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domingo, 24 de diciembre de 2017

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO CIBLO B

I) INTRODUCCIÓN: Después de tres semanas de Adviento, los cristianos nos disponemos a celebrar el próximo el Nacimiento del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Ya se nota en el ambiente el afán de preparar las fiestas, las vacaciones, las compras, los regalos... También nosotros nos venimos disponiendo a disfrutar estos días con inmensa alegría y queremos celebrarlos además con profundidad desde la fe.  Más que preparar cosas, queremos prepararnos a nosotros mismos.
                               Para ello, para prepararnos bien, la Palabra de Dios nos ha presentado la figura entrañable de la Virgen María, la muchacha elegida por Dios para ser Madre del Mesías, Salvador. Ella, la que mejor vivió en su propia existencia el Adviento, la Navidad y la Epifanía, es nuestra mejor maestra para la vivencia de este maravilloso Misterio.

II) UNA CASA PARA DIOS: En la primera lectura hemos escuchado como el Rey David pretende algo que parece razonable: construir una casa, un templo para Dios, en que resida el Arca de la Alianza, signo de su presencia, pues nos seria justo que David viviera “en una casa de cedro” y “el Arca del Señor viviera en una tienda de campaña”.
                               David era persona agradecida, y de algún modo quería corresponder a Dios que tanto le había bendecido. Dios es lo primero... Sin embargo, hay algo en su esfuerzo religioso que produce desazón: Las motivaciones de David no debían ser tan limpias, pues anteriormente había mandado trasladar el Arca de la ciudad de Obededón a su ciudad, pensando obtener con su presencia notables beneficios. David trataba de asegurarse la presencia salvadora de Dios; trataba de domesticar a Dios, de hacer un Dios a su medida, con sus gustos y reglas...

                               Por eso, el Profeta Natán corre hacia David en nombre de Dios para poner las cosas en su punto: ¿Un templo para Dios?, le dice. No, gracias. Dios no quiere palacios. No le metas en una casa, que Dios quiere estar en todas las casas, en el corazón de todas las casas. Las casas que más desea Dios, son de otras.
¿Pagar a Dios? Por otro lado, David quería pagar a Dios de algún modo los dones recibidos. Pero Dios no quiere que le paguemos con templos, ni con ofrendas, ni sacrificios... “el sacrificio que Dios quiere es un corazón contrito”. El templo que Dios quiere es nuestra alma, nuestro corazón. Dios es generoso y gratuito.
III) OTRA CASA PARA DIOS: Será Dios mismo quien se prepare y construya su templo: “Te daré una dinastía”. Por ahí van los gustos de Dios: Templos vivos. El templo perfecto que Dios quiere tardará muchos años en formarse, no “cuarenta y seis”, como el de Jerusalén, sino mil. Y será una casa pequeña, pero preciosa, transparente, palpitante. Y el templo se llamaba MARÍA. Era una mujer desconocida, humilde, pero embelesaba al mismo cielo. Era como la hija de Sión, pobre, sencilla, pero enamoraba a Dios.

LOS TEMPLOS QUE DIOS QUIERE
                        
                         ¡Qué bien se encuentra Dios en el corazón de los humildes y sencillos! ¡Cómo busca personas que le abran las puestas del corazón, que estén dispuestas a la escucha  y a la acogida!. Así fue María; con su “Sí” acogió a Dios en el alma y al Hijo de Dios en su vientre. Su alma preciosa ya estaba llena de Dios, rebosante de su gracia. Dios moraba en ella. Era la esposa del Espíritu.
                          Ahora este divino Esposo, el Espíritu vivificante, fecundaría sus entrañas y su vientre quedaría convertido en una nueva casa para el Hijo de Dios. De esta manera el cielo se ha trasladado a la tierra. María es un piso alquilado por Dios. ¿Qué cobró María por este alquiler? María cobró la dicha más grande y el sufrimiento más grande. María cobró los derechos de la maternidad universal: ¡Madre de Dios y de los hombres!

TEMPLOS VIVOS DE DIOS
                          No sé si hemos aprendido bien la lección: Dios quiere templos, naturalmente, pero no como los de David y Salomón, sino que sean lo más parecido al templo que es María... Vamos a esforzarnos por abrir a Dios las puertas de nuestra casa y convertirnos cada uno en el más hermoso templo de Dios. Vamos a tomar conciencia de que Dios mora en nosotros y nos acompaña en  cada instante. Vamos también a preocuparnos de darle a Dios el culto que desea, en espíritu y en verdad, el culto del amor y de la entrega, del servicio, de lavar los pies de los hermanos, la defensa del oprimido y el estar cerca de os que sufren.
IV) LA NAVIDAD DE LA EUCARISTÍA: Cada Eucaristía es Navidad, porque el Señor, ahora resucitado, se nos hace presente en nuestra comunidad, en la Palabra proclamada, en el pan y el vino. Lo que pasó en María el día de la Anunciación, Cristo presente en ella por obra del E., es lo que pasa en nuestro altar, cuando el pan y el vino se conviertan por obra del E.S. en el Cuerpo y la Sangre de Cristo 

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