SOLEMNIDAD DE
JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
Celebramos el último domingo del año litúrgico con
la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Celebramos que Dios, nuestro
Padre ha constituido a su Hijo Jesucristo, Señor y Rey del universo. Él es el
que abre y cierra los tiempos y las edades; el primero y el último, el alfa y
la omega, el principio y el fin. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre; el
primer resucitado de entre los muertos, como hemos escuchado a San Pablo.
Con estas y otras expresiones del Nuevo Testamento la Iglesia confiesa
la centralidad y la grandeza de Jesucristo. En su nombre empezamos, con Él continuamos y en Él
acabamos toda la vida cristiana, personal y colectiva.
Y en la Palabra de Dios
proclamada un tema único de fondo: Jesucristo, Pastor y Guia que nos conduce
personalmente hacia el Reino de vida. Un Reino que será para todos aquellos “benditos
de mi Padre” que hayan amado, ayudado a los hermanos, especialmente más
necesitados.
A.
CRISTO, REY DEL
UNIVERSO.
El profeta Ezequiel ha
anunciado que el mismo Dios en persona se va a ocupar de su pueblo: como
pastor, guía, médico, juez, liberador, reunificador. Y así lo recoge el Salmo proclamado: “El
Señor es mi pastor”.
Y esa profecía se ha
cumplido, se ha realizado perfectamente en Cristo Jesús, en quien Dios se nos
ha acercado y dado definitivamente.
Pablo lo presenta como
el RESUCITADO, que ha vencido el mal y
la muerte y nos comunica su nueva vida a todos. Pero será nuestra
comunión con Cristo en el hermano la clave de nuestra salvación...
Ahora bien, el Reino de
Dios no está realizado del todo. Vencerá progresivamente todo mal, y al final
de los tiempos, Jesús entregará a su
Padre el Reino completo con todos los que han creído en Él. Jesús ha inaugurado
el Reino, que continúa ahora su marcha en la Iglesia y en la humanidad hacia la
plenitud.
La imagen de Cristo Rey
se completa hoy en la Palabra de Dios con otras imágenes que nos ayudan a entenderla
mejor: médico, guía, maestro, salvador y Juez, títulos que convergen todos en
su persona.
A.
CRISTO, JUEZ.
Una segunda verdad de esta fiesta es la
presentación
De
Jesucristo como Juez. Jesús que ha enseñado y testificado el amor a Dios y a los
hermanos (esta es su enseñanza y su asignatura fundamental), nos
preguntará, examinará y evaluará de ese
mismo amor.
Pero si nos hemos dado
cuenta no es la palabra amor la que hoy sale en el Evangelio, sino que éste se
traduce en unas actitudes mucho más concretas: son las famosas obras de
misericordia. Nos invitan a preguntarnos: ¿Qué opción hemos hecho en nuestra vida cristiana, ser hermano
de los demás o serles un extraño? ¿Amar o quedar al margen?, ¿de qué me quiero
enriquecer?, ¿de dinero, de poder, de éxitos, ó de obras de amor a los
necesitados?
Y la motivación también
nos la pone clara el Evangelio: Todo ello “a mí me lo hicisteis”, ó “tampoco
a mí me lo hicisteis”. Cristo se ha identificado con los oprimidos y
necesitados. Y es que
A.
EL CRISTIANO PARTICIPA DE LA REALEZA
DE
CRISTO.
Ya en el bautismo, por
la unción del Crisma, participamos de su realeza y señorío, que consiste en
servir, amar, entregarse... Y en la Eucaristía comulgamos con Cristo, nos
identificamos con Él, con sus sentimientos: servir, entregarse para reinar y
vivir.
Así pues, es esta una
fiesta de esperanza, una dosis de esperanza para los que luchan, aman, sufren,
se cansan, se fatigan... Es una fiesta de compromiso... Una fiesta de acción de
gracias…
Esta Eucaristía en la Fiesta de Cristo
Rey nos ha de reafirmar en la opción que hemos elegido. Estamos contentos de
creer, de tener a Cristo como el único y excepcional Guía. De nuevo le vamos a
recibir hoy en la comunión. Digámosle que le amamos y que deseamos seguirle
siempre. Hagámosle entrega de nuevo, y con mayor convicción, de nuestra vida,
de nuestro corazón y de nuestro futuro.
Que la María, Virgen y Reina nos
ayude a vivir la alegría de nuestra fe en su Hijo Jesucristo, Rey y Señor del
universo.
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