EL REINO DE DIOS ESTÁ ENTRE NOSOTROS
Muchos cristianos vivimos sumidos en la indolencia, en una fe de rebajas, en un cristianismo “a la carta”; y acogemos la venida de Dios entre nosotros como si de un simple suceso se tratase y no saltamos de gozo, conscientes de que somos partícipes de una Gran Noticia. Porque a lo largo de la historia no ha habido otra Noticia que haya merecido más primeras páginas: Dios quiere salvar al hombre, Dios nos trae el cielo a la tierra y quiere incorporarnos a su aventura. Este es el gran mensaje de Jesús: que el Reino de Dios está entre nosotros. Por eso hoy vemos a Jesús proclamar a los cuatro vientos: ¡Está cerca el Reino de Dios, convertís y creed la Buena Noticia!
Pero Jesús no quiere en su Reino una masa indolente de adeptos, sino que exige una condición para poder pertenecer al Reino de Dios: es necesario convertirse. ¡Convertíos! Exclamará. Convertirse, es salir de uno mismo y volver la mirada y la vida a otra persona. Es quitar el centro de la vida de mi egoísmo y colocarlo en el amor de Dios y del hermano. Es vivir saliendo de sí mismo para hallarnos con los otros. Porque la persona, cuando encuentra al hermano, ya está cerca de Dios; y cuando encuentra a Dios ya ve en cada hombre a un hermano.
Esta Buena Noticia, este mensaje de salvación necesita mensajeros que lo proclamen. Por ello Jesús recorre Galilea haciendo discípulos para convertirlos en apóstoles, y les invita con energía a seguirle: ¡Venid conmigo y os haré pescadores de hombres! Jesús les invita, como hoy a nosotros, a un cambio total de vida. Y ellos realmente se convirtieron: dejando las redes, su trabajo, su vida, salieron de sí mismos para encontrarse con el Maestro. Y en nombre de su Maestro recorrieron su pequeño mundo continuando con la Buena Noticia: “El Reino de Dios está aquí entre vosotros: ¡Convertíos!”
Hoy la mirada de Dios se posa en cada uno de nosotros, nos penetra con la enérgica y suave invitación a seguirle y ser de los suyos, para seguir predicando la Buena Noticia. Se trata del diálogo de dos libertades: la libertad de Jesús que “llama a quien quiere”; y mi libertad que le responde: “voy contigo, Señor”. Y así nos incorporamos como discípulos en la “aventura del Reino”.
Muchos cristianos vivimos sumidos en la indolencia, en una fe de rebajas, en un cristianismo “a la carta”; y acogemos la venida de Dios entre nosotros como si de un simple suceso se tratase y no saltamos de gozo, conscientes de que somos partícipes de una Gran Noticia. Porque a lo largo de la historia no ha habido otra Noticia que haya merecido más primeras páginas: Dios quiere salvar al hombre, Dios nos trae el cielo a la tierra y quiere incorporarnos a su aventura. Este es el gran mensaje de Jesús: que el Reino de Dios está entre nosotros. Por eso hoy vemos a Jesús proclamar a los cuatro vientos: ¡Está cerca el Reino de Dios, convertís y creed la Buena Noticia!
Pero Jesús no quiere en su Reino una masa indolente de adeptos, sino que exige una condición para poder pertenecer al Reino de Dios: es necesario convertirse. ¡Convertíos! Exclamará. Convertirse, es salir de uno mismo y volver la mirada y la vida a otra persona. Es quitar el centro de la vida de mi egoísmo y colocarlo en el amor de Dios y del hermano. Es vivir saliendo de sí mismo para hallarnos con los otros. Porque la persona, cuando encuentra al hermano, ya está cerca de Dios; y cuando encuentra a Dios ya ve en cada hombre a un hermano.
Esta Buena Noticia, este mensaje de salvación necesita mensajeros que lo proclamen. Por ello Jesús recorre Galilea haciendo discípulos para convertirlos en apóstoles, y les invita con energía a seguirle: ¡Venid conmigo y os haré pescadores de hombres! Jesús les invita, como hoy a nosotros, a un cambio total de vida. Y ellos realmente se convirtieron: dejando las redes, su trabajo, su vida, salieron de sí mismos para encontrarse con el Maestro. Y en nombre de su Maestro recorrieron su pequeño mundo continuando con la Buena Noticia: “El Reino de Dios está aquí entre vosotros: ¡Convertíos!”
Hoy la mirada de Dios se posa en cada uno de nosotros, nos penetra con la enérgica y suave invitación a seguirle y ser de los suyos, para seguir predicando la Buena Noticia. Se trata del diálogo de dos libertades: la libertad de Jesús que “llama a quien quiere”; y mi libertad que le responde: “voy contigo, Señor”. Y así nos incorporamos como discípulos en la “aventura del Reino”.
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