Queridos hermanos todos en Cristo
Jesús.
Si
esta tarde tuviéramos que arreglar cuentas con el Señor, quedaríamos endeudados
para siempre. Esta tarde Jesús nos amó hasta el fin, sin fin. Su amor desborda
en palabras, gestos, y sentimientos. Es obligado repasar y entrañar los
testimonios de Jesús en esta hora, pues, “habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.
1.- JUEVES SANTO, DIOS INCLINADO A NUESTROS PIES.
Es
verdaderamente impresionante lo que hoy contemplamos: Dios amándonos como sólo
Dios puede amar. La imagen más expresiva es la que San Juan nos ha dado en el
Evangelio de Hoy: Jesús inclinado, de rodillas a los pies de sus discípulos. Es
la imagen de un Dios de rodillas a los pies de los que ama. Es el Dios que nos
lava a base de servirnos con “tanto amor”. “Se despojó de sí mismo tomando
la condición de esclavo” (Flp 2,7).
¡Nada
de extraño que Pedro no lo pueda entender! “No me lavarás los pies jamás”.
Pedro quiere controlar, como nosotros solemos querer controlar. Pero el amor de
Dios no se controla, no tiene control. El amor de Dios no cabe en nuestros
esquemas racionalistas... El amor de Dios no se explica. Simplemente se acoge,
se vive y se adora. Se contempla en el silencio de un corazón extrañado.
¡Estamos ante un gesto de “TANTO AMOR”!.
¿Nos atrevemos a creer que hoy Jesús
está inclinado a nuestros pies, para servirnos, para lavarnos, para amarnos?
¿Nos atrevemos a imaginarnos en nuestra fe a Dios inclinado ante nosotros,
porque nos “ama tanto”? ¿Nos atrevemos a dejarnos a amar así, sin caer en la
tentación de controlar a Dios? Déjate amar..
2.- JUEVES SANTO, DIOS ENTREGADO POR AMOR
Hay
otro gesto, también impresionante: Jesús toma el pan, toma el vino y se entrega
en el pan y en el vino. “Los amó hasta el extremo”. Es el gesto de
entregarse sin reservas. Gesto que mañana veremos realizarse plásticamente en
el misterio de la cruz. Jesús se nos entrega como comida y bebida; y en Él, es
Dios mismo quien se hace Dios entregado.
Nosotros ¡tantas veces idealizamos el amor! ¿No es verdad que nos cuesta
creer el amor hecho pan diario, hecho vino de gozo diario, hecho entrega
diaria? Y, sin embargo Dios se nos da en esta
presencia pequeña de pan y vino,
en esta presencia pequeña de cada día. Presencia pequeña que se hace gesto de
un amor impresionante, gesto de “tanto amor”.
El
signo de la Eucaristía, el gesto de Jesús de entregarse en el pan y en el vino,
¡debería de llevarnos a cambiar nuestras imágenes de Dios! El poder de Dios es
poder por amor, por entrega, por servicio. Dios es Dios porque ama más y mejor
que nadie, como solo Dios puede amar.
Hoy,
cuando en la comunión tomemos en nuestras manos el pan de Dios entregado, ¿nos
atreveremos a creer que tenemos en nuestras manos al Dios entregado por nuestra
liberación? ¿Nos atreveremos a celebrar la Pascua, el paso a la vida, el paso a
la libertad? ¡Nos atreveremos a sentirnos amados “tanto”?.
3.- JUEVES SANTO, LIBERADOS PARA AMAR.
“Vosotros
también lo hagáis”. Hermanos, hemos sido amados por Dios; y el amor de Dios
nos ha liberado como al pueblo de Israel y nos hace caminar en libertad. Hoy
estamos celebrando aquella cena que nos puso en marcha hacia tierras de
libertad. Hemos sido liberados para amar. Estamos celebrando la Pascua. Dios
nos ha regalado un corazón nuevo. Un corazón capaz de inclinarse ante los
necesitados. Corazón capaz de amar a todos aquellos que necesitan de amor.
Corazón capaz de hacerse pan de cada día para todos los que están cerca de
nosotros.
Para
los que celebramos esta cena del Jueves Santo, el amor no puede ser un deseo
idealista. El amor se hace “mandamiento”, se hace tarea, de hace regalo
diario. Hemos sido amados para amar, y sólo amando aprenderemos el amor. Hay en
torno nuestro muchas personas que necesitan que les lavemos los pies. Muchos
pobres que necesitan de nuestro pan. Solamente un corazón en disposición de
amor, dispuesto a compartir, puede penetrar en el misterio pascual de “tanto
amor”.
Hoy ha de ser un día de
agradecimiento. Eucaristía, “acción de gracias”, porque Dios nos ha amado hasta
el extremo. Cuando dentro de unos momentos se repita ante nosotros el gesto de
lavar los pies, hemos de mirar nuestra propia vida, y sentirnos perdonados y
lavados del todo. Y hemos de aprender a mirar en torno a nosotros para percibir
quienes nos necesitan. Y cuando participemos en el gesto de partir el pan de la
Eucaristía, hemos de renovar nuestro compromiso pascual de vivir liberados para
amar. ¿Por qué hemos sido amados!
¡Que el Dios que nos “amó
hasta el extremo”, nos haga permanecer siempre en su amor!
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