DOMINGO
XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “B”
Queridos hermanos y hermanas sed
bienvenidos a celebrar el Domingo, el Día
del Señor, el Día de los cristianos. Día de la Iglesia diocesana que
formamos los bautizados, presididos por el Obispo, sucesos de los Apóstoles,
con el lema: SOMOS UNA GRAN FAMILIA, CONTIGO.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a
vivir actitudes muy sencillas, pero profundas… Hoy es un día de esos.
1.- UNA MUJER POBRE, VIUDA Y GENEROSA.
El episodio
de la primera lectura es delicioso: ante la sequía que azotaba a Israel y que
afecta también al Profeta Elías, el hombre de Dios, la persona que le ayuda es
precisamente la viuda de Sarepta, cerca de Sidón (Líbano). Extranjera y pobre.
Es admirable la fe de esta mujer, que se fía de Dios y pone lo poco que tiene a
disposición de su profeta. Más tarde la alabará Jesús en Lc.4, 26. “Muchas viudas había
en Israel en tiempos de Elías…”, provocando la ira de sus paisanos. Y Dios
la premia: pues “ni la orza de harina se
vació, ni la alcuza de aceite se agotó”. Se cumplió lo que hemos proclamado
en el Salmo: “El Señor mantiene su
fidelidad… sustenta al huérfano y a la viuda”.
2.- LA VIUDA QUE APORTÓ DOS
REALES: TODO LO QUE TENÍA. El episodio anterior del Antiguo Testamento nos ha
introducido en la escena del Evangelio, que el mismo Jesús presenció en el
pórtico del templo de Jerusalén: La pobre viuda que echa en el cepillo dos
reales para el mantenimiento del culto a Dios. Una cantidad pequeña, pero muy
grande para ella.
Jesús denuncia el contraste de la
ostentación de los que se creen importantes, que todo lo hacen para ser vistos,
y la sencilla humildad de la viuda. Comparación que no debió gustar nada a sus
oyentes, pues además de orgullosos (buscar los primeros puestos…), eran avaros
que “devoraban los bienes de las viudas”.
Poco se imaginaría aquella mujer de
que quien la estaba observando era ni más ni menos que el Mesías, el Hijo de
Dios, que le estaba alabando… Los hombres no la aplaudieron. Pero Dios sí.
Jesús dijo en el Sermón de la Montaña: “El
Señor que ve en lo escondido, te lo recompensará”. Los que han recibido
diez talentos, pueden dar más. Los que sólo uno, menos. Pero Dios lo ve todo,
ve el corazón y la generosidad que encierra
3.- ¿DONDE QUEDAMOS RETRATADOS NOSOTROS?
Esta Palabra nos interpela en varias direcciones:
a) Ante todo, respecto a
nuestra confianza en Dios. Las dos viudas no se angustian demasiado por el
futuro: Confiaban en Dios, estaban en sus manos. Tal vez no supieran aquel
salmo que afirma que la verdadera riqueza no esta en el dinero: “El Señor ha puesto en mi corazón más
alegría que si abundar en trigo y en vino”, pero lo habían asimilado. La
alegría y la paz interior es de los que no se fían de sí mismos, sino de Dios,
pues “el Señor endereza a los que ya se
doblan, el Señor ama a los justos”.
b) Las dos mujeres nos dan
una lección de generosidad. No dudan en compartir lo poco que tienen. Nosotros,
¿tenemos buen corazón?, ¿somos de las personas que lo que tienen lo ponen a
disposición de Dios y de los demás, y además lo hacen sin darse importancia, ni
pasar factura? O cuando vemos a otros en apuros, no sólo económicos, sino
también humanos o anímicos, ¿nos sale espontaneo ayudarles, renunciar a algo
nuestro, por ejemplo al tiempo. Para atenderles o interesarnos por ellos, como
el buen samaritano?, o ¿pasamos de largo como si no viésemos?
c) Teniendo en cuenta que
ambas mujeres ayudaron, una a un profeta, la otra al culto del Templo de Dios,
también hay que resaltar hoy a todas aquellas personas que con sus bienes, con
su tiempo y con sus cualidades, puestas al servicio de la comunidad cristiana,
la Iglesia de Cristo, le ayudan a realizar mejor su misión, a que las
celebraciones de culto a Dios estén mejor preparadas… a que nuestro patrimonio religioso
(templos, dependencias…) sea digno.
La Eucaristía es la actualización y
la prolongación de Cristo, que salva con el sacrificio de si mismo. Sacrificio,
ofrenda también nuestra a Dios en servicio a los hermanos. Ambas ofrendas nos
salvan y salvan al mundo. ¡CELEBREMOS LAS!
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