DOMINGO DE RAMOS
Hermanos-as y amigos-as. Hoy comenzamos una Semana Santa atípica, restringidos aún a causa
de la pandemia del Covip-19. Es la Semana grande de los cristianos. Y la
comenzamos haciendo realidad el Evangelio de San Marcos 11, 1-10, la entrada de
Jesús en Jerusalén.
Jesús viene de Galilea a Jerusalén para celebrar la Pascua, fiesta que
reunía a todos los israelitas para recordar las grandes maravillas que Dios
había realizado a favor de su pueblo: La liberación de la esclavitud de Egipto,
la posesión de la tierra prometida…
Con
Jesús, gentes de todas partes y, sobre todo, de Galilea, venían a Jerusalén.
Conocían a Jesús, habían escuchado su predicación del Reino, habían palpado sus
milagros, cómo curaba a los enfermos, resucitaba a los muertos, cómo se
acercaba a los pobres y los débiles, cómo plantaba cara a la injusticia y la
maldad.
Y
todas esas personas que ya le conocían, le aclaman ahora cuando entra en
Jerusalén, mientras que los que no le conocían, preguntan: ¿Quién es este?
Nosotros también conocemos a Jesús. Conocemos su amor. Creemos
en Él; sabemos que Él nos propone un camino de felicidad y de vida. Y por ese
motivo, también nosotros le aclamamos hoy con nuestros cantos y nuestras vidas.
Celebremos
muy de veras estos días santos. En ellos se hace presente lo más grande y
hermoso que tenemos los cristianos y que Dios nos ha regalado. Que nuestra
participación, nuestros silencios, oración, comunión espiritual... nos adentren
en un renovado despertar de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro amor.
El
Señor “pasa”. Abrámosle las puertas de cada casa y de cada corazón; Y dejemos
que renueve en nosotros su marca, su “huella”, su amor infinito, salvador y
eterno.
Dispongámonos a vivir la Pascua con todos los que, como Jesús en la
cruz, gritan en todo el mundo: “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Es el grito desgarrador de tantos
hombres y mujeres, familias que sufren hoy, en especial a causa de la pandemia
del coronavirus y por los que se entrega el mismo Jesús. Entremos en la Pascua
con ellos y dejemos que Jesús entre en nuestras vidas, las transforme y las
fortalezca.
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