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martes, 7 de marzo de 2017

 Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»

Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

La oración no es algo mágico, no se hace magia con la oración. A nosotros, Jesús nos enseña: "No debemos ir con tantas palabras donde Él", porque Èl lo sabe todo.

La primera palabra del Padrenuestro es "Padre", esta es la clave de la oración. Sin decir, sin escuchar esa palabra no se puede orar. ¿A quién debo orar?, ¿al Dios Todopoderoso?, demasiado lejos. Ah, esto no lo siento. Jesús ni siquiera lo sentía.

¿A quién debo orar?, ¿al Dios cósmico?, un tanto habitual en estos días, ¿no?... orar al Dios cósmico, ¿no? ¡Tú debes rezarle al Padre!... Tú debes orar a quien te engendró, al que te dio la vida. No a todos: a todos es demasiado anónimo. A ti, a  mí.

Y también orar a aquel que te acompaña en tu camino: que conoce toda tu vida. Todo: lo que es bueno y lo que no es tan bueno. Él lo sabe todo. Si no empezamos la oración con esta palabra, no dicha de los labios, sino dicha desde el corazón, no podemos orar en cristiano...

Tenemos un Padre. Cercanísimo, ¡eh!, que nos abraza... Todas estas preocupaciones, inquietudes que tenemos, dejémoslas al Padre: Él sabe lo que necesitamos.

Padre, ¿qué?, ¿mi padre? No, ¡Padre nuestro! Porque no soy hijo único, ninguno de nosotros, y si no puedo ser un hermano, será difícil convertirme en un hijo de este Padre, porque es el padre de todos. Sin duda que es el mío, pero también de los demás, de mis hermanos. Y si no estoy en paz con mis hermanos, no puedo decirle «Padre» a Él.

Jesús, después de habernos enseñado el Padrenuestro, subraya que si no perdonamos a los demás, tampoco el Padre perdonará nuestros pecados. Es muy difícil perdonar a los demás, verdaderamente es muy difícil, porque siempre tenemos aquel pesar dentro...

No se puede orar con enemigos en el corazón. Esto es difícil, sí, es difícil, no es fácil. «Padre, no puedo decir Padre, no me viene». Es cierto, yo lo entiendo. «No puedo decir nuestro, porque este me hizo esto, eso y...» ¡no se puede! «Estos deben de ir al infierno, ¿no? ¡no son de los míos!».

Pidamos hoy al Espíritu Santo que nos enseñe a decir «Padre» y a poder decir «nuestro», haciendo la paz con todos nuestros enemigos (Homilía en Santa Marta, 16 de agosto de 2013)

Cristo siempre es fiel. Pidamos para que también nosotros le seamos siempre fieles". Papa Francisco

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