*Domingo IV del Tiempo Ordinario*
🪔 Mc 1,21-28
Llegaron a Cafarnaún, y el sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar. La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como los maestros de la ley. En la sinagoga del pueblo, un hombre que tenía un espíritu impuro gritó: "¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco. ¡Sé que eres el Santo de Dios!" Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole: "¡Cállate y sal de este hombre!" El espíritu impuro sacudió con violencia al hombre, y gritando con gran fuerza salió de él. Todos se asustaron y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva y con plena autoridad! ¡Hasta a los espíritus impuros da órdenes, y le obedecen!" Muy pronto, la fama de Jesús se extendió por toda la región de Galilea.
*Meditación:*
Es difícil explicar qué entendemos por autoridad y por qué se la otorgamos a unas personas y no a otras. No se trata tanto de una realidad objetiva y evidente para todo el mundo como de la percepción de que las palabras y la vida de alguien tienen un "peso" y unas resonancias que no son las habituales. No existen baremos que nos permitan medirla, pero el modo en que Jesucristo se sitúa ante el mal y ante aquello que impide a la persona ser y vivir como está llamada generó una conciencia de "plena autoridad" en quienes estaban ahí. Situémonos también nosotros al modo de Jesús.
*Oración:*
Sin tu presencia, Señor, se apoderan de mí los malos espíritus. Pero contigo tengo esperanza.
*Acción:*
Ora al Señor y echa de tu lado hoy las actitudes negativas que te vengan a la cabeza.
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