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domingo, 10 de mayo de 2015

REFLEXION DE DON MANUEL


DOMINGO VI DE PASCUA “B”
 
              Queridos hermanos: ¡Qué privilegio oír y vivir estas palabras que Jesús nos dirige en el Evangelio de este Domingo:  “A vosotros os llamo amigos, pues... Como el Padre me ha amado así os he amado yo, permaneced en mi amor. Amémonos unos otros, por que el amor viene de Dios”.

              He aquí hermanos... la razón última y principal de estar aquí con alegría y gozo, celebrando esta nuestra fiesta: DIOS NOS AMA... y como consecuencia, nosotros que sentimos y experimentamos su amor, nos amamos: padres, familiares, amigos, catequistas, comunidad...

              1.- CONDUCIDOS POR DIOS AMOR.

              Hoy es importante que lleguemos a empaparnos de este convencimiento, de esta realidad y la hagamos experiencia: de que nuestra vida y la vida de todos es conducida por ALGUIEN que se define con esta palabra: AMOR. Somos, pues, fruto del amor, nos sostiene el amor y estamos llamados a amar.
              Jesucristo es quien nos ha mostrado todo eso con su vida: lo que vale, lo que da sentido a todo, lo que realmente hace vivir, es el amor de Dios.

              2.- ¿QUÉ QUIERE DECIR AMAR?

              “Todo el que ama ha nacido de Dios”, nos decía San Juan, y añadía: “el que no ama no ha conocido a Dios”. Estas palabras nos obligan a mirarnos en ellas como en un espejo que refleje nuestra alma y nuestro corazón. Veamos como:
       
              -Amar quiere decir: Tener el corazón y el alma dispuestos siempre a darse a todo aquel que necesite de nosotros, aunque no nos caiga bien...
              -Ser capaces de conmoverse ante los dolores y las debilidades y sentirlos como propios, y sentirse responsables de ellos.
              -Amar quiere decir: Querer, anhelar un mundo diferente, en el que todos los hombres puedan vivir y experimentar la misma dignidad, la dignidad de hijos amados de Dios y de hermanos.

                                           
              -Quiere decir: Crear cada día relaciones de confianza con los demás, no murmurar, ayudar, transmitir confianza, sentirse compañero de camino, querer entender lo que les pasa a los demás en vez de criticarlos; poner todo el esfuerzo y todas las ganas por resolver las tensiones que se presenten, creer en la buena fe de los demás.
              3.- LA ALEGRIA DE CELEBRAR LA FUERZA DEL AMOR DE DIOS.
              Estamos celebrando la Pascua; y eso es la Pascua. La fuerza del Espíritu de Jesús, es la fuerza del Espíritu Santo que ha sembrado la simiente fecunda de aquel árbol plantado en el Calvario, y que fue regado con la Sangre del Hijo de Dios. En eso se nota que Jesús está realmente vivo, que el Espíritu ha sido derramado sobre el mundo entero. ¡Qué alegría poder celebrarlo!

              Que alegría también poder celebrar que esta fuerza de amor llega a tanta otra gente que no conoce a Jesucristo, o que si lo conoce, no se siente atraído por Él. San Juan nos decía: “Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”. El que ama lleva en su interior la semilla de Dios, y tiene con Dios lazos de conocimiento y de unión personal. Aún sin saberlo.

              El Evangelio es un cántico a esa promesa: “Como el Padre me  ha amado, así os he amado yo... Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud. A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer... Os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, vuestro fruto dure”.

              Este amor a los hermanos (fruto del amor de Dios, Cristo) es el verdadero fruto de la Pascua. Cristo nos ha pasado de la muerte a la vida. Ahora lo sabemos, porque amamos a los hermanos. Cristo ha podido a la muerte  y nosotros también...
              Cristo nos ofrece ahora esa realidad, y nosotros convencidos de su victoria, lo vivimos.: Guardando sus mandamientos; permaneciendo en su amor: Sacramentos- vida.
Siendo sus amigos; amándonos unos a otros, celebrando ese amor: La Eucaristía. Así nuestra alegría será la de Cristo, auténtica, y llegará a su plenitud.

                          La Eucaristía es la presencia amorosa y salvadora de Jesús, que se hace viva y palpable. Celebrémosla y recibámosla con profundo agradecimiento.


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