*Domingo XX del Tiempo Ordinario*
🪔 Jn 6,51-58
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo". Los judíos se pusieron a discutir unos con otros: "¿Cómo puede éste darnos a comer su propio cuerpo?" Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre".
*Meditación:*
Por más que nos acostumbremos, hay palabras de Jesús que son duras y desconcertantes. Ofrecer su cuerpo para ser comido y hacerlo con la rotundidad y claridad con que lo hace en este texto tendría que resultarnos hasta escandaloso, tal y como les sucedía a los judíos que le escuchaban. Nos nutrimos porque el alimento que tomamos se convierte en nuestro propio cuerpo. Con la Eucaristía sucede algo distinto, porque Jesucristo, al ofrecerse a sí mismo como alimento, es Él quien nos va transformando por dentro y dándonos de su misma vida; ¿cómo no maravillarnos? Renovemos el asombro ante un amor así que continúa entregándonos su cuerpo como verdadera comida.
*Oración:*
Enséñame, Señor, a reconocerte dentro de mí en cada Eucaristía.
*Acción:*
Cuando vayas a comulgar, acude con hambre del amor de Jesús, a quien vas a recibir.
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