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domingo, 10 de junio de 2018

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO DECIMO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

     Queridos hermanos, bienvenidos a celebrar la Eucaristía en el domingo, Día del Señor.
      Acabamos de celebrar las fiestas de Pascua con la Solemnidad de Pentecostés…; fiestas que son como el florecimiento y la cosecha del triunfo de Cristo, de su amor hasta la muerte…
     Y comenzamos a celebrar los domingos del tiempo ordinario que nos ocuparán el verano y el otoño hasta llegar al Adviento. Cada domingo celebramos que el Señor está vivo entre nosotros y nos convoca para que escuchemos su palabra y para alimentarnos con su cuerpo y su sangre en la Eucaristía.
    Os invito a potenciar los valores del domingo cristiano, Día de nuestro Señor, día de la comunidad, día de descanso, de convivencia, de familia…como nos explica San Juan Pablo II en su encíclica “Dies Domini”.
     Nosotros sabemos valorar el encuentro con el Señor y con fe y confianza acudimos a Él para que nuestra vida cristiana avance, sabiéndonos acompañados por el Señor y por los hermanos… De ello tenemos experiencia.
    
     El mensaje principal de la Palabra de Diosproclamada hoy, es una invitación a que echemos una mirada a la vida, a nosotros, a la sociedad, al mundo y descubramos que la existencia del mal…, del pecado tiene una raíz, una causa fundamental: Haber dado el hombre las espaldas al plan de Dios,  al amor de Dios. Y nos invita a no engañarnos, a no cerrarnos a la luz… Sugerir ejemplos actuales…
     Sin embargo, a partir de Jesucristo hay una gran confianza, de queesta realidad de mal, de miseria, de pecado tiene solución, ya que Él, su amor es más fuerte, ha vencido, el mal, el pecado y la muerte. Como nos dice San Pablo “donde abundó el pecado y con el pecado la muerte, sobreabundó la gracia y con la gracia la vida”         
     A los cristianos se nos pide una actitud de lucha en contra del pecado, de todo mal, y una actitud a favor siempre de la vida. Y como nos dice el refrán“la mejor defensa, es un buen ataque”. Es decir, vivir positivamente, dando razones con nuestro testimonio de nuestra apuesta por la vida de todos, y en especial de los débiles y de los que no tienen voz.
     Por otro lado, la mejor manera de luchar contra el mal esconvertirnos de nuestro pecado personal que todos lo tenemos. No reconocerlo es el pecado contra el Espíritu, del que Jesús dice hoy que no se perdona. ¡Cuidado, hermanos!
     Hoy podíamos hacer hincapié en el acto penitencial, también podíamos resaltar la última petición del Padre nuestro: “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. Y no olvidarnos que en la comunión recibimos al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” para que nos ayude en nuestra lucha contra el mal y “nos haga crecer en el amor”.Por eso le pedimos en la oración después de la comunión que “nos libere, misericordiosamente de nuestra maldad”.

     Al comienzo de la historia Dios preguntó a Adán: “¿Dónde estás”. Y en la humanidad resuena aún esta pregunta: ¿dónde estás? Y en cada uno de nosotros. Se rompió la amistad con Dios.Jesús ha construido los puentes para rehacer los lazos familiares con él. Quiere nuestra felicidad en la casa común del planeta, que es nuestro hogar, y que ha de ser compartida y amada solidariamente. Nuestra respuesta debería ser hoy: estoy aquí, Señor, para ser instrumento de tu paz, de tu amor, de tu reconciliación. Estoy aquí para hacer tu voluntad.

     En la Eucaristía celebramos cómo Jesús cumplió la voluntad del Padre, ofreciéndose él mismo. Dando su vida para mostrar hasta qué punto Dios nos ama. Sus palabras se convirtieron en hechos: os amaré hasta el extremo.

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