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domingo, 2 de enero de 2022

HOMILÍA DEL DÍA DE MARIA MADRE DE DIOS

 

SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA, MADRE DE DIOS

 

                        Queridos hermanos, os deseo un feliz y prospero Año Nuevo. Hoy es el primer día del año 2.022; y el primer día del resto de nuestra vida. Y es que siempre estamos comenzando. Y siempre estamos sintiendo la necesidad de una nueva bendición y protección.

                        Hoy imploramos la bendición del Señor: Que el Señor te bendiga y te proteja, el Señor te ilumine, el Señor te sonría, el Señor te pacifique, el Señor te fortalezca. Si no te quita los obstáculos... que te ayude a superarlos. Lo más importante es que El te acompañe siempre. Si El te acompaña, pase lo que pase, serás feliz.

                        Todas las bendiciones se concentran en el Niño que nos ha nacido y que hoy fue circuncidado y recibió el nombre de Jesús. El nombre de Jesús expresa todas las bendiciones de Dios al hombre: Es el Dios que salva, que se acerca benévolo y compasivo, con poder curativo y liberador. No es el Dios que viene a ajustarnos las cuentas, Él viene a perdonarnos, a sacarnos de nuestras prisiones, a devolvernos nuestra dignidad...

 

                        MARIA, MADRE DE DIOS

 

                        Y al Niño, a Jesús se le encuentra gracias a María, la Madre. La Misión de María fue y es propiciar el encuentro de Dios y el hombre. Su vocación no es otra que la de ser MADRE DE DIOS,  la que permite que Dios sea engendrado en su vientre, la que proporciona a Dios el cuerpo y la sangre, la que alimenta a Dios, la que cría y hace posible a Dios. ¿Qué más puede ser y se puede decir de una criatura?  - Si Dos piensa y siente como hombre se debe a María. - Si Dios puede mirar y amar como hombre, se debe a María. - Si Dios puede emocionarse, llorar... se debe a María.

                        Por eso, María está asociada a la misión de Jesús. En todos los momentos importantes de su vida aparece María. Maria se convierte en Sacramento de Cristo, como la Iglesia. Si acudimos a Maria no tardaremos en encontrar a Jesús.

 

                        María es también una bendición de Dios, un don para el hombre. Dios no solo nos regala al Hijo, nos regala también a la Madre. La Iglesia, cada uno de nosotros, tiene también una Madre.  Y como Madre, Maria nos protege, nos ayuda, intercede permanentemente por nosotros. Acudamos...

 

                        ¿Cómo no agradecer a Dios esta bendición, este don? ¿Cómo no amar y agradecer a María? ¿Quién puede sentirse  

huerfano en la Iglesia?  Tenemos a un Dios que es Padre, tenemos a una Madre que está cerca de Dios.          

 

                        2.- DANOS, SEÑOR, TU PAZ.

 

                        Hoy celebramos también la Jornada Mundial de la paz  instaurada por el Papa Beato Pablo VI desde el año 1.968. Y con San Juan Pablo II hacemos memoria de la Jornada Mundial de oración por la paz, que tuvo lugar en Asís hace 33 años. Y con Zacarías recordamos que aquel sol que viene del cielo, viene “para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. Y con la primera lectura de hoy pedimos al buen Dios que ilumine su rostro sobre nosotros y sobre el mundo entero y nos conceda la paz. Y con el niño en el pesebre que, cuando será mayor subirá a la montaña y gritará con todas sus fuerzas: “Dichosos los que trabajan por la paz”, los que siembran por todas partes semillas de paz. A todos los que hoy, en un mundo zarandeado por tantas tensiones, violencias, apuestan por la paz, la bienaventuranza les dice que “ellos se llamarán los Hijos de Dios”. ¡Qué alegría trabajar por la paz! ¡Qué compromiso más hermoso trabajar por la paz!   

 

                     Y con el Papa Francisco hoy nos hace el siguiente LLAMAMIENTO: La construcción  de la paz mediante la no violencia activa es un elemento necesario y coherente del continuo esfuerzo de la Iglesia para limitar el uso de la fuerza por medio de normas morales, a través de su participación en las instituciones internacionales y gracias también a la aportación competente de tantos cristianos en la elaboración de normativas a todos los niveles. Jesús mismo nos ofrece un “manual” de esta estrategia de construcción de la paz en el así llamado Discurso de la montaña. Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10) trazan el perfil de la persona bienaventurada, buena y auténtica. Bienaventurados los mansos, dice Jesús, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de justicia. Esto es también un programa para los líderes políticos y religiosos, para los responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades”.

                                                            

 

                 La paz la tenemos que pedir a Dios como un don, pero la tenemos que trabajar cada día nosotros. Y para ello, desde el día uno de Enero de 2.011 comenzó su andadura en la Iglesia el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que ayudará a la Iglesia a promover, con creciente eficacia, “los inconmensurables bienes de la justicia, la paz y la protección de la creación” y de la solicitud hacia los emigrantes, “los necesitados, los enfermos, los excluidos, los marginados y las víctimas de los conflictos armados y de las catástrofes naturales, de los encarcelados, los desempleados y las victimas de cualquier forma de esclavitud  de tortura”

 

                  Comenzamos un nuevo año y pedimos a María, Reina de la paz, que nos ayude a encontrarla y mantenerla siempre en nuestro interior, y que esta paz en el corazón contribuya a hacer cada día más posible la paz en la sociedad que nos rodea. Así sea. 

                     3.- AL EMPEZAR EL AÑO, PAZ.

 

                   Con Jesús nació la Paz. Él es Príncipe de la Paz. Hoy es Jornada Mundial de la paz. Este año el Papa Benedicto XVI ha escogido el lema “Bienaventurados los que buscan la paz”.

                   Creyentes del mundo uníos a Cristo-Paz, para que seáis hijos y apóstoles de la paz. Hombres y mujeres de buena voluntad del mundo, uníos en el Espíritu pacificador, para hacer posible otro mundo más unido, más solidario, más pacífico.

                   Se nos invita a poner paz donde haya guerra, unión donde haya discordia, puentes donde haya muros.

                   Jesús es Niño-Paz, Niño-Pan, Niño-Palabra. La Paz se convierte en pan, basta inclinar un poco la última letra. Si no hubiera tanta guerra y tantas armas, habría más educación y más alimentos. Lo que se quita a la paz favorece la miseria, y cuanto se invierte en desarrollo favorece la paz.

 

                   El cristiano es, es el hombre renovado, hijo de la solidaridad y la esperanza. A pesar de tantas dificultades y fracasos, no se da por vencido, mira siempre adelante. El cristiano  no se pliega sobre sí mismo, sino que se despliega y sale a los caminos para vendar los corazones desgarrados. No se acomoda, ni se deprime, sino que se levanta y se ofrece, siempre disponible. Está bien armado con su capacidad, su generosidad y su oración. No se limita a dar cosas, da tiempo, se da a sí mismo. Hace de su vida una sinfonía de servicio. Es de los que siempre tienen el corazón dispuesto.

 

                   “Quien quiere hacer algo encuentra un medio, quien no quiere hacer nada encuentra una excusa”.  Proverbio árabe.

 

                   Maria, Madre de Dios, es Reina de la paz. No se hizo sorda a la Palabra; la escucha en Dios y en los hermanos, sus hijos. Escucha el clamor del oprimido, y del que ya no tiene fuerza par gustar; es la que prestó su voz al que no la tiene, la que entiende el lenguaje de los pobres, la que sabe dialogar y se deja interpelar.

 

                   Como hijos suyos, aprendamos a imitarle. Unidos a Jesús, Príncipe de la Paz y a su Madre, Reina de la Paz, hagámosla posible este año y siempre en cualquier lugar y situación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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