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sábado, 13 de febrero de 2021

HOMILÍA DEL DOMINGO

 

DOMINGO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

 

     Queridos hermanos: En este segundo Domingo de Febrero, celebramos la 62 Jornada Nacional contra el hambre de Manos Unidas, que nos invita a vivir la “corresponsabilidad del bien común”, para que los bienes que Dios nos regala lleguen a todos. Y la celebramos en este tiempo marcado por la pandemia mundial del Covip19…

     A todos nos habrá conmovido la maldición lanzada sobre el leproso en la primera lectura; “El sacerdote lo declarará impuro… andará harapiento y despeinado… y voceando ¡impuro, impuro!” Se trata de una maldición social, religiosa y auto maldición.; el mismo leproso tendrá que gritar su enfermedad e impureza.

      La lepra era un caso típico de exclusión para defensa de la sociedad, porque era contagiosa. La persona enferma no tenía ninguna defensa, solo le quedaba pudrirse…Es más se consideraba como castigo de Dios por su pecado.

       Nuestros y nuevos leprosos. Hoy existen doce millones de leprosos, aunque ya no son considerados impuros y pecadores, pero es una vergüenza  pues hay medicinas y medios para acabar…y dejamos que se sigan contagiando, como otras enfermedades contagiosas como el ébola… 

      Hoy también existe otro tipo de lepra que la padecen los excluidos, los que padecen hambre. Son los que el mundo olvida y son echados de nuestros recintos saludables y acomodados, los que no admitimos en nuestras abundantes mesas del bienestar, los que no llegan a engancharse al tren del desarrollo, los que fracasan en la competencia de cada día; viven en la calle, en las zonas periféricas de las grandes ciudades, en chabolas, cárceles, albergues, residencias, clínicas mentales, en campos de refugiados, en hospitales…

      Muchos de estos excluidos sienten sobre sí la misma maldición de los antiguos leprosos, el rechazo social, el desprecio, la soledad y el miedo, la falta de alimentos, de calor humano, la falta de esperanza…

 

      Ante esta realidad, “QUIERO” es la gran palabra de Cristo-Dios al leproso, a todos los leprosos. Es el sí de Dios al leproso, a todos. Es la respuesta afirmativa de Cristo-Dios y de su Iglesia a la súplica del leproso de entonces y de todos los tiempos. Porque Cristo-Dios es el que escucha los gritos del hombre, de  todos los hombres. La Palabra y el gesto de Jesús van a significar un cambio radical en las relaciones humanas. Dios ha llegado hasta nosotros. Nos amó primero.

      Dice el Evangelio: “Se acercó a Jesús un leproso”. Estaba prohibido, pero estaba desesperado, se jugaba la vida. Había oído hablar de Jesús y había puesto su fe en Él. Jesús sería su único y su último refugio.

      “Suplicando de rodillas”, si quieres puedes limpiarme”

Caer de rodillas, es el último paso, y lo explica con la palabra: Puedes curarme, basta que quieras, para ti nada hay imposible, eres Dios.

      “Sintiendo lástima”. Es la más hermosa revelación sobre el misterio de Dios. Jesús escuchó la súplica, no hizo oídos sordos, no dio un rodeo, ni mandó que lo alejaran. Jesús lo escuchó, lo miró y se compadeció de él. Jesús trajo la gran luz de la misericordia a este mundo inmisericorde. Esta misericordia divina es como un rio de bendiciones que riega a la humanidad de generación en generación. Por eso, Dios será siempre nuestro último y nuestro único refugio.

       “Extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio”. Este gesto de Jesús significa la superación de todas las barreras excluyentes que separan a los hombres. Triunfa la misericordia sobre la ley, la costumbre, la estructura. Jesús no solo lo quiere, sino que lo libera de su dolorosa y humillante situación.

      “Quiero y te quiero”. Queda limpio, recupera tu belleza y dignidad. Sé persona y que nadie te menosprecie. Vuelve a tu familia, a los tuyos y no te olvides de alabar y dar gracias a Dios. Ya sabes que El es tu último y único refugio.

      Ante la situación de los nuevos leprosos, los discípulos de Jesús debemos vivir sus sentimientos, sus palabras y sus gestos. Sigámonos compadeciendo  de los leprosos y excluidos de la sociedad, y prestándoles la ayuda cercana y liberadora. Es la labor que Manos Unidas y sus voluntarios realizan, en nombre de todos los cristianos, asumiendo los proyectos de desarrollo de los pueblos desfavorecidos y que padecen el hambre. “Contagia solidaridad para acabar con el hambre”, nos dice el Papa Francisco. Concreta tu forma de solidaridad y de ayuda y celebra la Eucaristía.

 

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