Queridos
hermanos: Comenzamos a celebrar un nuevo año litúrgico. Toda la vida de Nuestro
Señor Jesucristo: Su Nacimiento, su vida pública, su pasión, muerte y
resurrección y el envío del Espíritu Santo...
Y lo comenzamos con el ADVIENTO, espacio de tiempo de cuatro Semanas, en las
que preparamos la Venida del Señor. Adviento es un tiempo en el que renovamos
la esperanza, la ilusión y el compromiso. Es como un volver a empezar, un
volver a poner el corazón a punto, un renovar el amor primero; como si todo se
realizara por primera vez y para mí.
Es un tiempo litúrgico muy necesario y privilegiado. Pues, ¿quién no necesita
mayor esperanza e ilusión en su vida?:
-Nuestro mundo atormentado por la
violencia, por el hambre, por la guerra, por el paro, por las injusticias, por
la inmigración...
-Nuestra Iglesia, dividida, instalada,
enfrentada a veces con el mundo, necesita ilusionarse, salir de ella misma,
llenarse de Jesús.
-Nuestro pueblo, necesitado de proyectos
de desarrollo, de industrias, de inquietudes culturales y de proyectos
comunitarios...
-Nuestras familias, nuestros jóvenes...
Nos ocurre como al pueblo de Dios que nos ha mostrado el Profeta Isaías:
derrotado, despojado y desterrado, suspiraba por una intervención directa del
cielo:
¡OJALA RASGASES EL CIELO Y BAJASES!
Las cosas cambiarían, si tú bajases:
-
Se acabarían las noches largas,
interminables, los miedos, las tristezas, pues tú eres la luz.
-
Se acabarían los destierros, todas las
esclavitudes y se romperían todo tipo de cadenas, pues tú eres la libertad.
-
Los derechos serían respetados. Ninguna
persona sería olvidada, marginada, oprimida, pues tú eres la justicia.
-
Se extinguiría por fin la locura de la
guerra y el armamentismo, pues tú eres la paz.
-
... Y el rey de todas las sociedades sería
EL AMOR.
Es una oración que no ha dejado de repetirse a lo largo de los siglos. Y hoy
también la repetimos con la misma fuerza: “OJALA BAJASES...! Pues nuestra
situación religiosa es muy parecida a la del pueblo de Israel que nos ha
trasmitido Isaías: abandono de Dios, una vida centrada en los bienes materiales
(materialismo), tibieza espiritual... Por eso hoy ese grito del profeta sigue
siendo necesario y urgente: Ojalá Dios viniera a visitar su viña, la cepa que su diestra
plantó y que hizo vigorosa (Salmo)
Debemos, pues, reconocer nuestro destierro..., tener
ganas de que Dios venga y aún mejor, sentir necesidad de Dios, haciendo nuestra
la plegaría: “Tú, Señor, eres nuestro
Padre; nosotros la arcilla y tú el alfarero” Sí, el Espíritu de
Adviento nos debe concienciar de nuestra pequeñez con los ojos puestos en
nuestro Redentor. Nos percatamos de nuestra oscuridad, de nuestra impureza, de
nuestra sed, para hacer así más vivo el deseo de la luz, de la gracia,
del agua viva que esperamos del Salvador.
VIGILAD.
Por eso, se nos invita hoy también a la vigilancia. Sabe el Señor que tendemos
al sueño, la modorra, la inconsciencia. Por ello, nos estimula con nuevas
promesas y con nuevas sorpresas para renovar la ilusión y la esperanza.
-
Su palabra será nueva..., escucha bien.
-
Sus signos serán nuevos..., atiende bien.
-
Su venida será nueva, de otra forma.
Espera bien.
EL ADVIENTO QUE DIOS QUIERE
¿Cómo vivir este Adviento? No olvidemos cómo organizó Dios el nacimiento de su
Hijo, y cómo lo acogieron María, los pastores, los humildes. Si nos preparamos
para recibirle, que nuestra preparación vaya en consonancia con sus gustos y
deseos:
- UN
ADVIENTO “EN ESPIRITU Y EN VERDAD”. Que sepamos vivir la liturgia: oraciones,
lecturas, símbolos, cantos, sacramentos. Que el mensaje vaya calando en nuestra
vida.
- UN
ADVIENTO SENCILLO. Cuando Jesús entró en el mundo se envolvió en pañales de
sencillez. Sencillos fueron sus padres, su cuna, su pueblo, su trabajo. Así
será nuestro Adviento. Gustad y vivir la sencillez, preferir a los sencillos.
Valorar las cosas sencillas.
- UN ADVIENTO VIVO. Que el espíritu del adviento impregne tu vida
y puedas contagiarlo. Llevar esperanza donde hay desencanto, poner alegría
donde hay tristeza, poner energía y esfuerzo donde hay cansancio...
-
UN ADVIENTO SOLIDARIO. Siempre tu
preferencia de los pobres y pequeños. Tu Adviento debe ser compasivo y cercano
a los que sufren.
-
UN ADVIENTO CRISTIANO. Siempre es a Cristo
a quién esperamos. Nuestra salvación está en Cristo. “Y no hay otro nombre que
pueda salvar a los hombres”. Si queremos cambiar es mirando a Cristo. Si vamos
a los demás es desde el Espíritu de Cristo. Si acogemos a los pobres es porque
en ellos nos visita Cristo. Nada podríamos hacer y nada podríamos esperar si
nos falta Cristo.
-
POR ESO TE DECIMOS ¡OJALÁ RASGASES EL
CIELO Y BAJASES! VEN, SEÑOR, VEN PRONTO. TE NECESITAMOS, TE ESPERAMOS.
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