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martes, 28 de marzo de 2017

 Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (5,1-16):

SE celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Palabra del Señor


"Si los bienes materiales y el dinero se convierten en el centro de la vida, nos atrapan y nos esclavizan". Papa Francisco

 Reflexión del Papa Francisco:

En este relato encontramos dos enfermedades fuertes, espirituales. Dos enfermedades sobre las cuales nos hará bien reflexionar.

1.- La enfermedad de la pereza


La resignación del enfermo, que se siente amargado y se lamenta. Yo pienso en tantos cristianos, tantos católicos: ¡Sí, son católicos, pero sin entusiasmo, e incluso amargados! "Sí, es la vida, es así, pero la Iglesia… Yo voy a Misa todos los domingos, pero mejor no implicarse, tengo fe para mi saludo, no siento la necesidad de ir a darla a otro…".

Cada uno en su casa, tranquilos por la vida… Sí tú haces algo, después te reprochan: "No, es mejor así, no correr riesgos…". Es la enfermedad de la pereza, de la pereza de los cristianos.

Esta actitud que paraliza el celo apostólico, que hace de los cristianos personas quietas, tranquilas, pero no en el buen sentido de la palabra: ¡que no se preocupan por salir para anunciar el Evangelio! Personas anestesiadas”.

Y la anestesia es una experiencia negativa. Ese no implicarse que se convierte en pereza espiritual. Es la pereza, es una tristeza: estos cristianos son tristes, no son personas luminosas, son personas negativas.

Y ésta es una enfermedad nuestra, de los cristianos. Vamos a Misa todos los domingos, pero, decimos, por favor no molestar. Estos cristianos sin celo apostólico no sirven, no hacen bien a la Iglesia.

Y cuántos cristianos son así egoístas, para sí mismos. Éste es el pecado de la pereza que va contra el celo apostólico, contra las ganas de dar la novedad de Jesús a los demás, esta novedad que a mí me ha sido dada gratuitamente.

2.- La enfermedad de la hipocresía

Pero en este pasaje del Evangelio encontramos también otro pecado cuando vemos que Jesús es criticado por haber curado a un enfermo un sábado. El pecado del formalismo. Cristianos que no dejan lugar a la gracia de Dios.

Y la vida cristiana, la vida de esta gente es tener todos los documentos en regla, todos los cerificados. Cristianos hipócritas, como estos. A ellos sólo les interesaban las formalidades. ¿Era sábado? No, no se pueden hacer milagros el sábado, la gracia de Dios no puede actuar el sábado. ¡Cierran la puerta a la gracia de Dios! ¡Tenemos tantos en la Iglesia, tenemos tantos! Es otro pecado.

Los primeros, los que cometen el pecado de la pereza, no son capaces de ir adelante con el celo apostólico, porque han decidido detenerse en sí mismos, en sus tristezas, en sus resentimientos, en todo eso. Estos no son capaces de llevar la salvación porque cierran la puerta a la salvación

Para ellos cuentan sólo las formalidades. No se puede: es la palabra que más usan. Y a esta gente la encontramos también nosotros y también nosotros tantas veces hemos tenido pereza, o hemos sido hipócritas como los fariseos.

Cuando Jesús se encuentra nuevamente con el paralítico, le dice que «no peque más»: Las dos palabras cristianas: ¿quieres curarte? No pecar más. Pero primero lo cura. Primero lo curó, después «no pecar más».

Palabras dichas con ternura, con amor. Y éste es el camino cristiano, el camino del celo apostólico: acercarse a tantas personas, heridas en este hospital de campaña, y también tantas veces heridas por los hombres y las mujeres de la Iglesia. Es una palabra de hermano y de hermana: ¿quieres curarte? Y después, cuando va adelante: "¡Ah, no peques más, que no hace bien!".

Es mucho mejor esto: las dos palabras de Jesús son más bellas que la actitud de la pereza o la actitud de la hipocresía. (Homilía en la Plaza de San Pedro, 01 de Abril de 2014)

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