LE RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN
El anuncio más importante de la fe cristiana es que Cristo ha resucitado, que vuelve a estar entre los suyos, que se hace compañero de camino; que conversa con los discípulos, les explica las Escrituras y ante sus ojos parte el Pan.
También hoy, Cristo sale a nuestro encuentro y nos acompaña en nuestro peregrinar, nos entusiasma con su palabra y se queda sacramentalmente entre nosotros
El Señor sabe cuán frágil es nuestra memoria y cuán fugaces nuestros entusiasmos; cómo se enfría nuestra fe y cómo nuestras adhesiones no siempre están determinadas por intenciones limpias. Por eso viene a nuestro lado para refrescarnos la memoria y para devolvernos el fervor primero y la esperanza perdida.
Cada día nos llegan tantas voces que no son capaces de reavivar nuestro corazón. Dejemos que el Señor se nos acerque: Escuchemos su voz en el silencio interior. El nos explicará las Escrituras y arderá nuestro corazón. Sólo cuando El nos hable y abra nuestros ojos, le reconoceremos al partir el Pan.
La fe ve más de lo que ven nuestros ojos; ese Pan que partimos y compartimos es el Cuerpo del Señor. Es un gesto cotidiano, pero en él está resumido el misterio de nuestra fe. Cuando lo celebramos, salimos llenos de amor a comunicar lo que nuestros ojos han visto y lo que nuestro corazón ha sentido: el amor del Señor que quiere a los hombres hasta dar su vida para que todos vivan y vivan eternamente.
El anuncio más importante de la fe cristiana es que Cristo ha resucitado, que vuelve a estar entre los suyos, que se hace compañero de camino; que conversa con los discípulos, les explica las Escrituras y ante sus ojos parte el Pan.
También hoy, Cristo sale a nuestro encuentro y nos acompaña en nuestro peregrinar, nos entusiasma con su palabra y se queda sacramentalmente entre nosotros
El Señor sabe cuán frágil es nuestra memoria y cuán fugaces nuestros entusiasmos; cómo se enfría nuestra fe y cómo nuestras adhesiones no siempre están determinadas por intenciones limpias. Por eso viene a nuestro lado para refrescarnos la memoria y para devolvernos el fervor primero y la esperanza perdida.
Cada día nos llegan tantas voces que no son capaces de reavivar nuestro corazón. Dejemos que el Señor se nos acerque: Escuchemos su voz en el silencio interior. El nos explicará las Escrituras y arderá nuestro corazón. Sólo cuando El nos hable y abra nuestros ojos, le reconoceremos al partir el Pan.
La fe ve más de lo que ven nuestros ojos; ese Pan que partimos y compartimos es el Cuerpo del Señor. Es un gesto cotidiano, pero en él está resumido el misterio de nuestra fe. Cuando lo celebramos, salimos llenos de amor a comunicar lo que nuestros ojos han visto y lo que nuestro corazón ha sentido: el amor del Señor que quiere a los hombres hasta dar su vida para que todos vivan y vivan eternamente.
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