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domingo, 7 de octubre de 2018

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO “B”

Hermana Mayor y Junta de Gobierno de la Cofradía del Santísimo Cristo del Descendimiento y María Santísima en su Quinta Angustia, las tres Marías. Hermanos Mayores y Cofrades; queridos hermanos y hermanas todos. ¡Qué alegría produce ver a las hermanas y hermanos unidos en torno al altar para celebrar el acontecimiento trascendental de nuestra vida: la victoria de Cristo sobre nuestro pecado y sobre nuestra muerte! Sí. Ese acontecimiento lo celebramos cada Domingo en la Eucaristía. Y hoy de una manera especial  en la Fiesta de vuestros Titulares en su Descendimiento de la Cruz por parte de sus amigos y discípulos, José de Arimatea y Nicodemo, sostenidos por la oración y la contemplación de María su Madre, de Juan  y la de las tres Marías, sus amigas.
Estremecedora escena que se actualiza aquí hoy entre nosotros, sus discípulos, en la Eucaristía. Y en la EucaristíaJesús, el Maestro, nos da su Palabra que hemos proclamado.

      En su camino hacia Jerusalén, donde entregará la vida, Jesús se encuentra con la pregunta maliciosa de los Fariseos, “¿le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” Después de una breve disquisición con ellos, Jesús les recuerda EL PLAN DE DIOS SOBRE LA PAREJA, QUE EL ELEVA A SACRAMENTO:
“Abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”

      Después sus discípulos en intimidadcon el Maestro le vuelven a preguntar sobre la familia y sobre el divorcio. Y Jesús les insiste en la unidad del matrimonio, en la fidelidad de los casados. Este es el ideal que Jesús da a entender a sus discípulos. Este es el proyecto de Dios para la pareja y elevado por Jesús a sacramento.
                                                                       
       Hermanos, estas son las palabras de Jesús sobre la pareja, sobre el matrimonio. Cuando nuestra sociedad… está viviendo una verdadera ofensiva contra el matrimonio y la familia: La supresión de la institución matrimonial en el Código Civil, la agilización de los procesos de divorcio, la equiparación de las uniones entre parejas del mismo sexo con el matrimonio, el adoctrinamiento sistemático…    
       También cuando la Iglesia, nos ha regalado en la persona del Papa Francisco la hermosa Exhortación pastoral “Amoris laetitia”, en la que se nos indican las soluciones a “Los desafíos pastorales sobre la familia en el momento actual”.  
      Hoy Jesús nos aclara  esta voluntad de Dios sobre la pareja al recordarnos que fuimos creados para el amor, para vivir el uno para el otro.   
       Y es que el amor entre los esposos no es un amor cualquiera, sino el mismo amor que Dios nos ha comunicado y que se comparte. Amor que está tomando siempre la iniciativa de amar, aunque la respuesta del otro sea débil o inexistente; amor que llena mucho más cuando uno gozosamente se sacrifica para que el otro sea feliz. Por eso,  San Pablo, después de describir el amor cristiano, dice: “El amor  no morirá jamás”. Si muere, no es cristiano.
      
      No dice el Papa Francisco: “LA ALEGRIA DEL AMOR que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia, a pesar de las numerosas señales de crisis del matrimonio, el deseo de  familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia”. Como respuesta a ese anhelo, el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia”.
       Por eso Iglesia de Cristo ha de proponer el ideal de la fidelidad y de la comunión matrimonial, como un gran tesoro. Pero entendiendo y cuidando también cada una de las realidades que se dan y que sufre cada uno de los hijos de Dios. Hay situaciones difíciles que solo Dios es capar de juzgar. Por eso conviene que recemos por las familias y las      ayudemos.  Que como comunidad cristiana sepamos estar al lado de los que más sufren en estos casos. Y que no nos cansemos de recordar que el proyecto de Dios empieza en el amor.
       Acerquémonos con humildad y sencillez a Dios reconociendo que para vivir tal fidelidad se necesita de su gracia y de su amor. Acerquémonos todos, pues, a Dios para vivir nuestra vocación al amor con plenitud.
      
       Abramos nuestro corazón y démonos cuenta de que somos limitados, que para vivir plenamente como seres humanos, necesitamos de la esperanza que Dios nos  brinda. Abrámonos también a nuestra pareja con sinceridad para ir progresando juntos  en el respeto, la libertad mutua, el diálogo, la comprensión, la confianza.

       Por otro lado, Sois los esposos cristianos los que debéis anunciar al mundo, con vuestro modo de vivir que el pensamiento de Jesús no es una utopía irrealizable, sino la fuente de la verdadera felicidad. Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Que todos, viendo vuestro modo de vivir, glorifiquen al Padre del Cielo. Y digamos con Chesterton“quienes hablan contra el matrimonio y la familia no saben lo que hacen porque no saben lo deshacen”.

       Oremos por todos los matrimonios con dificultades, oremos también por los que no tienen dificultades, para que recibiendo el amor y la misericordia de Dios, entiendan mejor su vocación al amor sincero y la felicidad profunda.

       La Eucaristía sea nuestro alimento para construir, vivir, mantener y superar siempre las dificultades inherentes a la naturaleza humana... 

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