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martes, 9 de mayo de 2017

Evangelio de hoy
Lectura del evangelio según san Juan (10,22-30):

SE celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

Jesús se presenta como el Buen Pastor y dice:

"Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos" (v. 27-28)

Estas palabras nos ayudan a comprender que nadie puede llamarse seguidor de Jesús, si no escucha su voz. Y este "escuchar" no debe ser entendido en manera superficial, sino cautivante, al punto de hacer posible un verdadero conocimiento reciproco, del cual puede nacer una serie generosa, expresada en las palabras "y ellas me siguen" (v. 27).

Se trata de una escucha, no sólo del oído,  sino de una escucha del corazón

Por lo tanto, la imagen del pastor y de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros.

Él es nuestra guía, nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo, es nuestro Salvador. En efecto, la frase siguiente del pasaje evangélico afirma:

"Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos" (v. 28).

¿Quién puede hablar así? Solamente Jesús, porque la mano de Jesús es una sola cosa con la mano del Padre y el Padre es superior a todos.

Estas palabras nos comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida es plenamente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa: un único amor, una única misericordia, revelados para siempre en el sacrificio de la cruz.

Para salvar las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se hizo cordero y se dejó inmolar para tomar sobre él y sacar el pecado del mundo. En este modo Él nos ha donado la vida, pero la vida en abundancia

Este misterio se renueva, en una humildad siempre sorprendente, en la Eucaristía. Es allí que las ovejas se reúnen para alimentarse, es allí que se vuelven una sola cosa, entre ellas y con el Buen Pastor... (Reflexión antes del rezo del Regina Coeli, 17 de abril de 2016)

"A veces estamos tristes a causa de nuestros pecados. No nos desanimemos: Cristo ha venido a liberarnos. Él es nuestra paz". Papa Francisco

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