Queridos hermanos: Seguimos
acompañando a Jesús en el camino hacia Jerusalén, donde culminará su obra
redentora. La intención de San Lucas es presentarnos este camino de
Jesús para que todos los cristianos, su Iglesia, lo realicemos, lo vivamos
de idéntica manera que el Maestro.
El domingo pasado nos presentaba
Jesús la radicalidad de su llamada. Su llamada a seguirle supone no estar atado por nada, ni por nadie…
Y aquella llamada radical, aquella disponibilidad suponía, tenía por
objeto, recibir una misión: La misión de anunciar el Reino de Dios
(GOZO, PAZ, JUSTICIA, CONSUELO, VIDA, AMOR DE DIOS)
Este Reino de Dios ya había sido
anunciado y prometido por Isaías a
los israelitas deportados en Babilonia. Y ahora se cumple en la
persona de Jesucristo, al subir a Jerusalén y allí entrega su vida por
todos los hombres. “Festejad a Jerusalén, gozad con ella...porque así dice el
Señor: “Yo haré derivar hacia ella, como
un rio la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones”.
Ahora realizada su misión, Cristo
envía a los discípulos, a su Iglesia con su misma misión. Dice San Lucas:
Designó el Señor otros setenta y dos, y les decía: PONEOS EN CAMINO. Y añade
esta misión a la de los doce, prefigurando la misión universal de la
Iglesia, enviada a evangelizar a todos. De ahí que todo cristiano
debe sentirse enviado anunciar el Reino de Dios (a evangelizar)
Más adelante el Evangelio nos aclara dos
cuestiones básicas de la misión: 1ª. Cuál es la misión que hemos de
realizar. 2ª. Como hemos de realizarla.
1ª.-
“Decid primero: Paz a esta casa… Curad
enfermos… Y decid: Está cerca el Reino de Dios”. Estamos en el centro de lo
que la Iglesia trata de realizar La Nueva Evangelización “Yo haré derivar hacia ella como
un rio la Paz…” Es el resumen de todos los bienes… No se trata de
exportar una cultura o de aumentar nuestro grupo, sino de promover un nuevo
estilo de vida, fundamentado en el amor, en la paz, en la esperanza, en el
perdón, en la generosidad, en la justicia, en la fortaleza, en un mundo todavía
marcado por los distanciamientos, la venganza, la inhumanidad.
Y en el centro de la misión y la tarea,
la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, vivida en cada pueblo, lengua, raza,
como el camino de la verdadera humanidad.
2ª.-
La tarea se concreta: “No llevéis
talega, ni alforja, ni sandalias”. Y es que tan importante como el
contenido de la misión es la manera de llevarla a cabo.
No se trata de imponer la verdad, ni de
condenar a los demás, ni de demostrar que están equivocados, ni de presentarse
como los buenos, o los que tienen respuesta para todo.
Se trata de acompañarnos mutuamente en
el camino de la búsqueda de la verdad sobre la vida hasta la decisión
personal de la fe y el amor en el Espíritu del Evangelio. Esta tarea hay que
realizarla tanto con los alejados como con los de cerca; es la urgencia de
la conversión constante, necesaria. Y no está reservada a unos cuantos, sino
que la tenemos todos, cada uno en su lugar concreto donde vive, porque es la
misión de toda la Iglesia.
Finalmente “No estéis alegres porque se os sometan los espíritus; estad alegres
porque vuestros nombres están escritos en el Cielo”. Es la última e
importante recomendación para la realización de la misión. Porque no hay que
buscar demasiado, ni estar demasiado contentos del propio éxito, cuando se dé; sin
concesiones a la vanidad.
La verdadera alegría es la de saberse
amado por Dios, la de participar en la misma vida de amor de esperanza y de
pobreza que estamos promoviendo.
La
Eucaristía es invitación a estar con el Maestro, llenarnos de su Amor e
invitación a ponerse en camino para anunciar el Reino de Dios con su paz y con
su estilo
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