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domingo, 5 de febrero de 2017

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

LOS CRISTIANOS SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO
 
                                      Cuando en nuestra sociedad se quiere reducir la fe y sus manifestaciones a la esfera de lo privado y de la vida intima…, Jesús nos dice hoy a sus discípulos “Vosotros sois la sal de la tierra”, “vosotros sois la luz del mundo”. Y en otra ocasión, refiriéndose a la luz decía: “No se pone una vela debajo del celemín, sino en el candelero para que alumbre a todos los de la casa”.
                                         Efectivamente, tanto la sal como la luz buscan la eficacia, influir en su entorno. Lo que se le pide a la sal es que no pierda su sabor, precisamente para que se pueda detectar su presencia. Y lo único que se le pide a la luz es que sea eficaz, que ilumine. Pues bien, así somos y debemos ser los cristianos en nuestra sociedad: Somos sal de la tierra y luz del mundo. ¿Cómo?
Lo ha descrito muy bien el Profeta Isaías y el Salmo: “Partiendo tu pan con el hambriento, vistiendo al desnudo, hospedando a los pobres sin techo, visitando al enfermo, enseñando al que nos sabe, consolando al triste...”
                                             Así lo han venido realizando Iglesia y sus hijos, y así lo siguen realizando en tierras de misión y en nuestra sociedad con colegios, residencias de ancianos, orfanatos, dispensarios, casas-hogares para los sin techo... Así lo vienen realizando miles y miles de voluntarios cristianos en la labor maravillosa de Cáritas, de Manos Unidas... en nuestros pueblos y ciudades. Así lo hemos de seguir viviendo en nuestros hogares, en las empresas, en las Instituciones donde actuamos los cristianos, discípulos de Cristo.                  
                                             Ser sal y luz del mundo, ayudando de mil modos a los demás, es el mejor testimonio que puede dar un cristiano en su familia, en su barrio, calle, en su Parroquia, en la sociedad. Es la mejor manera de imitar a Cristo Jesús. Que durante su vida “pasó haciendo el bien” y siempre estuvo disponible para ayudar, como autentico buen Samaritano, a los que necesitaban de Él.
                                            No se nos pide gran sabiduría, ni discursos solemnes, ni la construcción de grandes obras. Se nos pide que iluminemos con nuestra vida a los demás, que les demos esperanza, que les ayudemos a encontrar sentido a sus vidas, que seamos factores de paz y de tolerancia en medio de la sociedad en que nos ha tocado vivir. La Eucaristía hace posible la Iglesia…

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