. Quiere comer su Pascua contigo, hacerse Él mismo tu paz y tu comida; Él quiere entrar en tu ser más profundo, para que no seas tú, Juan, Antonia, Manuel..., sino Él, quien viva en ti, como lo hizo en su día con María, su Madre y nuestra Madre de la Esperanza y de la Caridad.

    Quédate con nosotros, Cristo Jesús, anímanos a vivir como Tú: caminando a la cabeza del servicio de todos, dando frutos de alegría sincera. Y así siempre hasta el final, hasta nuestra Jerusalén celeste, hasta poner nuestra vida en las manos del Padre.
                          

                        D. Manuel Peláez Juárez.

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