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domingo, 13 de noviembre de 2016

REFLEXIÓN DE DON MANUEL


DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “C”

          Queridos hermanos: La liturgia de este Domingo nos sitúa, en un sentido escatológico, ante el fin del mundo presente. Este mundo “de tiempo” se termina y se acaba, como semilla que muere para florecer en “un mundo de eternidad”.

         Y nosotros, la Iglesia, los cristianos estamos llamados a destruir el mundo viejo herido por el mal y el pecado y cuyas secuelas son: la injusticia, la explotación, la insolidaridad, la guerra, el hambre, el odio, el egoísmo, la muerte. Por ello, seremos perseguidos... y como Cristo daremos la vida.

         Sin embargo Cristo, a través de nuestras vidas está renovando este mundo, sembrando en el corazón del hombre el amor y la vida hasta que complete su obra, el Reino de Dios, el cielo nuevo y la tierra nueva.

         Mientras la Iglesia, su Iglesia es el instrumento de Dios, Sacramento de Salvación, para realizar entre los hombres la renovación y la construcción del mundo nuevo, de eternidad.

         Pero, ¿qué hace la Iglesia? En primer lugar no olvidamos que cada uno de los bautizados respondemos a la vocación de hijos de Dios. Y que además, el señor ha querido que caminemos unidos, en un ambiente comunitario, haciendo Iglesia, haciendo familia…

         En este Domingo en que celebramos el Día de la Iglesia Diocesana 2.016, se nos propone como reflexión: “SOMOS UNA GRAN FAMILIA CONTIGO”

          ¿Te has parado a reflexionar, querido hermano o hermana lo que tú aportas a la comunidad cristiana, a tu parroquia, a la Iglesia diocesana, a la Iglesia universal? ¿Has pensado que tus talentos, tu tiempo, tu oración, tus sacrificios, tu dinero y generosidad enriquecen a todos? ¿Sabes que tú también eres Buena Noticia y que puedes reflejar el rostro misericordioso de Dios?

              Pues ¡adelante! Caminemos unidos, aceptando con humildad nuestras limitaciones, pero poniendo junto a otros lo mucho o poco que tenemos en nuestras manos, para el bien de todos. Grabemos bien esto en nuestra mente y en nuestro corazón: sin ti… tu comunidad, tu Parroquia, tu Iglesia, sería diferente.

            Gracias, porque no te guardas esas capacidades. Gracias a vosotros, niños y jóvenes, portadores de alegría, de inquietudes y esperanza. Gracias a los sacerdotes y consagrados, que con vuestra entrega sois testimonio palpable de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Gracias a vosotros, mayores y enfermos, porque sois nuestra memoria y sostenéis nuestra Iglesia desde la cruz y oración. Gracias a tantos fieles laicos, en los más diversos ámbitos de la pastoral de la Iglesia y  de nuestra sociedad, que sois levadura y luz del Evangelio en los ambientes en que se desenvuelve vuestra vida, sobre todo en la familia y en el trabajo.

            Como sacerdote y párroco de Baeza, después de más de siete años con vosotros, contemplo con gozo y sincera gratitud el gran regalo de nuestras comunidades parroquiales. Somos cada Parroquia un gran familia que nos ayuda y acompaña, de la que todos necesitamos y a la que todos debemos aportar algo nuestro… El mismo Papa Francisco nos dice: “¡Id! ¡Anunciad! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive solamente dándola, dándose” 

            A esta Jornada de la Iglesia diocesana también le acompaña una colecta a realizar en todos los templos de la Diócesis. Importa y se necesita nuestra colaboración económica. Sin ella, nuestra diócesis y parroquias, no podrían desarrollar gran parte de la labor que ofrecen a todos: caritativa y social, catequesis y formación, celebración de los sacramentos, sustentación y acompañamiento de los sacerdotes…

            Quiero animar a todos los feligreses a seguir colaborando con vuestro tiempo, vuestras cualidades y vuestra economía a la labor evangelizadora, pastoral y caritativa de vuestra Parroquia y de la Iglesia diocesana. Os recuerdo la importancia y la obligatoriedad moral que todo cristiano tiene de ayudar a su Iglesia en sus necesidades. (Quinto mandamiento de la Iglesia)   

            A la salida os entregarán un folleto explicando los gastos e ingresos de la Iglesia diocesana de Jaén en la que se incluye un boletín para que podáis suscribiros como colaboradores y una hoja donde se explica la deducción que hacienda hace por las donaciones que aportáis para el sostenimiento de la labor de la Iglesia.

           -La Eucaristía produce comunión. La comunión es así mismo participación que se expresa en la comunicación cristiana de bienes. La Eucaristía nos pide vivir el estilo de los primeros cristianos. “Todos los creyentes acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la fracción del pan y a las oraciones... Vivian todos unidos y ponían todo en común”. “SEGUIMOS SIENDO UNA GRAN FAMILIA CONTIGO”   

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