CONTACTA CON NOSOTROS

Todos los que queráis mandarnos vuestros comentarios y sugerencias podéis hacerlo a: parroquiasanpablo2011@gmail.com

domingo, 15 de septiembre de 2013

REFLEXIÓN DON MANUEL


DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

     Queridos hermanos: Este Domingo, Día del Señor, día de alegría por su triunfo sobre nuestra muerte, celebramos dos fiestas entrañables para la vida de la Iglesia: La Fiesta de la Exaltación de la Cruz de nuestro Señor Jesucristo hoy,  y la Fiesta de la Virgen de las Angustias mañana.

     Las fiestas son siempre motivo de gozo y tienen como fondo un acontecimiento ocurrido que hace que las personas gocen, se alegren y disfruten… En nuestro caso, el acontecimiento ocurrido ha sido que “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único Jesucristo en la cruz para la salvación de todos”. Y unida a Jesús estuvo su Madre, María, al pie de la cruz como Corredentora…

     La Palabra de Dios proclamada nos ha invitado a vivir siempre alegres, porque tenemos a un Padre Bueno que siempre acoge y perdona, el Dios “totalmente otro”, que abre los brazos, el corazón de par en par y hace la gran fiesta con los hijos maltrechos por la vida y sus problemas.

     Ha sido San Lucas, el Evangelista de los pobres y de la Misericordia de Dios, quien, a unos fariseos y letrados que se escandalizaban porque Jesús “acoge a los pecadores y come con ellos”, les contesta con estas tres maravillosas parábolas.

      Las dos primeras (la oveja perdida y la moneda perdida) nos hablan de cómo Dios busca y no se cansa de esperar hasta que encuentra al pecador (de gran valor para Él). Con la del hijo pródigo nos muestra la ternura con que acoge a los pecadores que vuelven a Él.

     Si nos fijamos bien en las tres parábolas sobresale una melodía de fondo, la alegría de Dios Padre que dice: ¡“Felicitadme! He encontrado… ¡Felicitadme! He encontrado… Habrá más alegría en el cielo…, la misma alegría habrá entre los Ángeles… Celebremos un banquete… Debemos alegrarnos…

    A mí me ha sorprendido siempre esta expresión: “Un solo pecador se convierta”.  A veces nosotros soñamos, hablamos de la conversión de muchos. Jesús, sin embargo, habla de la conversión de uno solo. Uno solo, porque cada uno vale inmensamente; cada uno causa la alegría  de Dios. Y ese solo pecador puedo ser yo, puedes ser tú, puede ser cada uno de nosotros.

      ¿Hemos pensado al sentirnos pecadores, que nuestra conversión,  causará esta alegría en el cielo, entre los Ángeles; esta inmensa alegría de Dios de la que nos habla Jesús?

     PENITENCIA Y EUCARISTIA. Según esta Palabra, hoy debemos hacer referencia a dos Sacramentos, regalos de Jesús a su Iglesia. Ambos son signos de la alegría de Dios.

 El primero, el Sacramento de la Penitencia o de la alegría del perdón. ¿Lo vemos y lo vivimos (lo practicamos) nosotros como el sacramento que manifiesta esta gran alegría de Dios por el pecador que se convierte? ¿Lo vivimos como un amoroso y alegre abrazo con Dios Misericordioso  que  quiere que vivamos con dignidad y alegría permanente de hijos y de hermanos?...

     El segundo, la Eucaristía. Jesús comía con los pecadores. También ahora nos invita a sentarnos a su mesa, a comer unidos su Cuerpo y a beber su Sangre para sostener nuestro camino hacia la Pascua eterna.  Después de comer, llenos de su amor y de su alegría, nos invita a compartir su vida, su amor y su alegría con todos los que comparten la vida con nosotros…

     No olvidemos que, unida a Jesús, que carga con nuestros pecados, está la Virgen de las Angustias, refugio de los pecadores, haciendo el camino con todos sus hijos, y entregándonos a Jesús muerto en su regazo, para que también la Madre Iglesia, nosotros, lo entreguemos al mundo para su salvación. Será un buen compromiso para este nuevo curso que comenzamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario