DOMINGO 2º DE CUARESMA. CICLO B.
Queridos
hermanos y hermanas: Continuamos el camino cuaresmal que iniciamos el pasado
Domingo y que culminará con la Pascua.
Hoy hemos sido convocados por Jesús, nuestro
Maestro y Señor, como cierto día tomó consigo a sus discípulos predilectos y se
los llevó aparte a una montaña alta para transfigurarse delante de ellos.
La Cuaresma es un camino hermoso, que nos pide esfuerzo, pues se trata
de renovar nuestra vida cristiana de cada día, de verdad, con sinceridad. De
renovarla con fe, con esperanza en el amor de Dios presente en nosotros.
1º.- En primer lugar, recordemos
lo que Dios nos propuso el pasado Domingo ya que está en la base de las
enseñanzas de hoy.
Vimos que: - Dios
apostaba por la vida de los hombres. “Ya no habrá más diluvios”, pactaba
con Noé. Revelándose Dios como el gran amigo de la vida.
- Pero también nos indicaba que para
tener vida, hay que determinarse como Jesús a luchar
contra los falsos dioses ó ídolos, que nos esclavizan (poder, tener,...) y a
luchar a favor de la vida con el amor de Dios.
2º.- Hoy la Palabra de Dios profundiza
en la determinación hacía Dios, opción que ha de hacer toda persona. Y se
nos proponen dos modelos:
A.- ABRAHAN. En él resalta su
fidelidad. “Aquí me tienes”, le dice a Dios. Es un ejemplo de dolor, pero
de vida. El camino de Abrahán está hecho de fe; la fe de este hombre ya antes
fue sometida a prueba: Marcha de su tierra, de sus posesiones, el abandono de
su religión...
Y ahora en el momento más duro de su vida se le exige a su único hijo.
Abrahán no expresa quejas, ni nerviosismo, sino que dice a Dios simplemente: “Aquí
me tienes”. Sin embargo, este camino duro, difícil y de pruebas se
ilumina: Su alegría al final como premio de toda su abnegación; Dios se vuelca
sobre él con toda clase de bendiciones.
B.- JESUS. En el camino de
Jesús la muerte y la resurrección se dan también inseparables. La misión de
Jesús se hace difícil, dolorosa, pasa por la cruz, dejando los atajos del
poder, de la violencia.
Jesús se somete solidariamente
con los hombres, al poder del hombre que tantas veces es el poder del mal y del
pecado. Jesús sigue adelante, a pesar de la prueba. Nada de pensar que las
cosas no tienen remedio, y pensar que el hombre está atado al poder del mal.
La gloría y el esplendor
de la Transfiguración quiere anunciar el otro aspecto inseparable de su
fidelidad a Dios, la Resurrección de Cristo. Por ello, la Transfiguración quiere ser una ayuda que Jesús hace a los suyos,
para decirnos: No todo es duda y
oscuridad, ni prueba en el camino de Cristo, del cristiano. Hay una gran luz,
al ver que su fidelidad, su entrega..., termina, lleva consigo el triunfo, la
gloría, la vida, la Resurrección.
C.- Así se ha cumplido y así nos lo presenta realizado San Pablo: Dios nos entregó a su Hijo
que resucitó y está a su derecha. He ahí
la razón por la que nuestra fe ha de ser firme: Dios está con nosotros. Cristo
lo ha conseguido para todos. No tengamos miedo; Cristo nos ha dado la
liberación y nosotros hemos de sacrificar (orientar) nuestra vida por hacer
realidad esa liberación
D.- Aplicación. Los
discípulos en el monte Tabor se escandalizaban y discutían; no entendían
aquello de resucitar de entre los muertos. También nos ocurre a nosotros. No
comprendemos que para llegar a la vida.., haya que entregarla:
-
O nos quedamos en el
deslumbramiento del Tabor, olvidando la pasión, la entrega, el amor.
-
O nos quedamos en la pasión ensimismados, considerando la
Resurrección... como algo al margen de la vida.
En el primer caso, nos ocurre que, a nivel personal, familiar, de
pueblo, o de sociedad, queremos triunfar siempre, sin pasar por la entrega, el
sacrificio... Queremos ver resultados... sin hacer para que sean posibles.
En el segundo caso, decimos ¿para qué luchar? Es preferible seguir
penando, tirando. No se puede hacer nada; y desconfiamos.
La actitud ideal del cristiano
es aceptar el sufrimiento, la fidelidad, el amor, la entrega, la muerte... como
paso a la vida, a la alegría, a la glorificación. Que son nuestras metas. Desde
esa perspectiva, se clarifica y tiene sentido el dolor, físico, moral... luchar
en la vida y por la vida.
Cada Eucaristía es la afirmación de esta gran verdad: Pasamos con
Cristo de la muerte a la vida.
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