FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS “B"
Celebramos hoy todos los
cristianos la Fiesta del Corazón de Jesús, Fiesta que se extiende desde la Edad
Media hasta nuestros días.
El corazón ha simbolizado para la mayoría de las culturas el centro de la persona y el meollo de todas las facultades y valores de la persona. Una persona con corazón es una persona profunda, humana, cercana; entrañable y comprensiva.
Jesús es el hombre para los demás, tiene corazón..., porque toda su vida es como un fruto logrado y suculento de sabiduría y de santidad. Su vida es un signo del buen amar y del saber amar... Nosotros, nuestra vida, nuestro trabajo, nuestro vivir...
El fin de esta Solemnidad es celebrar las maravillas del amor de Dios encerradas en el Corazón de Cristo, que encarna y expresa la bondad divina para con los hombres. Por eso, la liturgia se eleva al amor eterno que desde el primer día de la Creación no ha dejado de acompañar al hombre.
1.- En la primera lectura, Dios
mismo recuerda por boca de Oseas a Israel cuánto ha hecho él desde el comienzo
de su historia, guiando sus pasos por el desierto, amándole y asistiéndole como
hace un padre con su hijo: “Yo lo alzaba...”
Pero un amor tan tierno y
solícito no era correspondido, e Israel abandonó a su Dios. Y el señor se
lamenta con una expresión humanísima: “Se me remueve el corazón...” Pero Dios
no es como el hombre que se deja vencer por la ira, y así, prediciendo el
castigo, lo suaviza con la compasión. Israel no será destruido como merecía,
sino castigado para que se arrepienta y vuelva a su Señor. Esta es la conducta
del amor divino para todo hombre y en todo tiempo: “Los proyectos de su corazón, de edad en edad, para librar sus vidas
de la muerte...”
2.- ¡Es el Corazón de Dios! En el N. T. Esta expresión ya no es metáfora
sino realidad, porque el Corazón de Jesús, Verbo encarnado, es verdadero
corazón de hombre y verdadero corazón de Dios. En Cristo está todo el amor
eterno e infinito del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; es el instrumento
que lo revela y lo dispensa a los hombres.
Esta es la riqueza insondable de
Cristo de que habla la segunda lectura (Efesios). San Pablo tuvo la misión de
anunciarla al mundo, descubriendo el”misterio escondido desde el principio de
los siglos en Dios, o sea el designio eterno de salvación universal que se debe
realizar “en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Cristo es el mediador entre Dios y
los hombres, que trae a los hombres el amor de Dios y según el deseo de ese
amor, los salva para devolverlos a Dios, de modo que por él, “tenemos confiado acceso a Dios”.
San Pablo no encuentra palabras
adecuadas para expresar las dimensiones de la caridad de Cristo; con todo
querría que todos las conociesen para que fueran colmados de “la plenitud total
de Dios”. Pues esta plenitud llega a los hombres a través del misterio de la
caridad de Cristo.
3.- El Evangelio de hoy (Juan)
completa el cuadro del amor de Dios a sus criaturas, mostrando el Corazón de
Cristo traspasado: “Uno de los soldados
con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua”.
Infinito y admirable ha sido el amor del Padre que para salvar a los hombres
sacrificó al Hijo; infinito y ternísimo ha sido el amor del Hijo que para
reparar la ofensa del pecado se ofreció al Padre en oblación expiatoria con que
pagar la salvación de los hombres.
La sangre y el agua brotados del Corazón de
Jesús atestiguan la plena consumación de
su sacrificio y son símbolo muy expresivo de los sacramentos que sacan su
eficacia de la Sangre de Cristo; por medio de ellos la humanidad es regenerada
en Cristo y encuentra por él “acceso
confiado” al Padre.
Pero como en otro tiempo Israel
no comprendió el amor de Dios y le fue infiel, así hoy los hombres continúan no
comprendiendo el amor de Cristo, rechazándolo y ultrajándolo.
El culto del Corazón de Jesús es,
por eso, un llamamiento al deber de reparación: al Padre ultrajado en el Hijo,
y al Hijo que los hombres crucificaron y continúan ofendiendo con el pecado.
Celebrando la Eucaristía, damos
gracias al Corazón de Jesús por el bien que ha hecho sobre nosotros, la Iglesia
y el mundo y reparamos con nuestro sacrificio el mal y el pecado que ofende a
Dios y mata al hombre.
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