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domingo, 25 de junio de 2017

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO “A”
 
              - LA VALENTIA DEL CREYENTE-CRISTIANO  
 
              Hermanos, cuando nos reunimos para celebrar el Día del Señor y dar gracias a Dios por todos los beneficios que nos ha dispensado en el curso de pastoral que acabamos de terminar, laPalabra de Dios proclamada nos insta a no esconder ni a disimular nuestra identidad cristianaSe nos pide valentía, un testimonio cargado de serenidad y de espontaneidad. En un mundo donde se reclama respeto a cualquier modo de pensar o de actuar, los cristianos, tal vez más que nunca, debemos proponer de una manera clara y decidida nuestra adhesión a Cristo y, consecuentemente, un nuevo estilo de vida, vivo y atrayente.
           
              OBSTÁCULOS EN EL CAMINO.
 
              Ahora bien, esta postura conlleva más de un sufrimiento, como hemos escuchado en la vida de Jeremías. Heraldo y portavoz de Dios, sus palabras denuncian la injusticia y la maldad del pueblo; y entonces aparece la reacción violenta de algún sector del pueblo. Y Jeremías experimenta la herida dela difamación y de la persecución.San Juan Bautista, cuya fiesta celebramos esta semana, es otro ejemplo vivo de valor y entereza ante el odio y la maldad que le llevaron al martirio...
 
              Quien de verdad sigue los planteamientos del Evangelio (profeta-cristiano) se topa con tenaces contrariedades y ha de superar muchas tribulaciones. Advirtamos que los que calumnian a Jeremías son los mismos de su pueblo. No nos sorprende que a veces entre nosotros se dé está circunstancia... El diálogo, teniendo a Cristo y la fe mutua en él como criterio de entendimiento, es el camino hacia la concordia.
 
              UNA CERTEZA: DIOS NOS ES FIEL.
 
              Pero de lo que nunca podremos dudar es de la presencia y de la ayuda del Señor. Dios nunca abandona al hombre. Quien permanece constante en su testimonio cristiano, sabiendo que Dios acompaña su esfuerzo, no sólo supera los malos momentos sino que prorrumpe en acción de gracias porque se sabe amparado de Él. Aquí se encierra la verdadera sabiduría: entender la justicia de Dios. Un Dios que nunca oprime sino que cuenta con el testimonio ejemplar  del cristiano para transformarse en bondad y misericordia.
              Jesús es más directo con sus discípulos. Cuanto él ha comentado y enseñado a los apóstoles por Palestina y en los momentos de intimidad del grupo, lo deben proclamar a los cuatro vientos; han de ser los transmisores del mensaje de salvación de Jesús...
              Ante ello, el miedo ha de desaparecer y nos invita a cambiar de mentalidad, pues nosotros tenemos miedo a las incomprensiones y al rechazo de la gente... Cristo nos dice que ese es un temor de poca monta. A todo lo más podemos perder la vida. El verdadero temor lo hemos de tener a Dios. Él sí que puede alejarnos de la vida verdadera...
              Junto al amor entrañable de Dios, Mateo introduce el del temor, es decir, la reverencia, el respeto, la admiración, la docilidad de la persona a un Dios admirable por tan grande amor. Así se fortalece la confianza y el arrojo.
 
              Al final del Evangelio se nos da una razón más para alejar de nosotros todo tipo de miedo en nuestra misión... Si Dios tiene un cuidado especial hasta de los animales más insignificantes, ¿qué no hará por los hombres que los ha creado, los ha redimido y los lleva a la plenitud de vida?   Dios garantiza que, detrás de cualquier circunstancia negativa de la vida, se encuentra Él. Y que con Él se puede vivir, se puede superar.
 
              TESTIMONIO SERENO Y ALEGRE.
 
              El Señor, pues, nos estimula, quiere fortalecer nuestra adhesión a Él con el empuje de una vida testimonial. ¿Qué sentido tiene creer  en Dios si yo con mi vida no lo acerco a los demás. Dios no aspira solamente a tener una relación amistosa con cada uno de nosotros, sino que desea entrar en la vida de todos. Y el testimonio directo, mesurado y alegre de los que nos proclamamos cristianos, es el camino.  Nada nos debe acobardar: ni el recelo de los demás, ni la timidez personal, ni la inconstancia. Si el pecado obstaculiza nuestro testimonio de Jesús, más abundante es la gracia de Dios para romper nuestros temores y nuestros frenos. Que esta Eucaristía, Palabra y Pan, fortalezca nuestro espíritu para saber manifestar adecuada y valientemente nuestra fe en Jesucristo. 

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