DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO CICLO B
I)
INTRODUCCIÓN: Después de tres semanas de
Adviento, los cristianos nos disponemos a celebrar el Nacimiento del Hijo de
Dios, nuestro Señor Jesucristo. Ya se nota en el ambiente el afán de preparar
las fiestas, las vacaciones, las compras, los regalos... También nosotros nos
venimos disponiendo a disfrutar estos días con inmensa alegría y queremos
celebrarlos además con profundidad desde la fe. Más que preparar cosas, queremos prepararnos a
nosotros mismos.
Para ello, para prepararnos bien, la Palabra de Dios nos ha presentado la figura entrañable de la Virgen María, la muchacha elegida por Dios para ser Madre del Mesías, Salvador. Ella, la que mejor vivió en su propia existencia el Adviento, la Navidad y la Epifanía, es nuestra mejor maestra para la vivencia de este maravilloso Misterio.
II) UNA CASA
PARA DIOS: En la primera lectura hemos escuchado
como el Rey David pretende algo que parece razonable: construir una
casa, un templo para Dios, en que resida el Arca de la Alianza, signo de su
presencia, pues nos seria justo que David viviera “en una casa de madera cedro” y “el Arca del Señor viviera en una
tienda de campaña”.
David era persona agradecida, y de algún
modo quería corresponder a Dios que tanto le había bendecido. Dios es lo
primero... Sin embargo, hay algo en su esfuerzo religioso que produce
desazón: Las motivaciones de David no debían ser tan limpias, pues
anteriormente había mandado trasladar el Arca de la ciudad de Obededón a su
ciudad, pensando obtener con su presencia notables beneficios. David trataba
de asegurarse la presencia salvadora de Dios; trataba de domesticar a Dios,
de hacer un Dios a su medida, con sus gustos y reglas...
Por eso, el
Profeta Natán corre hacia David en nombre de Dios para poner las cosas en
su punto: ¿Un templo para Dios?, le
dice. No, gracias. Dios no quiere palacios. No le metas en una casa, que Dios
quiere estar en todas las casas, en el corazón de todas las casas. Las
casas que más desea Dios, son otras.
¿Pagar a
Dios? Por otro lado, David quería pagar a Dios de
algún modo los dones recibidos. Pero Dios no quiere que le paguemos con
templos, ni con ofrendas, ni sacrificios... “el sacrificio que Dios quiere es un corazón contrito”. El templo
que Dios quiere es nuestra alma, nuestro corazón. Dios es generoso y
gratuito.
III) OTRA
CASA PARA DIOS: Será Dios mismo quien se prepare y construya su templo: “Te daré una dinastía”.
Por ahí van los gustos de Dios: Templos vivos. El templo perfecto que Dios
quiere tardará muchos años en formarse, no “cuarenta y seis”, como el de
Jerusalén, sino mil. Y será una casa pequeña, pero preciosa, transparente,
palpitante. Y el templo se llamaba MARÍA. Era una mujer
desconocida, humilde, pero embelesaba al mismo cielo. Era como la hija de Sión,
pobre, sencilla, pero enamoraba a Dios.
LOS TEMPLOS QUE DIOS QUIERE
¡Qué bien se
encuentra Dios en el corazón de los humildes y sencillos! ¡Cómo busca
personas que le abran las puestas del corazón, que estén dispuestas a la
escucha y a la acogida!. Así fue
María; con su “Sí” acogió a Dios en el alma y al Hijo de Dios en su
vientre. Su alma preciosa ya estaba llena de Dios, rebosante de su gracia. Dios
moraba en ella. Era la esposa del Espíritu.
Ahora este divino
Esposo, el Espíritu vivificante, fecundaría sus entrañas y su vientre quedaría
convertido en una nueva casa para el Hijo de Dios. De esta manera el cielo se
ha trasladado a la tierra. María es un piso alquilado por Dios. ¿Qué cobró
María por este alquiler? María cobró la dicha más grande y el sufrimiento más
grande. María cobró los derechos de la maternidad universal: ¡Madre de Dios y de
los hombres!
TEMPLOS VIVOS DE DIOS
No sé si hemos
aprendido bien la lección: Dios quiere templos, naturalmente, pero no
como los de David y Salomón, sino que sean lo más parecido al templo que es
María... Vamos a esforzarnos por abrir a Dios las puertas de nuestra
casa y convertirnos cada uno en el más hermoso templo de Dios. Vamos a
tomar conciencia de que Dios mora en nosotros y nos acompaña en cada instante. Vamos también a preocuparnos
de darle a Dios el culto que desea, en espíritu y en verdad, el culto del amor
y de la entrega, del servicio, de lavar los pies de los hermanos, la defensa
del oprimido y el estar cerca de los que sufren.
IV) LA
NAVIDAD DE LA EUCARISTÍA: Cada Eucaristía es
Navidad, porque el Señor, ahora resucitado, se nos hace presente en nuestra
comunidad, en la Palabra proclamada, en el pan y el vino. Lo que pasó en
María el día de la Anunciación, Cristo presente en ella por obra del E., es
lo que pasa en nuestro altar, cuando el pan y el vino se conviertan por obra
del E.S. en el Cuerpo y la Sangre de Cristo J
No hay comentarios:
Publicar un comentario