DOMINGO DE RAMOS
Queridos... hermanos. Hemos fijado nuestra mirada en aquel que es el
centro de todo cuanto celebramos y vamos a celebrar estos días santos: Jesús,
el Hijo de Dios, nuestro Señor que, con toda fidelidad y amor, sigue el camino
que le lleva a la cruz, y nos abrirá a nosotros las puertas de la vida.
Durante cuarenta días hemos preparado esta gran semana que es la Hora
del Señor y la gran hora, oportunidad de nuestra vida. Es el paso decisivo del
Señor por nuestra historia personal y comunitaria.
SE VACÍA Y SE
ANONADA.
Se nos presenta a un Mesías de condición divina, pero que se olvida de
ella... Que se abaja y se rebaja, se oscurece, se empequeñece, se vacía y
anonada hasta aparecer como esclavo, como un cualquiera...
Se nos presenta un Mesías vendido y traicionado por uno de los suyos y
abandonado por casi todos; agonizando en Getsemaní entre fríos sudores de
sangre. Juzgado escandalosamente por tribunales, burlado, abofeteado apaleado,
para terminar en la cruz.
Esta vida, la de
Jesús, terminó así. Chocó totalmente con tanto mal, con tanta cobardía, con
tanta miseria como hay en el mundo, que murió. Y sigue hoy sufriendo y
muriendo: “La tierra se ha convertido en
un cementerio. ¡Cuántos hombres, cuántos sepulcros! ¡Un gran planeta de tumbas!
Entre todas las tumbas esparcidas en los continentes de nuestro planeta hay
una, la del Hijo de Dios, el Hombre Jesucristo, que venció a la muerte con la
muerte” (Juan Pablo II)
Hay, pues una luz que ilumina todo el
proceso.
Esa luz es el Amor. Es lo que da sentido a toda esta lectura, la
clave de interpretación de esta historia, de esta vida, y de tantas otras
vidas..., la tuya también. Sin esa luz, sin ese amor todo se convertiría en una
tragedia absurda. Pero no, hay un Amor que todo lo explica y que convierte la
tragedia en una victoria final... Podríamos cada uno concretar testimonios...
La pasión
sin amor es un crimen vulgar. La pasión con amor es la historia más hermosa de
salvación. “Nadie tiene amor más grande
que el que da la vida”.
La
Semana Santa nos debe adentrar en el
Misterio de Cristo. Pero no
de una manera folclórica, superficial, sentimental. Nuestra celebración ha de
ser compasiva, comprometida y viva. Y ELLO SUPONE:
a)
Personalizar: No conocer teóricamente, sino comulgar, asumir, compenetrarse,
complementar sus padecimientos y su resurrección. Que Jesús entre en ti y
prolongue su pasión y resurrección en ti.
b)
Actualizar: No sufrió, sino que sufre; no sólo en los oficios..., sino en los
enfermos, en los que padecen, en todos los que sufren...
c) Desde la esperanza: El amor es más
fuerte que el pecado y que la muerte... La esperanza es posible porque el amor
de Dios ha sido derramado en nuestro corazón.
d) Estos días, nuestras
Celebraciones litúrgicas han de ser festivas, pues el Señor está grande con
nosotros y estamos alegres.
La Eucaristía que
celebramos hoy es la pasión, muerte y resurrección de Cristo y con Él todos y
cada uno de nosotros.
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