Queridos fieles diocesanos:
Cantemos “Aleluyas”. Esta palabra del idioma hebreo se ha convertido en expresión alegre de los redimidos por la Resurrección de Jesucristo.
Las siete semanas de Pascua son para los cristianos como un largo día de fiesta. Celebramos, con el Cirio encendido en la Vigilia Pascual, que Cristo no sólo resucitó hace dos mil años, sino que continúa acompañándonos y se hace presente entre nosotros.
Ya desde el primer día de la Resurrección, Jesús prometió darnos su Espíritu y continúa el cumplimiento de su promesa. Por eso este tiempo termina en la Pascua de Pentecostés en la que se apaga la luz del Cirio Pascual simbólicamente.
1. Volvió a la vida y se apareció a las mujeres
Leemos en San Lucas que “el primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les aparecieron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: ¿por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado... Habiendo vuelto del sepulcro anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.”(Lc 24, 1-9).
Estas mujeres, refiere el mismo evangelista “eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago. También las demás que estaban con ellas contaban esto a los apóstoles” (Lc 24, 10). Luego se apareció a Pedro, a los demás apóstoles y ante más de quinientos hermanos.
¡Cómo se disfruta y cuánto bien nos hace acudir a la Palabra de Dios y releer, una y otra vez, estas apariciones! Murió en la Cruz, en el monte Calvario, pero realmente, también, volvió a la vida. Con qué claridad y profundidad trata este tema trascendental de la fe cristiana Su Santidad, Benedicto XVI, en la segunda parte de su libro sobre “Jesús de Nazaret” (9, pp. 281-321).
2. ¿Por qué se apareció primero a aquellas mujeres?
Sabemos que habían seguido a Jesús desde el comienzo de su ministerio en Galilea y que no lo habían abandonado nunca, ni siquiera en la desbandada general, hasta de sus discípulos íntimos, durante su Pasión. Ellas le habían seguido con una única pretensión: servirle, porque le querían, junto a su Madre.
No habían podido cumplir con el rito de embalsamarlo. Les faltó tiempo en la tarde del viernes pues, como explica San Juan en su Evangelio, para los judíos “era el día de la preparación de la Pascua” y tenían prohibido hacer ese trabajo. Por eso les faltó tiempo para acudir de madrugada al sepulcro y cumplir con aquel acto piadoso. Seguían amándole, incluso después de muerto.
Jesús quiso pagárselo haciéndolas apóstoles para los Apóstoles. Cuando el testimonio de la mujer no tenía entonces ninguna consideración, Jesús demuestra que sí es válido y resalta su testimonio. Si en su pueblo no podían testificar en los juicios, en el nuevo pueblo de Israel, en la Iglesia, la mujer será apóstol para sus Apóstoles.
Como un día dijo en casa de Simón el fariseo, defendiendo y perdonando a la mujer pecadora: “Se le perdona mucho porque ha amado mucho”. Se apareció primero a quienes más le amaban: su Madre y aquellas mujeres.
3. ¿Quiénes ven hoy y siguen al Resucitado?
Escribe San Agustín que “todos admiten que murió, incluso los paganos”, pero sólo los creyentes admiten, sin embargo, que resucitó.
Jesucristo no ha resucitado todavía para muchos. Agnósticos, ateos y no creyentes, no tienen dificultad en admitir la muerte del Hijo de Dios, pero no su resurrección. Tampoco para algunos, que se llaman cristianos. Jesucristo es solamente para ellos una persona. No pueden, con esta concepción, hablar con Cristo persona resucitada, que nos bendice, perdona, llena de luz y de paz. ¿Cómo pueden amarle?
Escribe el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica Deus caritas est que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”(n. 1)
Las tinieblas se transforman en luz junto a la llama del Cirio de la Pascua. Sin esa luz del Resucitado, sin el encuentro con su persona, la niebla impide ver nuestra verdad, y sólo la verdad nos hace libres.
No dudemos en buscar a Jesucristo con el amor de aquellas mujeres, porque Él se hará presente en nuestras vidas. Camina con nosotros. Animemos de forma especial a los jóvenes de nuestras familias y comunidades a que no se pierdan el acontecimiento, probablemente único en la historia de su vida, de encontrarse con el Papa. Junto al calor de agosto se encenderán de la luz del Resucitado muchas vidas de cristianos que propagarán luego su luz por todas partes, también en nuestra Iglesia diocesana.
“Seguidme, que yo os precederé”, nos dice a todos Jesús resucitado. Sigámosle. Vayamos detrás de Cristo. Él nos marca y acompaña en el camino de nuestras vidas.
Feliz Pascua.
+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ
OBISPO DE JAÉN
Cantemos “Aleluyas”. Esta palabra del idioma hebreo se ha convertido en expresión alegre de los redimidos por la Resurrección de Jesucristo.
Las siete semanas de Pascua son para los cristianos como un largo día de fiesta. Celebramos, con el Cirio encendido en la Vigilia Pascual, que Cristo no sólo resucitó hace dos mil años, sino que continúa acompañándonos y se hace presente entre nosotros.
Ya desde el primer día de la Resurrección, Jesús prometió darnos su Espíritu y continúa el cumplimiento de su promesa. Por eso este tiempo termina en la Pascua de Pentecostés en la que se apaga la luz del Cirio Pascual simbólicamente.
1. Volvió a la vida y se apareció a las mujeres
Leemos en San Lucas que “el primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les aparecieron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: ¿por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado... Habiendo vuelto del sepulcro anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.”(Lc 24, 1-9).
Estas mujeres, refiere el mismo evangelista “eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago. También las demás que estaban con ellas contaban esto a los apóstoles” (Lc 24, 10). Luego se apareció a Pedro, a los demás apóstoles y ante más de quinientos hermanos.
¡Cómo se disfruta y cuánto bien nos hace acudir a la Palabra de Dios y releer, una y otra vez, estas apariciones! Murió en la Cruz, en el monte Calvario, pero realmente, también, volvió a la vida. Con qué claridad y profundidad trata este tema trascendental de la fe cristiana Su Santidad, Benedicto XVI, en la segunda parte de su libro sobre “Jesús de Nazaret” (9, pp. 281-321).
2. ¿Por qué se apareció primero a aquellas mujeres?
Sabemos que habían seguido a Jesús desde el comienzo de su ministerio en Galilea y que no lo habían abandonado nunca, ni siquiera en la desbandada general, hasta de sus discípulos íntimos, durante su Pasión. Ellas le habían seguido con una única pretensión: servirle, porque le querían, junto a su Madre.
No habían podido cumplir con el rito de embalsamarlo. Les faltó tiempo en la tarde del viernes pues, como explica San Juan en su Evangelio, para los judíos “era el día de la preparación de la Pascua” y tenían prohibido hacer ese trabajo. Por eso les faltó tiempo para acudir de madrugada al sepulcro y cumplir con aquel acto piadoso. Seguían amándole, incluso después de muerto.
Jesús quiso pagárselo haciéndolas apóstoles para los Apóstoles. Cuando el testimonio de la mujer no tenía entonces ninguna consideración, Jesús demuestra que sí es válido y resalta su testimonio. Si en su pueblo no podían testificar en los juicios, en el nuevo pueblo de Israel, en la Iglesia, la mujer será apóstol para sus Apóstoles.
Como un día dijo en casa de Simón el fariseo, defendiendo y perdonando a la mujer pecadora: “Se le perdona mucho porque ha amado mucho”. Se apareció primero a quienes más le amaban: su Madre y aquellas mujeres.
3. ¿Quiénes ven hoy y siguen al Resucitado?
Escribe San Agustín que “todos admiten que murió, incluso los paganos”, pero sólo los creyentes admiten, sin embargo, que resucitó.
Jesucristo no ha resucitado todavía para muchos. Agnósticos, ateos y no creyentes, no tienen dificultad en admitir la muerte del Hijo de Dios, pero no su resurrección. Tampoco para algunos, que se llaman cristianos. Jesucristo es solamente para ellos una persona. No pueden, con esta concepción, hablar con Cristo persona resucitada, que nos bendice, perdona, llena de luz y de paz. ¿Cómo pueden amarle?
Escribe el Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica Deus caritas est que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”(n. 1)
Las tinieblas se transforman en luz junto a la llama del Cirio de la Pascua. Sin esa luz del Resucitado, sin el encuentro con su persona, la niebla impide ver nuestra verdad, y sólo la verdad nos hace libres.
No dudemos en buscar a Jesucristo con el amor de aquellas mujeres, porque Él se hará presente en nuestras vidas. Camina con nosotros. Animemos de forma especial a los jóvenes de nuestras familias y comunidades a que no se pierdan el acontecimiento, probablemente único en la historia de su vida, de encontrarse con el Papa. Junto al calor de agosto se encenderán de la luz del Resucitado muchas vidas de cristianos que propagarán luego su luz por todas partes, también en nuestra Iglesia diocesana.
“Seguidme, que yo os precederé”, nos dice a todos Jesús resucitado. Sigámosle. Vayamos detrás de Cristo. Él nos marca y acompaña en el camino de nuestras vidas.
Feliz Pascua.
+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ
OBISPO DE JAÉN
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