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jueves, 25 de enero de 2018

ORACIÓN Y CAIDA

              “Velad y orad para que no caigáis en tentación” (Mt.26, 41), les dijo Jesús a sus tres buenos amigos Pedro, Juan y Santiago en el Huerto de los Olivos, mientras su Maestro “volvía de nuevo a orar, por tercera vez”. Tres veces cayó Jesús con la Cruz camino del Calvario y tres veces se levantó con ella hasta llegar a la meta. Tampoco es una casualidad que Jesús orase tres veces antes de pasar por la prueba de la Cruz: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”. (Mt.26,39b)

              Todos conocemos la lucha que mantuvo Jesús al comienzo de su vida pública, cuando se retiró al desierto y fue tentado por el diablo en tres ocasiones. Y en las tres ocasiones, Jesús apela, echa mano a Dios Padre, para vencer la tentación del tener, del poder y de la gloria, diciendo: “Está escrito…”

              Durante su vida pública, en su misión, Jesús constantemente pasaba horas y horas hablando con Dios, su Padre, hasta llegar a decir: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Y en la “hora” crucial de su vida, en la hora de su muerte, se dirigió al Padre tres veces con estas Palabras: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; “Dios mío, Dios mío, ¿Porqué me has abandonado?; y “Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu”.

              ¡Qué importante es la oración en la vida de Jesús, el Maestro, y en la vida de los cristianos, sus discípulos!
             
              Por eso, cuando los discípulos le piden que les enseñe a orar, el Maestro les enseña el Padrenuestro. En él resalta “… hágase tu voluntad” y al final “... no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno”.

              Ninguna persona está exenta de la tentación; es más la tentación en sí no es mala. Lo malo es caer en ella; y lo peor es no levantarse, no poderse levantar y vivir arrastrado. Así lo hemos comprobado en nuestra propia vida y en nuestros ambientes. ¿No es verdad que la mayoría de las personas acudimos al médico en momentos de caídas físicas (enfermedades) e incluso a Dios?; sin embargo, hay otras caídas y postraciones (enfermedades morales, pecados) a las que no damos importancia, que las padecemos solos, cuando tenemos el mejor de los médicos y la mejor medicina: Dios Padre y su amor infinito y misericordioso. ¿No deberíamos de aprender de nuestro Señor y Maestro Jesús?

              El creyente, el hijo de Dios, ha de tener confianza siempre en Dios, su Padre, especialmente en los momentos de debilidad, en sus caídas, para levantarse y vivir dignamente. Para ello, le es preciso la oración, el trato personal con Dios, que es compasivo y misericordioso. Y su compasión y su misericordia nos las regala especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, donde uno reconoce sus caídas y el Señor nos levanta con su brazo; y en el Sacramento de la Eucaristía, donde Él mismo se nos entrega por amor, para estar en forma y vivir siempre en la alegría de su amor.

              Hermanos y hermanas de las distintas Cofradías y Hermandades de  Baeza, disfrutar siempre del amor de Dios que es compasivo y misericordioso en su Hijo amado Jesucristo. Y no olvidéis donde nos lo regala: en el Sacramento de la alegría del perdón, de la Penitencia. Que en este tiempo de gracia cada cofrade se encuentre con Jesucristo, su Señor, en el Sacramento de la Reconciliación, y por mediación de La Virgen María, encuentre la paz y el gozo que todos necesitamos.      

               Señor mío, qué te puedo decir sino: ayúdame a orar. Jesús, Maestro, ayúdame a cambiar mis criterios mundanos, mi culto a la eficacia, mi apego al poder y a los medios brillantes y espectaculares.
                        Manuel Peláez Juárez,                                   párroco de San Pablo

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