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domingo, 21 de enero de 2018

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO TERCERO ORDINARIO CICLO “A”
     Queridos hermanos, continuamos nuestro seguimiento de Jesucristo, nuestro maestro… El pasado Domingo nos preguntaba “¿Qué buscáis?”Y le contestamos“queremos saber dónde y cómo vives”. “Venid y lo veréis”, nos dijo. Y nos quedamos con Él.
     Hoy vemos que Jesús se ha enterado de que Juan Bautista ha sido encarcelado, y toma su relevo, comienza su misión. Juan Bautista ha culminado la obra que tantos Profetas habían realizado enviados por Dios: Preparar la venida del Reino de Dios y de su Mesías. El terreno, pues, está preparado, abonado.
     Ahora Jesús va a echar la simiente del Reino y comienza presentando la Buena Noticia a los hombres: Dios os ama y os pide que también os améis. Invita a acoger esta Buena Noticia y por eso invita:“Convertíos, volveos a Él, a su amor”.
     Y esta invitación la hace primero a todos, pero luego la personaliza: Venid conmigo; ven, yo soy el amor de Dios y su Reino.“Quien me acoge a mí, acoge al Padre”. Y “lo dejaron todo y lo siguieron”. Es todo un proceso vocacional, en el quepodemos destacar:
1.- Que Jesús ofrece siempre el amor de Dios y nos lo ofrece ahí en la vida normal que llevamos entre manos.
2.- Que ese ofrecimiento hay que tomárselo en serio; lo que supone dejar nuestras redes, nuestra forma de enfocar la vida, y abrirnos al estilo de vida de Jesús, donde solo cuenta Dios y las personas.
COMENTARIO: Es cierto que nosotros somos cristianos; que tenemos ya nuestra vida organizada; que tenemos un lugar para Dios… Pero Él viene, quiere transformarlo todo.
     A veces sin darnos cuenta, queremos integrar a Dios y a su llamada en nuestros esquemas y estilos, cuando lo que nos pide es que nos queramos integrar en su proyecto. No acomodar a Dios a nuestros esquemas e intereses.
     El nos invita a dar el paso del proyecto centrado en uno mismo, en función mía, a una disponibilidad a los proyectos de Dios, proyectos de Dios que se hacen visibles en la Iglesia, en las necesidades de los demás: familia, trabajo, relaciones, apostolado…
     Jesús hoy como entonces, viene a nuestro encuentro allí donde estamos…, pensemos y preguntémonos: la invitación de Jesús, ¿qué cambios en mi vida debe provocar?, ¿qué debo dejar y que caminos nuevos me pide emprender con Él? Recuerda que siempre nos invita a buscar a Dios y a los hermanos. Y debemos concretar
     Hoy, pues, se nos invita a compartir los frutos de la paz que disfrutamos; a saber, la alegría, la esperanza, la fraternidad, el entusiasmo, el optimismo, el amor, el progreso, la cultura, el desarrollo... Pero aún muchos que carecen de esos frutos, porque no conocen la paz. Lo vemos por los Medios de comunicación social que no estamos en el mejor de los mundos y que falta la paz en muchos lugares de la tierra: guerras, deportaciones, actos terroristas, cárceles, injusticias, desconfianzas, emigración, hambre, incultura, niños soldados y prostituidos. Y siempre los que más sufren son los débiles, los pequeños, los niños, los ancianos, los enfermos, los pobres…
¿Qué hacer ante este panorama?, ¿Qué hace Jesús en el Evangelio? Va llamando a sus apóstoles y les hace pescadores de hombres. En esa lista también estás tú; Jesús cuenta contigo, te llama y quiere que seas “un apóstol”. Los cristianos hemos de trabajar y colaborar con los demás en la recta ordenación de los asuntos económicos y sociales, cuidando esencialmente la educación de los niños y adolescentes por medio de las escuelas.
También los niños habéis de tomar parte en los esfuerzos de los pueblos por conseguir mejores condiciones de vida… y afianzar la paz en el mundo y su pleno desarrollo.
En esta Eucaristía presentamos a Dios Padre lo poco que hacemos (en forma de propósitos concretos) y lo mucho que deberíamos  hacer para ser fieles a la Buena Noticia de su Hijo y de su Reino.

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