Seguimos escuchando los Evangelios que tratan de las relaciones en la comunidad cristiana. El Domingo pasado se nos decía que somos responsables los unos de los otros en todo; que hay que inmiscuirse siempre en la vida de los demás con amor, y esto se concretaba en la corrección fraterna.
Hoy Jesús nos habla de lo difícil que le es al hombre perdonar y de lo importante que es saber perdonar. Ya sabemos que la historia comienza desde pequeños: un crio se pelea con otro. Y entonces les es fácil decir: “¿me perdonas?; y el ofendido le contesta: “te perdono”. Y uno y otro chico vuelven a jugar de nuevo.
Ya de mayores nos es más difícil perdonar y pedir perdón; hemos de admitir que nos cuesta. Así se manifiesta en cientos de momentos y de ejemplos en la vida de todos. Nuestras relaciones a veces se hacen difíciles que llegan hasta el punto de romperse del todo…
Podríamos decir que todos tenemos establecidos unos límites a nuestra capacidad de perdón: cuando nos parece excesivo el mal que nos han hecho, cuando se repite… Otras veces otorgamos un perdón de escasa calidad y decimos: “perdono, pero no olvido” ó “le perdono pero que vaya con cuidado”, etc. Esta realidad también suele suceder a nivel colectivo, entre familias, pueblos, grupos y entre las mismas iglesias cristianas que estamos divididas…
Ante esta realidad la Palabra de Dios de este Domingo nos recuerda dos grandes verdades:
1ª.- QUE LOS CRISTIANOS SOMOS UNA COMUNIDAD DE PERDONADOS, una familia de redimidos, de la que Dios ha tenido misericordia, entregando a su Hijo en la cruz para el perdón de todos nuestros pecados.
Cada día caemos y nos equivocamos, ¿quién de nosotros no necesita el perdón de Dios? Seamos sinceros y no nos engañemos. Sin embargo Dios nos ha perdonado y nos perdona setenta veces siete, cuando acudimos a Él arrepentidos.
2ª.- QUE LOS CRISTIANOS SOMOS UNA COMUNIDAD RECONCILIADORA. Que nos basta con acercarse al Señor y pedirle perdón solo a Él. Que formamos una familia, una comunidad en la que todos y cada uno de sus miembros hemos de ofrecer y dar el perdón y la misericordia que recibimos “hasta setenta veces siete”; es decir siempre y a todos.
Así pues, Dios nos perdona si ofrecemos el perdón a los que nos han ofendido. Así lo pedimos en la oración del Padrenuestro: “Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Así nos comprometemos a vivirlo, al darnos la paz en la Misa antes de recibir a Jesús Sacramentado, pan partido que nos une a todos, y al recibirlo transforma nuestro corazón.
Hoy Jesús nos habla de lo difícil que le es al hombre perdonar y de lo importante que es saber perdonar. Ya sabemos que la historia comienza desde pequeños: un crio se pelea con otro. Y entonces les es fácil decir: “¿me perdonas?; y el ofendido le contesta: “te perdono”. Y uno y otro chico vuelven a jugar de nuevo.
Ya de mayores nos es más difícil perdonar y pedir perdón; hemos de admitir que nos cuesta. Así se manifiesta en cientos de momentos y de ejemplos en la vida de todos. Nuestras relaciones a veces se hacen difíciles que llegan hasta el punto de romperse del todo…
Podríamos decir que todos tenemos establecidos unos límites a nuestra capacidad de perdón: cuando nos parece excesivo el mal que nos han hecho, cuando se repite… Otras veces otorgamos un perdón de escasa calidad y decimos: “perdono, pero no olvido” ó “le perdono pero que vaya con cuidado”, etc. Esta realidad también suele suceder a nivel colectivo, entre familias, pueblos, grupos y entre las mismas iglesias cristianas que estamos divididas…
Ante esta realidad la Palabra de Dios de este Domingo nos recuerda dos grandes verdades:
1ª.- QUE LOS CRISTIANOS SOMOS UNA COMUNIDAD DE PERDONADOS, una familia de redimidos, de la que Dios ha tenido misericordia, entregando a su Hijo en la cruz para el perdón de todos nuestros pecados.
Cada día caemos y nos equivocamos, ¿quién de nosotros no necesita el perdón de Dios? Seamos sinceros y no nos engañemos. Sin embargo Dios nos ha perdonado y nos perdona setenta veces siete, cuando acudimos a Él arrepentidos.
2ª.- QUE LOS CRISTIANOS SOMOS UNA COMUNIDAD RECONCILIADORA. Que nos basta con acercarse al Señor y pedirle perdón solo a Él. Que formamos una familia, una comunidad en la que todos y cada uno de sus miembros hemos de ofrecer y dar el perdón y la misericordia que recibimos “hasta setenta veces siete”; es decir siempre y a todos.
Así pues, Dios nos perdona si ofrecemos el perdón a los que nos han ofendido. Así lo pedimos en la oración del Padrenuestro: “Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Así nos comprometemos a vivirlo, al darnos la paz en la Misa antes de recibir a Jesús Sacramentado, pan partido que nos une a todos, y al recibirlo transforma nuestro corazón.
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