*Domingo VI del Tiempo Ordinario*
🪔 Mc 1,40-45
Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo: "Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad". Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo: "Quiero. ¡Queda limpio!" Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho: "Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad". Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle.
*Meditación:*
Hay pasajes del evangelio, como este, que nos dejan desconcertados. En este caso, no sabemos qué idea hacernos del leproso. Si bien se acerca a Jesús con una confianza admirable, no cumple su mandato expreso de no contar aquello que le ha sucedido. Por un lado, callar cómo y quién le ha sanado facilita el paso de la curiosidad a la fe en Jesús de quienes le escuchan. Por otro lado, el texto pone en evidencia una característica propia de quienes hemos experimentado la acción del Señor en nuestras vidas: resulta difícil guardarlo para sí y no compartirlo con los demás. ¡Que nuestro testimonio no haga difícil el encuentro de otros con Quien nos salva!
*Oración:*
Gracias, Señor, por tu misericordia, que no se asusta de mis lepras. ¡Que no deje yo nunca de ser también compasivo!
*Acción:*
Abraza hoy a quien necesite de tu cercanía.
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