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sábado, 4 de marzo de 2017

 Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

EN aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor

 "Basar la felicidad en los bienes materiales es la mejor manera de llegar a no ser feliz". Papa Francisco

Reflexión del Papa Francisco:

Los fariseos critican al Señor que comió con los pecadores. Y los publicanos eran doblemente pecadores, porque eran apegados al dinero y también traidores a la patria porque cobraban los impuestos a su pueblo por cuenta de los romanos. Jesús, entonces, ve a Mateo, el publicano, y lo mira con misericordia:

Y aquel hombre sentado a la mesa de recaudación de impuestos. En un primer momento Jesús lo ve y este hombre siente algo de nuevo, algo que no conocía - aquella mirada de Jesús sobre él - siente un estupor dentro, siente la invitación de Jesús: "¡Sígueme! ¡Sígueme!".
En aquel momento, este hombre está lleno de gozo, pero también duda un poco, porque es muy apegado al dinero. Sólo bastó un momento – que nosotros conocemos en la expresión del pintor Caravaggio: aquel hombre que miraba, pero que también con las manos, recogía el dinero - sólo un momento en el que Mateo dice si, deja todo y va con el Señor.

Es el momento de la misericordia recibida y aceptada: "¡Sí, voy contigo!". Es el primer momento del encuentro, una experiencia espiritual profunda.

Luego viene un segundo momento: la fiesta. El Señor festeja con los pecadores,  se festeja la misericordia de Dios que cambia la vida.

Después de estos dos momentos, el estupor del encuentro y la fiesta, viene el trabajo cotidiano, anunciar el Evangelio. Se debe alimentar este trabajo con la memoria de aquel primer encuentro, de aquella fiesta.

Y esto no es un momento, esto es un tiempo: hasta el final de la vida . La memoria. ¿Memoria de qué? ¡De aquellos hechos! ¡De aquel encuentro con Jesús que me ha cambiado la vida! ¡Que tuvo misericordia! Que ha sido tan bueno conmigo y que también me ha dicho: "¡Invita a tus amigos pecadores, para que hagan fiesta!".

Aquella memoria da fuerza a Mateo y a los demás para ir adelante. "¡El Señor me ha cambiado la vida! ¡He encontrado al Señor!". (Homilía en Santa Marta, 5 de julio de 2013)

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