Queridos hermanos… Con el Miércoles de
Ceniza iniciamos el camino cuaresmal, un camino de vida hacia la Pascua; una
llamada a abrirnos a la vida, a la vida que es Dios, una hermosa oportunidad
para mejorar nuestra relación con Dios, con los hermanos y con nosotros mismos.
Hoy al imponernos el sacerdote la ceniza
utilizará la formula: “Acuérdate de que eres polvo…”para
recordarnos que somos seres frágiles y mortales…; y la fórmula: “Convertíos
y creed en el Evangelio”, que nos invita claramente a la conversión,
tal como ha hecho el Papa en la carta pastoral Porta fidei: “El
año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor,
único Salvador del mundo”. Y esta conversión no pasa tanto por unas
prácticas penitenciales como por “creer en el Evangelio”. Este es el
reto de cada Cuaresma: creer en el Evangelio.
1.- En tres
ámbitos o dimensiones vitales.
El Evangelio de hoy nos advierte de que lo
que cuenta no es quedar bien, tan arraigado en la gente y en nosotros mismos,
sino vivir con coherencia bajo la mirada amorosa de Dios. Y nos propone
tres prácticas penitenciales, que si
afinamos los cinco sentidos, son un gran examen (de cuarenta días, como Jesús
en el desierto) sobre nuestras relaciones con los demás (la limosna), con Dios (la
oración) y con uno mismo (el ayuno).
2.- La limosna: la relación con los demás.
Es demasiado fácil proponerse aumentar un
poco la limosna a los pobres que tenemos a nuestro alcance… El director de
Caritas de Jaén explica una experiencia sorprendente: un pobre que se dirige a
su benefactor (siempre generoso, aunque hoy se ha olvidado la cartera) y le
agradece la limosna más valiosa: mirarlo y dirigirle la palabra.
Esta larga, tan larga crisis económica,
con tantas consecuencias en la vida cotidiana de tantas personas, nos obliga a replantearnos nuestra relación con los
demás: los parados, los desahuciados, los jóvenes que no encuentran
trabajo, los presos que se quieren reinserta, las personas mayores
dependientes… este es el reto de una limosna bien entendida.
3.- La
oración: la relación con Dios-.
No se trata tampoco de rezar más o menos,
sino de rehacer o repensar nuestra relación con Dios, de rehacer nuestra imagen de Dios, tan maltrecha, tan distorsionada.
En una novela reciente de J. Cabré, “Yo confieso”, el protagonista dice con
irritación: Y este es el Dios de algunos creyentes que viven “No quiero tratos con este Dios”. más
anclados en un Dios del Antiguo Testamento, que se irrita, que castiga, que en
el Padre bueno de nuestro Señor Jesucristo…, este es el reto de una oración
bien entendida.
4.- El ayuno:
la relación con uno mismo.
Quizá hemos confundido el ayuno con unas
prácticas que muchos siguen simplemente para estar en forma, para reducir peso,
para mejorar su imagen, cuando de hecho, lo que nos plantea, es la relación profunda con nosotros mismos. Recuperaremos la paz
con nosotros mismos cuando nos decidamos a vivir
con coraje nuestra vocación cristiana. Ser y vivir como hijos amados del
Padre del cielo… este es el reto de un ayuno bien entendido.
La
Eucaristía de este Miércoles de Ceniza, vivida con coherencia, nos conducirá a
la Eucaristía pascual, después de pasar por los misterios de la pasión y
muerte.
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