DOMINGO SEXTO DEL
TIEMPO ORDINARIO CICLO B
Queridos
hermanos: En este segundo Domingo de Febrero, celebramos la 62 Jornada Nacional
contra el hambre de Manos Unidas, que nos invita a vivir la “corresponsabilidad
del bien común”, para que los bienes que Dios nos regala lleguen a
todos. Y la celebramos en este tiempo marcado por la pandemia mundial del
Covip19…
A
todos nos habrá conmovido la maldición lanzada sobre el leproso en la primera
lectura; “El sacerdote lo declarará impuro…
andará harapiento y despeinado… y voceando ¡impuro, impuro!” Se trata de
una maldición social, religiosa y auto maldición.; el mismo leproso tendrá que
gritar su enfermedad e impureza.
La
lepra era un caso típico de exclusión para defensa de la sociedad, porque era
contagiosa. La persona enferma no tenía ninguna defensa, solo le quedaba
pudrirse…Es más se consideraba como castigo de Dios por su pecado.
Nuestros
y nuevos leprosos. Hoy existen doce millones de leprosos, aunque ya no son
considerados impuros y pecadores, pero es una vergüenza pues hay medicinas y medios para acabar…y
dejamos que se sigan contagiando, como otras enfermedades contagiosas como el
ébola…
Hoy
también existe otro tipo de lepra que la padecen los excluidos, los que padecen
hambre. Son los que el mundo olvida y son echados de nuestros recintos
saludables y acomodados, los que no admitimos en nuestras abundantes mesas del
bienestar, los que no llegan a engancharse al tren del desarrollo, los que
fracasan en la competencia de cada día; viven en la calle, en las zonas
periféricas de las grandes ciudades, en chabolas, cárceles, albergues,
residencias, clínicas mentales, en campos de refugiados, en hospitales…
Muchos de estos excluidos sienten sobre sí la misma maldición de los
antiguos leprosos, el rechazo social, el desprecio, la soledad y el miedo, la
falta de alimentos, de calor humano, la falta de esperanza…
Ante
esta realidad, “QUIERO” es la gran
palabra de Cristo-Dios al leproso, a todos los leprosos. Es el sí de Dios
al leproso, a todos. Es la respuesta afirmativa de Cristo-Dios y de su Iglesia
a la súplica del leproso de entonces y de todos los tiempos. Porque Cristo-Dios
es el que escucha los gritos del hombre, de
todos los hombres. La Palabra y el gesto de Jesús van a significar un
cambio radical en las relaciones humanas. Dios ha llegado hasta nosotros.
Nos amó primero.
Dice
el Evangelio: “Se acercó a Jesús un
leproso”. Estaba prohibido, pero estaba desesperado, se jugaba la vida.
Había oído hablar de Jesús y había puesto su fe en Él. Jesús sería su único y
su último refugio.
“Suplicando de rodillas”, si quieres puedes
limpiarme”
Caer de rodillas, es el último paso, y lo
explica con la palabra: Puedes curarme, basta que quieras, para ti nada hay
imposible, eres Dios.
“Sintiendo
lástima”. Es la más hermosa
revelación sobre el misterio de Dios. Jesús escuchó la súplica, no hizo oídos
sordos, no dio un rodeo, ni mandó que lo alejaran. Jesús lo escuchó, lo miró y
se compadeció de él. Jesús trajo la gran luz de la misericordia a este mundo
inmisericorde. Esta misericordia divina es como un rio de bendiciones que riega
a la humanidad de generación en generación. Por eso, Dios será siempre nuestro
último y nuestro único refugio.
“Extendió
la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio”. Este gesto de Jesús
significa la superación de todas las barreras excluyentes que separan a los
hombres. Triunfa la misericordia sobre la ley, la costumbre, la estructura.
Jesús no solo lo quiere, sino que lo libera de su dolorosa y humillante
situación.
“Quiero
y te quiero”. Queda limpio, recupera tu belleza y dignidad. Sé persona
y que nadie te menosprecie. Vuelve a tu familia, a los tuyos y no te olvides de
alabar y dar gracias a Dios. Ya sabes que El es tu último y único refugio.
Ante
la situación de los nuevos leprosos, los discípulos de Jesús debemos vivir sus
sentimientos, sus palabras y sus gestos. Sigámonos compadeciendo de los leprosos y excluidos de la sociedad, y
prestándoles la ayuda cercana y liberadora. Es la labor que Manos Unidas y
sus voluntarios realizan, en nombre de todos los cristianos, asumiendo los
proyectos de desarrollo de los pueblos desfavorecidos y que padecen el hambre. “Contagia
solidaridad para acabar con el hambre”, nos dice el Papa Francisco. Concreta tu forma de
solidaridad y de ayuda y celebra la Eucaristía.
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