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domingo, 3 de noviembre de 2019

HOMILÍA DEL DOMINGO

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

     Queridos hermanos: Los cristianos afirmamos con el apóstol San Juan que Dios es amor. Y así lo hemos escuchado en la primera lectura proclamada del libro de la sabiduría: “Señor amigo de la vida, que amas a todas las personas, porque son tuyas”.
     Mejor no se puede decir. Es la visión positiva, optimista de la vida desde la perspectiva de un Dios que es amor. Esta visión quizá la hemos tenido muy olvidada los cristianos: “A todos perdonas,… corriges poco a poco a los que caen y los reprendes, para que se conviertan y crean en Ti, Señor”.
     Esta contemplación de la misericordia de Dios y su universalidad nos debería alegrar más a los cristianos y practicarla más en nuestra vida: TENEMOS UN DIOS, AMOR,- JESÚS - NOS SALVA.
     Así se nos muestra en el Evangelio de hoy: Parece a primera vista que sea Zaqueo quien intenta encontrar a Jesús, pero de hecho, es Jesús quien quiere hacerse el encontradizo con ese hombre rico y pequeñajo encaramado en el árbol. Y es que Jesús de Nazaret, Dios con nosotros, se esfuerza por acercarse al que va por el mal camino y mira de entablar amistad con él para reinsertarlo en la sociedad y salvarlo. Le concede el don mesiánico del perdón y la paz.
       Zaqueo es el hombre, todo hombre, amado y buscado por Jesús, prototipo del hombre llamado a la salvación: ES EL HOMBRE QUE ESCUCHA UNA LLAMADA, LLAMADA QUE TRANSFORMA SU VIDA.
     1º. ESCUCHA UNA LLAMADA. Hay  un encuentro entre Dios y el hombre, un mirarse el uno al otro, un dirigirse la palabra. La salvación, la vida es siempre fruto de una llamada, de un diálogo entre Dios y el hombre. Jesús y Zaqueo se buscaban desde hacia tiempo. El rico, de corazón vacio e insatisfecho, buscaba a Jesús desde su subconsciente (sería bueno ver a Jesús). Zaqueo avergonzado quería ver sin ser visto.
     Jesús lo mira descaradamente, “levantó los ojos” para verle•  Así se encuentran la miseria y la misericordia, el pecado y el perdón.
                                              
 Jesús rompe los esquemas sociales y se invita a sí mismo a casa de ese hombre que necesita ser salvado. De Jesús sale la iniciativa: “Zaqueo baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.
     Zaqueo escucha la palabra del maestro, baja rápido y lo recibe en su casa. No sabemos cómo sería el diálogo; pero sabemos el final: Zaqueo escucha la llamada y brotan de su corazón palabras de arrepentimiento y de conversión.
     2º. EL HOMBRE QUE CAMBIA DE VIDA. Sus palabras se convierten en hechos: Devuelve lo que ha robado y comparte sus bienes con los necesitados. Se vuelve trasparente a la gracia que ha llegado a su casa. Zaqueo cambia sus esquemas, su manera de pensar, su escala de valores, su actitud para con los demás. Ahora es un hombre nuevo, un gran hombre, un hombre libre.
     Este cambio afecta también a toda la familia y no solo a Zaqueo: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”, dice Jesús. El gesto del rico repercute  de inmediato en todos los que se encuentran en su entorno… Da con su conversión lo mejor: el sentido de la justicia, la honradez, la honestidad, el amor.
     Dios nos llama a todos y a cada uno como a Zaqueo; quiere entrar en nuestra casa, en nuestra vida y proyectos. ¿Le abrimos las puertas? ¿Estamos dispuestos al cambio que exige su presencia salvadora? ¿Cuáles son nuestras resistencias?
     APLICACIÓN: Nuestro mundo que adora el dinero, el poder,  el interés, la ambición, dice “Te doy, Señor, si tú me das”. Sin embargo Jesús nos dice: “Dad sin esperar recibir; dad y se os dará, o verterán una medida remecida, rebosante”.
    La Eucaristía es el encuentro por excelencia con Jesús. Nos habla, lo escuchamos, hay un diálogo con Él. Después entra en nuestra casa, en nuestra vida. Nos cambia, nos transforma y se nos da el mismo. Nos da la vida divina, la vida eterna.         

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