DOMINGO XXXIII T. ORDINARIO “A”. JORNADA M. DE LOS POBRES.
Estos Domingos últimos del año litúrgico son como el atardecer de una jornada de trabajo. La Palabra de Dios nos recuerda el fin hacia el que camina la humanidad y cada uno de nosotros. Las lecturas nos han hablado del trabajo que debemos realizar para no encontrarnos, a final de la jornada, con las manos vacías.
DESARROLLAR NUESTRO TALENTOS
Este Domingo celebramos la IV Jornada Mundial de los pobres en un contexto marcado por la pandemia del COVID-19, que está asolando nuestro mundo. Una jornada que, con el lema “Tiende tu mano al pobre”, es una llamada a cargar con los más débiles y más golpeados por esta crisis.
La Palabra de Dios nos invita a una actitud activa en la vivencia de nuestra fe. Jesús nos invita a desarrollar los talentos que el Padre nos ha regalado para crecer como personas y mejorar nuestro mundo.
TODOS CONVOCADOS A COLABORAR Y A RENDIR...
El cristiano no es indiferente ante la situación que está viviendo nuestro mundo y ante los que más sufren sus consecuencias; al contrario, la contempla como el escenario donde Dios se hace presente para aliviar, sanar y consolar, y donde nos invita a colaborar con Él en la extensión del Reino de Dios.
Si bien es Dios el que hace posible que el Reino crezca y se desarrolle, no nos exime de aportar el fruto de nuestros talentos y de tender nuestras manos a favor de los que sufren. Todos hemos sido convocados a colaborar. De ahí, el deber de rendirle cuentas. Debemos preguntarnos si nos hemos comprometido suficientemente, si hemos tendido las manos o las hemos guardado en el bolsillo, pasando indiferentes ante el dolor de los hermanos. Es tentador vivir sin comprometerse en nada que pueda complicar la vida, defendiendo el propio bienestar; sin embargo, esa es la mejor forma de vivir una vida estéril y sin horizontes.
“Tender la mano al pobre es una invitación a la responsabilidad y al compromiso”, y es una ayuda a descubrir que dentro de cada uno existe la capacidad de realizar gestos que den sentido a la vida. Tender las manos no es algo opcional, sino expresión de la autenticidad de nuestra fe y la verificación de nuestra oración. Como dice el Papa, oración y solidaridad son inseparables y ambas configuran el auténtico culto agradable al Padre.
LOS POBRES ESPERAN NUESTRA MANOS
No valen excusas ante el grito, a veces silencioso, de tantos hermanos empobrecidos. “La opción por dedicarse a los pobres y atender sus muchas y variadas necesidades no puede estar condicionada por el tiempo a disposición, o por intereses privados, ni por proyectos pastorales o sociales desencarnados”. Enfermos, ancianos, migrante, pobres y excluidos esperan nuestras manos para mostrarles con gestos concretos el rostro misericordioso de Dios. Todo ser humano que sufre interpela nuestra fe y nos compromete a favor de una sociedad más justa. “La misma comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir y no puede delegarla en otros”. El clamor de tantos pobres, por tanto, “debe encontrar al Pueblo de Dios en primera línea para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos”.
Una advertencia: puede ser que pongamos los talentos al servicio de la propia auto-realización y que “en lugar de servir nos pongamos siempre primeros”. Cuando vivimos “auto-referenciados” y lo propio está por delante y por encima de las necesidades de los demás, las lágrimas del prójimo pasan inadvertidas y “nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros”.
Tender la mano es un signo evangélico que nos recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad y el amor. En medio de esta pandemia, hemos de reconocer y agradecer todas “esas manos que han desafiado al contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo”
Ojalá que un día nos pueda decir el Señor: “Has sido un siervo fiel y cumplidor, te daré un cargo importante, pasa al banquete de tu Señor”. Tú tienes la palabra. Gestiona bien los talentos recibidos de Dios y pídele su gracia, por intercesión de la Virgen María.
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