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domingo, 6 de agosto de 2017

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR.
 
       Queridos hermanos: En este Domingo, día seis de Agosto,celebramos la fiesta de la Transfiguración del SeñorLa finalidad de esta Fiesta es robustecer nuestra fe y consolidar nuestra esperanza en  el camino de Cristo.
         Los Apóstoles habían presenciado los signos y prodigios que Jesús había realizado entre el pueblo. San Pedro reconoció públicamente que Jesús era “el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, pero cuando oyeron la predicción de Jesús acerca de su pasión, reaccionaron con escepticismo…
          Para robustecer más la fe de los discípulos, Jesús llevó a Pedro, a Santiago y a Juan a la cima del monte, y allí se transfiguró delante de ellos. ¿En qué consistió?
 
           Por el relato del Evangeliopodemos saber que fue algo maravilloso. Experimentaron una presencia tan nueva y diferente en Jesús que quedaron deslumbrados.
           Sintieron por un momento la plenitud de felicidad y de vida que tanto deseamos todos los seres humanos. De tal forma la sintieron que desearon quedarse allí para siempre.
            Tuvieron la visión de la gloria celestial, a la que Jesús, había renunciado por amor, al adoptar nuestra naturaleza humana. Tuvieron la visión de la gloria que un día gozaremos todos los hijos de Dios en el Reino celestial.
 
             Pero esa transformación no es para nosotros solos. Dios eligió a todos los hombres y mujeres para ser hijos e hijas suyos y para vivir la gloriosa Vida de su Hijo, tanto aquí en la tierra como en la eternidad. Toda la creación, antes sujeta a la condenación a causa del pecado, está ahora destinada por medio de Jesucristo a ser glorificada e introducida en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
 
             Para ello hay que bajar del monte, y escuchad al Hijo de Dios. Es decir, hay que seguir su camino que pasa por la entrega generosa, por encarnarse y asumir las pobrezas de los hermanos, por entregar la vida, por el amor, por la cruz…
 
              Hoy también nosotros, en esta Eucaristía hemos sido invitados por Cristo a estar con Él y a contemplarlo transfigurado para que tomemos fuerzas para seguirlo en nuestra vida diaria, para no desfallecer y llegar a la meta: la Resurrección, la Gloria.
               Mientras hemos de bajar a la vida y manifestar a nuestros hermanos que Cristo es la lámpara que brilla en la tiniebla, el lucero que ha nacido y ha transformado nuestros corazones y nuestras vidas. Con Él es posible el cielo nuevo y la tierra nueva que todos deseamos, esperamos y que hacemos posible para todos.
                Que la Virgen Maríaque escuchó y vivió muy de cerca a su Hijo, y que ya ha sido glorificada, nos ayude a vivir con fidelidad el seguimiento de su Hijo, nuestro Señor. 

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