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domingo, 30 de abril de 2017

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO III DE PASCUA CICLO A
 
EL ENCUENTRO CON CRISTO RESUCITADO CAMBIA LA VIDA
 
                          Queridos hermanos: El encuentro con Jesús Resucitado cambió la vida de aquellos dos discípulos de Emaús. Caminaban tristes, sin esperanza, sin ilusión... Y ahora, después de reconocerle, por fin, en la fracción del pan, se les abrieron los ojos, su corazón se llenó de esperanza y corrieron llenos de alegría hacia la comunidad, a dar testimonio de su experiencia. Y se encontraron con una comunidad llena de la buena noticia: “Es verdad: ha resucitado el Señor y se ha aparecido”.
 
                          También es admirable lo que le pasó a Pedro. Hacia pocos días que había negado a Jesús... Pero ahora su cobardía se había convertido en un valiente testimonio ante todo el pueblo: “Os hablo de Jesús Nazareno... vosotros lo matasteis en una cruz, pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte”.  
                          Esa es también la razón de nuestra fe y de nuestra esperanza, de la alegría y del compromiso de vida de todos los cristianos. Como nos ha dicho San Pablo“Por Cristo, vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloría, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza”.
 
                            Hermanos, ya estamos en la tercera semana de Pascua. Podemos preguntarnos, si se nota. Si nuestros familiares, vecinos y compañeros... notan que Cristo nos ha comunicado su vida, su energía, su dinamismo pascual. ¿Vivimos con ilusión, con esperanza... o nos dejamos dominar por la pereza, el cansancio, la tristeza, la desilusión...? ¿Estamos ya en Pascua o nos hemos instalado en una perpetua Cuaresma?
 
                          El testimonio de San Juan Pablo II, y de tantos cristianos, testigos de Cristo nos invitan siempre a mirar con ojos filiales, de confianza a Dios Padre. San Pedro nos lo decía hoy en su carta: “Si llamáis Padre a Dios, tomad en serio vuestro proceder en esta vida”. Si estamos convencidos de que somos hijos en la familia de Dios, que somos “hijos en el Hijo”,porque somos  hermanos en el Hijo Resucitado, eso debería cambiar nuestra vida y llenarla de sentido: de alegría, de amor, de esperanza y de compromiso a la vez...
 
¿CÓMO PODEMOS EXPERIMENTAR LA PRESENCIA DEL RESUCITADO?
 
                          Y nosotros nos preguntamos, ¿cómo podemos encontrarnos con Jesús Resucitado? El episodio de Emaús nos da unas pistas para que también nosotros, que hemos conocido personalmente a Jesús de Nazaret, podamos experimentar de alguna manera el encuentro con él.
 
                          Lo podemos reconocer ante todo en la comunidad reunida. Los dos “volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros”, y el mismo día volvieron a alegrarse con la aparición del Señor a todo el grupo. Jesús les dijo: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo” Cuando nos reunimos los cristianos, sobre todo para celebrar la Eucaristía dominical, debemos sentir la presencia del Resucitado, aunque no le veamos.
                          Además, lo reconocemos y acogemos en la Palabra que se nos proclama. A los discípulos de Emaús, Jesús “les explicó las Escrituras” y luego dijeron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?”. En la Misa, Jesús se nos da primero como Palabra, Comulgamos con él acogiéndole como Palabra viviente, la Palabra hecha Persona que Dios nos dirige. Por eso, cada Domingo volvemos a esta escuela de formación permanente que es la escucha de las lecturas bíblicas, en las que Cristo mismo nos habla y se nos da como luz y alimento.
                         
                             Y, finalmente, reconocemos a Cristo Jesús en la fracción del Pan, en la Eucaristía. Es cuando a los de Emaús se les abrieron los ojos: “Y contaron cómo lo habían reconocido al partir el pan”. El Señor Resucitado ya no sólo está presente en la comunidad y en la Palabra salvadora de Dios, ahora, el como de su cercanía, se nos da como alimento en ese Pan y ese Vino que él mismo nos aseguró que son su Cuerpo y su Sangre, su misma persona, para que tengamos vida y fuerza para el camino.
                          Son tres direcciones, Comunidad, Palabra y Eucaristía, que se realizan de modo privilegiado cada Domingo, cuando la “comunidad del Señor”, en “día del Señor”, se reúne para celebrar “la Cena del Señor”. Como para aquellos discípulos de Emaús, cuyo encuentro con el Señor sucedió “aquel día, el primer día de la semana”.
 
                  El Domingo es en verdad para los cristianos motivo de fiesta, de alegría, de esperanza, escuela de la verdadera Palabra, motor de energía para toda la semana, encuentro con el Señor Resucitado, que nos anima a seguir viviendo como buenos seguidores suyos en medio de este mundo. De la Eucaristía del Domingo tendríamos que salir a la vida de cada día más motivados, como evangelizadores y testigos en nuestra familia y en el mundo...         


viernes, 28 de abril de 2017

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,1-15):

EN aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor

: Francisco

Yo quisiera detenerme sobre un aspecto que siempre me impacta y me hace reflexionar. Estamos en la orilla del lago de Galilea, la noche se acerca; Jesús se preocupa por la gente que desde hace tantas horas está con Él: se cuentan por miles y tienen hambre. ¿Qué hacer?

También los discípulos se plantean el problema y le dicen a Jesús: «Despide a la multitud», para que vaya a los pueblos y caseríos de los alrededores y encuentre comida. Pero Jesús dice: «Denles de comer ustedes mismos». Los discípulos se quedan desconcertados y responden: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados», como diciendo: sólo lo suficiente para nosotros.

Jesús sabe bien qué hacer, pero quiere implicar a sus discípulos, quiere educarlos.  La actitud de los discípulos es la actitud humana, que busca la solución más realista, que no provoque demasiados problemas: Despide a la gente, que cada uno se las arregle como pueda, por otra parte ya hiciste tanto por ellos: has predicado, has curado a los enfermos...

La actitud de Jesús es completamente distinta y está dictada por su unión con el Padre y por la compasión hacia la gente, pero también por su voluntad de dar un mensaje a los discípulos.

Ante a esos cinco panes, Jesús piensa: ¡he aquí la providencia! A partir de este poco, Dios puede hacer salir lo necesario para todos.

Jesús confía totalmente en el Padre celestial, sabe que para Él todas las cosas son posibles. Por lo tanto le dice a los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta - no es una casualidad: esto significa que ya no son una multitud, sino se vuelven comunidades, alimentadas por el pan de Dios.

Y luego toma los panes y los peces, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición - es una clara referencia a la Eucaristía - y después los parte y comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen... ¡y los panes y los peces no se acaban!

He aquí el milagro: más que una multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad.

Los discípulos lo vieron, pero no comprendieron bien el mensaje. Quedaron prendados, como la multitud, por el entusiasmo del éxito. Una vez más, siguieron la lógica humana y no la de Dios, que es la del servicio, del amor y de la fe. (Reflexión antes del rezo del Ángelus, 02 de junio de 2013)

"Pidamos a Dios la gracia de que nadie más muera de hambre en el mundo". (Papa Francisco)

miércoles, 26 de abril de 2017




 Evangelio según San Juan 3,16-21

"Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios" Palabra del
 "El futuro está en las manos de Dios: en esto radica la esperanza cristiana". Papa Francisco

Francisco:

"Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito" (3,16). El Padre ha dado al Hijo para salvarnos, y esto ha comportado la muerte de Jesús, y la muerte en la cruz. ¿Por qué? ¿Por qué ha sido necesaria la Cruz?

A causa de la gravedad del mal que nos tenía esclavos. La Cruz de Jesús expresa ambas cosas: toda la fuerza negativa del mal, y toda la mansa omnipotencia de la misericordia de Dios.

La Cruz parece decretar el fracaso de Jesús, pero en realidad, marca su victoria. En el Calvario, los que se burlaban de Él le decían: «Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz» (Cfr. Mt 27,40)

Pero era verdad lo contrario: precisamente porque era el Hijo de Dios Jesús estaba allí, en la cruz, fiel hasta el fin al designio del amor del Padre. Y precisamente por esto Dios ha exaltado a Jesús (Fil 2,9),  confiriéndole una realeza universal.

Y cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde Jesús ha sido clavado contemplamos el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación.

De aquella Cruz brota la misericordia del Padre que abraza al mundo entero. Por medio de la Cruz de Cristo el maligno ha sido vencido, la muerte es derrotada, se nos ha dado la vida y se nos ha devuelto la esperanza. ¡Eh! Esto es importante. Por medio de la Cruz de Cristo se nos ha devuelto la esperanza.

¡La Cruz de Jesús es nuestra única y verdadera esperanza! He aquí porqué la Iglesia “exalta” la Santa Cruz, y he aquí porqué nosotros, los cristianos, bendecimos con el signo de la cruz.

Es decir, nosotros no exaltamos las cruces, sino «la Cruz gloriosa de Jesús», signo del amor inmenso de Dios. Signo de nuestra salvación, y camino hacia la Resurrección. Y ésta es nuestra esperanza (Reflexión antes del Rezo del Ángelus, 14 de Septiembre de 2014)

martes, 25 de abril de 2017

Teatro Montemar de Baeza, Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Representación de la sensacional obra de teatro " AMOR SIN TIEMPO " original del escritor, poeta y dramaturgo ubetense D. Ramón Molina Navarrete, interpretada por el grupo Maranatha de Ubeda - Jaén.

Viernes 19 de mayo  a las 21 horas.

Organizada por la Agrupación de Cofradías de Baeza y con la colaboración especial del Excelentísimo Ayuntamiento de Baeza. Los donativos irán destinados íntegramente a los conventos de monjas contemplativas de San Antonio, Santa Catalina, y La Magdalena de Baeza.

 Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,15-20):

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco

¿Para dónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía para todas las personas. El evangelio es para todos, y no para algunas personas. No es sólo para aquellos que parecen más cercanos a nosotros, más abiertos, más acogedores. Es para todas las personas.

No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a todos los ambientes, hasta las periferias existenciales, incluidos aquellos que parecen más distantes, más indiferentes. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor.

[...] Puede que alguno piense: «No tengo ninguna preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?». Querido amigo, tu miedo no se diferencia mucho del de Jeremías.

Escuchamos en la lectura recién, cuando fue llamado por Dios para ser profeta: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». También Dios les dice a ustedes lo que dijo a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte» (Jeremías 1,6.8). Él está con nosotros.

«No tengan miedo». Cuando vamos a anunciar a Cristo, es Él mismo el que va por delante y nos guía. Al enviar a sus discípulos en misión, ha prometido:

"Yo estoy con ustedes todos los días". (Mt 28,20).

Y esto es verdad también para nosotros. Jesús no nos deja solos, ¡nunca deja solo a nadie! ¡Nos acompaña siempre!

Además Jesús no dijo: «Andá», sino «Vayan»: somos enviados juntos... Cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos.

Jesús no ha llamado a los apóstoles para que vivan aislados, los ha llamado a formar un grupo, una comunidad.

[...] Evangelizar significa testimoniar personalmente el amor de Dios, significa superar nuestros egoísmos, significa servir inclinándonos a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús.

Tres palabras: “Vayan, sin miedo, para servir”. Siguiendo estas tres palabras “Vayan, sin miedo, para servir”, experimentarán que quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe más alegría. (Homilía en la Santa Misa de Clausura XXVIII Jornada mundial de la juventud, Río, 27 de Julio de 2013)

"Saludo a los enfermos y a cuantos sufren. Cristo crucificado está con ustedes: acójanse a Él". Papa Francisco

lunes, 24 de abril de 2017

NUESTRO PÁRROCO DON MANUEL CONCELEBRO EN LA PRIMERA MISA EN LA S.I. CATEDRAL DE DON LEOCADIO VIEDMA




Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,1-8):

HABÍA un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».

Palabra del Señor

"Cada cristiano es misionero en la medida que da testimonio del amor de Dios. ¡Sean misioneros de la ternura de Dios!". Papa Francisco

Reflexión del Papa Francisco:

Los primeros cristianos eran un solo corazón y una sola alma, gracias al Espíritu que los había hecho renacer a una vida nueva.

La comunidad cristiana del primer año de vida de la Iglesia es un modelo perenne para la comunidad cristiana de hoy.

Nicodemo, no comprende de qué modo un hombre puede «nacer de nuevo». Este nacer de nuevo es la vida nueva que hemos recibido en el bautismo, y que se debe desarrollar con nuestra colaboración.

Debemos hacer todo lo necesario para que la vida se desarrolle en la vida nueva. Es éste un camino laborioso que depende tanto del Espíritu Santo  como de la capacidad de cada uno de abrirse a su soplo, a su influencia.

Esto es lo que hicieron los primeros cristianos. Ellos poseían la vida nueva, que se expresaba en el vivir con un solo corazón y una sola alma. Tenían unidad, unanimidad, armonía de los sentimientos en el amor, el amor mutuo…

Hoy día debemos redescubrir estas dimensiones. Por ejemplo, el aspecto de la la mansedumbre en la comunidad, virtud un poco olvidada.

La mansedumbre, la virtud que da un corazón benigno y suave, tiene muchos enemigos. El primero es el chismorreo.

Cuando se prefiere contar chismes de los demás, criticarlos, hablar un poco mal del otro, son cosas cotidianas que suceden a todos, también a mí, se trata de tentaciones del maligno, que no quiere que el Espíritu venga a nosotros y haga realidad la paz y la mansedumbre de las primeras comunidades cristianas.

Siempre se dan estas luchas: en la parroquia, en la familia, en el barrio, entre amigos. Y ésta no es la vida nueva, porque cuando el Espíritu viene y nos hace nacer a una vida nueva nos hace mansos, caritativos.

¿Cuál es el comportamiento adecuado para un cristiano?. En primer lugar, no juzgar a nadie, porque el único Juez es el Señor. Luego «callar», y si se debe decir algo, decirlo a los interesados o a quien puede remediar la situación, y no a todo el barrio.

Si, con la gracia del Espíritu conseguimos no chismorrear nunca, será un gran paso adelante que nos hará bien a todos. (Homilía en Santa Marta, 11 de abril de 2013)

sábado, 22 de abril de 2017

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

Queridos hermanos, con la celebración de hoy culminamos la Solemnidad de la Octava de Pascua. El Día en que actuó el Señor: Su nueva creación en Cristo que todo lo hace nuevo por el Espíritu.                      

   EL MILAGRO DE LA PASCUA.

 
                     Jesús resucitado podía haberse manifestado espectacularmente, para que todos cayeran de rodillas ante Él. La resurrección de Jesucristo podía haber llegado a ser un hecho histórico, como su muerte, y la noticia hubiera dado la vuelta al mundo en pocas horas. ¿Quién se hubiera podido resistir ante una prueba  semejante de poder y  de gloría?
 
                     Pero el que no bajó de la cruz, tampoco apabulló a sus enemigos. La experiencia de Jesús resucitado se vive desde la fe, nunca desde la curiosidad o el deseo. Además Cristo no quiere seguidores vencidos, sino convencidos; no acepta creyentes obligados, sino libres.
                     Sin embargo hubo un milagro que estuvo a la vista de todos: La transformación realizada en los discípulos, inexplicable según todas las leyes. Aquellos hombres acobardados se llenan de audacia; tristes, se encienden de gozo; desencantados, se entusiasman; desunidos, logran la más profunda comunidad. Aquellos discípulos estaban muertos y resucitan. Esta resurrección sí es verificable. ¿Quién la puede explicar? ¿De dónde les viene a aquellos discípulos apagados aquella energía luminosa que iluminó el mundo, aquel fuego que incendió la tierra?
 
                     EL TOQUE DEL ESPIRITU.
 
                     Todo el cambio se debe a la presencia del Resucitado y al toque de su Espíritu. Los discípulos revivieron porque Cristo volvió a la vida; los discípulos se fortalecieron, porque Cristo les transmitió su Espíritu; se unieron porque Cristo los amó.
                    
  DIVINAS PRESENCIAS
                    
                     Este es el milagro pascual continuado. Cuando Cristo resucitado se hace presente, lo ilumina y transforma todo. Los primeros discípulos estaban mortalmente heridos por la duda, el desencanto, el miedo y la tristeza. Y vemos cómo Jesús los cura con las medicinas de sus llagas y su Espíritu: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado” ¿Qué fuego experimentaría Tomás?
                    
                     Y por si fuera poco:“Recibid el Espíritu Santo”. Es como meter la hoguera dentro de cada uno. No cabe más generosidad, más paciencia, más amor por parte de Cristo. El gesto de Jesús es realmente impresionante. Este gesto recuerda el aliento de Dios Creador sobre el cuerpo del hombre. El aliento de Jesús sobre los discípulos alude a una donación de la vida íntima de Jesús; al darles su Espíritu, se está dando a sí mismo, les está dando lo mejor de sí mismo, les hace partícipes de su vida nueva, les recrea, les hace resucitar.
 
                     CRISTO VIVE
 
                     Este milagro pascual se repite cada vez que Jesús se hace presente, siempre que se siente su cercanía. El nos sale a nuestro encuentro cuando vamos de camino, o nos sentamos a la mesa, o partimos y compartimos el pan, o leemos la Escritura, o atendemos a un enfermo, o rezamos en casa, o visitamos al Santísimo, o paseamos por el campo... siempre que queremos. Cuando se hace presente desaparecen las dudas, los miedos, las tristezas; crece la paz, el amor, y la fuerza del Espíritu. Y no cabe duda. Es Él. Cristo vive.
 
                     ANTE SUS LLAGAS
 
                     Deberíamos todos caer de rodillas. Quiso conservarlas abiertas, gloriosas. Son para nosotros:
-      Trofeos de combate.
-      Memorial del amor más grande.
-      Signo de amistad.
-      Experiencia de autenticidad.
-      Canales de gracia.
-      Oración permanente. 
                     
                    LAS LLAGAS DE CRISTO HOY
 
                 También hoy podríamos hablar de las llagas gloriosas de Cristo: los mártires de nuestro tiempo. Los cristianos que se desviven en el cuidado de los enfermos... Los mismos enfermos que ofrecen sus dolores, unidos a Cristo para la salvación... 
 
                    ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!
 
                   Que nuestro encuentro con Jesús hoy, venza nuestros miedos y disipe nuestras dudas para ofrecer a nuestros hermanos, los hombres de hoy, nuestro testimonio de amor…, y también puedan aclamar a Jesús con nosotros, diciéndole “¡Señor mío y Dios mío!”


V ENCUENTRO DIOCESANO DE TARSICIOS



Nuestro párroco Don Manuel preside la Eucaristía y ls Vigilia del V Encuentro Diocesano de Tarsicios.
Unas 160 personas se han reunido en nuestra ciudad de Baeza en torno a Jesús Eucaristía.
Tras la acogida en el patio de la Institucion educativa filipense el grupo se dirigio a la S.I. Catedral donde la monitora Rosel Garrido explicó su historia se salio con San Tarsicio en procesión por las callejuelas del barrio hasta llegar a la Iglesia de San Juan Evangelista para celebrar la Eucaristía.
Posteriormente se compartió un magnifico ágape elaborado por señoras voluntarias y a continuación los niños pudieron disfrutar de unas divertidas atracciones.
Finalizó el encuentro encomendandose a nuestra Madre, la Virgen María.




viernes, 21 de abril de 2017

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-14):

EN aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque rio distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco

Recordemos siempre la historia de aquella noche de pesca, cuando los discípulos no pescaron nada, nada. Y por eso estaban un poco enfadados.

Por ese motivo cuando se acercaron a la orilla y escucharon que un hombre les preguntaba si tenían algo para comer, he aquí que ellos enfadados respondieron: ¡No!. Porque de verdad no tenían nada. Pero ese hombre les dijo que tirasen las redes hacia la otra parte: los discípulos lo hicieron y la red se llenó de peces.

Es Juan, el amigo más cercano, quien reconoce al Señor. Por su parte Pedro, el entusiasta, se lanza al mar para llegar antes que el Señor. Esto fue de verdad una pesca milagrosa, pero al llegar - aquí comienza el pasaje del Evangelio de hoy - encontraron que Jesús había preparado el desayuno: sobre la parrilla estaba el pescado. Y comieron juntos... (Homilía en Santa Marta, 22 de mayo de 2015)

[...] En diversas partes del mundo hay también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles, a causa del Evangelio; hay quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre.

Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios.

Me viene ahora a la memoria un consejo que San Francisco de Asís daba a sus hermanos: predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Predicar con la vida: el testimonio.

La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.

Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es él quien nos ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido.

Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje del Evangelio de hoy; hay una cercanía cotidiana con él, y ellos saben muy bien quién es, lo conocen.

El Evangelista subraya que "ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor" (Jn 21,12).

Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como «el Señor». ¡Adorarlo! (Homilía del III Domingo de Pascua, 14 de abril de 2013)

"Queridos jóvenes, les invito a poner sus talentos al servicio del Evangelio, con creatividad y con una caridad sin fronteras" (Papa Francisco)

miércoles, 19 de abril de 2017

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados.
Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor
"La santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer las ordinarias con amor y con fe". Papa Francisco

PRIMERA MISA DE LEO VIEDMA EN LA SI CATEDRAL DE BAEZA.
SÁBADO 22 DE ABRIL, 13:00 HORAS



martes, 18 de abril de 2017

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

No es fácil estar abierto a Jesús. No se da por descontado aceptar la vida del Resucitado y su presencia entre nosotros.

El Evangelio nos hace ver diversas reacciones: la del apóstol Tomás, la de María Magdalena y la de los dos discípulos de Emaús: nos hace bien compararnos con ellos:

Hoy nos es dirigido también a nosotros este interrogativo:

Tomás pone una condición a la fe, pide tocar la evidencia, las llagas,
María Magdalena llora, lo ve pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús sólo cuando Él la llama por su nombre,
Los discípulos de Emaús, deprimidos y con sentimientos de derrota, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar por ese misterioso viandante.
¡Cada uno por diferentes caminos! Buscaban entre los muertos al que está vivo, y fue el mismo Señor el que corrigió el rumbo.

Y yo, ¿qué hago? ¿Qué rumbo sigo para encontrar a Cristo vivo? Él estará siempre cerca de nosotros para corregir el rumbo si nosotros nos hemos equivocado.

¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? (Lc 24,5) Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que ha sido ayer y nos empuja adelante, hacia el futuro.

Jesús no está en el sepulcro, ha resucitado, Él es el Viviente, Aquel que siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y lo hace caminar atrayéndolo hacia Él.

“Ayer” es la tumba de Jesús y la tumba de la Iglesia, el sepulcro de la verdad y de la justicia; “hoy” es la resurrección perenne hacia la cual nos empuja el Espíritu Santo, donándonos la plena libertad.

Hoy nos es dirigido también a nosotros este interrogativo:

¿Por qué buscas entre los muertos a aquel que está vivo, tú que te cierras en ti mismo después de una derrota y tú que no tienes más fuerza para rezar?
¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que te sientes solo, abandonado por los amigos y quizás también por Dios?
¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza y tú que te sientes prisionero de tus pecados?
¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que aspiras a la belleza, a la perfección espiritual, a la justicia, a la paz?
¡Tenemos necesidad de sentirnos repetir y de recordarnos mutuamente la advertencia del ángel! Esta advertencia ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo?, nos ayuda a salir de nuestros espacios de tristeza y nos abre a los horizontes de la alegría y de la esperanza...

Pero miren, hermanos y hermanas, ¡Él está vivo, está con nosotros! ¡No vayamos por tantos sepulcros que hoy te prometen algo, belleza… y luego no te dan nada! ¡Él está vivo! ¡No busquemos entre los muertos al que está vivo! Gracias. (Homilía en Santa Marta, 23 de Abril de 2014)

"Todos estamos llamados a la amistad con Jesús. No tengan miedo al amor del Señor". Papa Francisco

lunes, 17 de abril de 2017

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (28,8-15):

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.
Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco

El lunes después de la Pascua, el Evangelio nos presenta la narración de las mujeres que, fueron al sepulcro de Jesús, lo encuentran vacío y ven un Ángel que les anuncia que Él ha resucitado.

Y mientras ellas corren para transmitir la noticia a los discípulos, encuentran a Jesús mismo que les dice: "Vayan a anunciar a mis hermanos que suban a Galilea: allí me verán".

Galilea es la “periferia” donde Jesús había iniciado su predicación; y de allí reiniciará en Evangelio de la Resurrección, para que sea anunciado a todos, y para que cada uno pueda encontrar a Él, al Resucitado, presente y operante en la historia...

Por lo tanto, éste es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día: "¡Cristo ha resucitado!". Y, en Él, por el Bautismo, también nosotros hemos resucitado, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor.

Ésta es la buena noticia que estamos llamados a anunciar a los demás y en todo ambiente, animados por el Espíritu Santo. La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha traído es el don más bello que el cristiano puede y debe ofrecer a sus hermanos.

A todos y cada uno, entonces, no nos cansemos de repetir: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo todos juntos hoy aquí en la plaza: ¡Cristo ha resucitado! ¡Todos! ¡Cristo ha resucitado! Una vez más: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo con las palabras, pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida.

La alegre noticia de la Resurrección debería manifestarse en nuestro rostro, en nuestros sentimientos y actitudes, en el modo con el cual tratamos a los demás.

Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los demás; cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando transmitimos nuestra experiencia de fe a quien está en búsqueda de sentido y de felicidad.

Y ahí con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida decimos “Jesús ha resucitado”, con todo el alma.

[...] Pidamos a la Virgen Madre, testigo silenciosa de la muerte y de la resurrección de su Hijo, incrementar en nosotros el gozo pascual. Lo haremos ahora con la oración del Regina Coeli, que durante el tiempo pascual sustituye la oración del Ángelus... (Reflexión antes del rezo del Regina Coeli, 06 de abril de 2015)

"La paz que brota de la fe es un don: es la gracia de experimentar que Dios nos ama y que está siempre a nuestro lado". Papa Francisco

domingo, 16 de abril de 2017

MOMENTOS DE LA VIGILIA PASCUAL






MOMENTOS DE LA VIGILIA PASCUAL






MOMENTOS DE LA VIGILIA PASCUAL






HOMILIA DE LA VIGILIA PASCUAL Y DE RESURRECCIÓN

         HERMANAS Religiosas, miembros de los Consejos parroquiales, Srs. Presidentes de la Asociaciones públicas de la Iglesia de Baeza. Queridos hermanos y hermanas. ¡Felicidades! ¡Enhorabuena! CRISTO HA RESUCITADO.
 
1.- LA VICTORIA DE LA PASCUA
 
         Esta noche pascual, noche gozosa y santa  (Este día) es el sol de nuestra vida. Hoy celebramos el paso de Dios entre nosotros, manifestado en Jesús de Nazaret. Este paso lo ha dejado todo sembrado de amor, de esperanza y de vida.
 
         El mensaje que hoy recibimos es de alegría y de victoria. “No tengáis miedo, ya no hay nada que temer. No os preocupéis más ni de guardias, ni de losas sepulcrales. El sepulcro ha florecido. Fuera, una vez más, miedos y tristezas. ¿Tenéis algún miedo todavía? ¿Hay alguna tristeza que os domine? ¿Pesa alguna losa sobre vosotros? En esta noche (En este día), Cristo resucitado está junto a vosotros y os habla al corazón: Yo soy tu alegría perfecta. Yo soy tu paz y tu victoria”.
            
         La Pascua de Jesucristo es el punto culminante de la historia y el principio de una nueva historia. La pascua de resurrección es la clave para interpretar el sentido de la vida. Ya no existe un ritmo binario: vida-muerte, nacer para morir, sino un ritmo ternario: vida-muerte-más vida, morimos para vivir. La última palabra no es la muerte, sino Cristo resucitado. La paz vence a la guerra, el amor vence al egoísmo, la vida vence a la muerte. Por eso, hoy adornamos nuestros templos con las más hermosas flores de primavera.
         Cristo ha resucitado. Cristo vive y ya no morirá. Aquel cuerpo roto y ensangrentado, varón de dolores, sin atractivo ni belleza; aquel que fue despreciado y desechado por los hombres... ha florecido gloriosamente y su cuerpo resplandece de hermosura. Cristo vive y está aquí con nosotros, y nos habla al corazón.
 
         ¿Qué supondría para una familia que ha perdido a un ser muy querido, que éste volviera a la vida? Pues Cristo es de nuestra familia, el amigo universal, el Hermano mayor.
 
         La resurrección de Jesucristo fue obra de Dios“Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”. Los primeros testigos hablan siempre de que “Dios le ha resucitado”. Podríamos imaginarlo como un beso de Dios al cadáver de su Hijo por medio de su Espíritu. Dios iría besando cada una de sus heridas, y en cada beso comunicaba la plenitud de su Espíritu. Y en cada beso le iría diciendo: “Si, Hijo. Todo lo hiciste bien. Todo fue bien”.
 
2.- LA PASCUA CONTINUA.
 
         Cristo ha resucitado, pero no basta. Ahora, Cristo quiere que todos participemos de su resurrección cada día, que vivamos ya resucitados. Es como si Dios siguiera besando a cada uno de nosotros, infundiéndonos su Espíritu. “Sí, hijo, yo te quiero y estoy contigo. Yo soy tu fuerza y tu riqueza. Yo soy tu alegría”. Algún día, no muy lejano, nos veremos cara a cara y nuestro abrazo será transformante. Mientras tanto, lucha, como mi Hijo, por la justicia”.
 
         Si celebramos en verdad la Pascua, tiene que notarse en nosotros sus efectos, que son los signos de la vida nueva. Debemos empezar a ser: 
         Hombres nuevos; es decir hombres purificados. A lo largo de la Cuaresma hemos ido muriendo a nuestras tristezas. En la Cruz de Cristo hemos clavado nuestros pecados. En el sepulcro de Cristo hemos encerrado nuestras semillas de muerte. Ahora tenemos que revestirnos de Cristo y gozar de los sabrosos frutos del Espíritu.
         Hombres de esperanza. La resurrección de Cristo es un sí a la vida y al hombre. Nuestras más profundas aspiraciones pueden cumplirse y nuestros mejores deseos pueden llegar a realizarse. Tenemos derecho a esperar un mundo nuevo, en el que todo sea distinto.
         Hombres alegres. La alegría es la huella que deja Dios a su paso. No es alegría barata y divertida, sino don alcanzado por Cristo con su Pascua. Es una alegría muy profunda.
         Hombres que viven en el amor. La vida nueva que brota del sepulcro está dinamizada por el amor. El amor es la vida. Vivir pascualmente es vivir el amor hasta el fin. Pero el que no ama sigue en el sepulcro.
 
3.- TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN
 
         El que ha experimentado la fuerza de Cristo resucitado no puede guardarla para sí. Cuando se posee el sol, hay que ser capaz de repartirlo. Es una hermosa tarea. Y algunas exigencias de este compromiso son:
-         Luchar contra las fuerzas que producen muerte. Son las fuerzas que crucificaron a Cristo y lo siguen crucificando: la injusticia y la violencia.
-         Situarse junto a los crucificados y condenados, los que continúan y completan su Pasión, para compartir y aliviar, para ayudarles a celebrar su Pascua.
-         Hemos de resucitar lo que va muriendo. Alentar al decaído y enderezar al que ya se dobla. Debemos confortar al temeroso y consolar al que está triste...
-         Hemos de alentar lo que va naciendo. Lo nuestro es contagiar vida y esperanza, llenarlo todo de ilusión. Estar cerca y apoyar al que cree en un mundo nuevo y del que se esfuerza por construir la paz.
-         Hemos de vivir creciendo. Nos está prohibido enterrar los talentos recibidos. Todos los dones recibidos son para desarrollarlos y comunicarlos. Crecer en todos: en la fe, en el amor, en la verdad; en la oración y en el testimonio cristiano.
-         En una palabra, se nos pide ser testigos de la resurrección. Dar a entender con nuestra vida que Cristo ha resucitado, ser portadores de la gracia de Cristo resucitado, amar al estilo de Cristo resucitado, llenarlo todo de resurrección y de vida.
 
-         FELICITACIÓN PASCUAL: Que el sol de Cristo resucitado no conozca ocaso en nuestras vidas. ¡Feliz Pascua Florida! ¿Feliz Pascua de amor!  Que Cristo resucitado siga resucitado en ti. Ayuda tú también a que otros resuciten.